domingo, 28 de noviembre de 2021

ALMUDENA GRANDES: NOVELA E HISTORIA

Despedimos en el blog a Almudena Grandes, una escritora que nos ha acompañado muchas veces en clase con sus columnas, críticas con las injusticias y la desmemoria y comprometidas con la libertad y la democracia, y una autora que forma parte igualmente de la historia de nuestra novela de finales del siglo XX y principios del XXI que estudiamos en 2º de Bachillerato. Ha conseguido, como pocos, combinar los propósitos de la novela popular (tramas y personajes que captan inmediatamente la atención de los lectores) y de la novela literaria  (exigencia estética en el relato de las historias).

En su último y ambicioso proyecto narrativo, Episodios de una guerra interminable, guiado por el magisterio de Benito Pérez Galdós y sustentado en una titánica labor de documentación histórica, ha sabido combinar con acierto la verdad histórica y la verdad narrativa y ha sabido conjugar, como ella quería, la lealtad a la verdad histórica y la libertad creativa. Sirvan de ejemplo estas palabras iniciales de la narradora de Inés y la alegría, la primera novela de estos Episodios, en las que reflexiona acerca de la imposibilidad de la Historia (con mayúsculas) de contar la totalidad de un mundo habitado por personas que actúan movidas por resortes como el amor o los sentimientos a los que la Literatura (con mayúsculas) sí puede aproximarse, poner palabra y ayudar a comprender cabalmente. 

La Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales. O quizás no, y es sólo que el amor de la carne no aflora a esa versión oficial de la historia que termina siendo la propia Historia, con una mayúscula severa, rigurosa, perfectamente equilibrada entre los ángulos rectos de todas sus esquinas, que apenas condesciende a contemplar los amores del espíritu, más elevados, sí, pero también mucho más pálidos, y por eso menos decisivos. Las barras de carmín no afloran a las páginas de los libros. Los profesores no las tienen en cuenta mientras combinan factores económicos, ideológicos, sociales, para delimitar marcos interdisciplinares y exactos, que carecen de casillas en las que clasificar un estremecimiento, una premonición, el grito silencioso de dos miradas que se cruzan, la piel erizada y la casualidad inconcebible de un encuentro que parece casual, a pesar de haber sido milimétricamente planeado en una o muchas noches en blanco. En los libros de Historia no caben unos ojos abiertos en la oscuridad, un cielo delimitado por las cuatro esquinas del techo de un dormitorio, ni el deseo cocinándose poco a poco, desbordando los márgenes de una fantasía agradable, una travesura intrascendente, una divertida inconveniencia, hasta llegar a hervir en la espesura metálica del plomo derretido, un líquido pesado que seca la boca, y arrasa la garganta, y comprime el estómago, y expande por fin las llamas de su imperio para encender una hoguera hasta en la última célula de un pobre cuerpo humano, mortal, desprevenido. Los amores del espíritu son más elevados, pero no aguantan ese tirón. Nada, nadie lo aguanta.

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