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lunes, 15 de diciembre de 2014

EL «MESTER DE CLERECÍA»: LAS OBRAS DE LOS ESCRITORES CULTOS DE LA EDAD MEDIA

Desde comienzos del siglo XIII hasta finales del siglo XIV se componen en Castilla una serie de obras escritas, en su totalidad o en parte, en estrofas de cuatro versos alejandrinos (porque aparecieron por vez primera en el Roman d'Alexandre francés), de catorce sílabas con cesura tras la séptima, con rima consonante, que se conocen con la denominación de cuaderna vía, según el nombre que aparece en la segunda estrofa del Libro de Alexandre:

Mester traigo fermoso,   non es de joglaría;
mester es sen pecado,   ca es de clerecía:
fablar curso rimado   por la cuaderna vía
a sílabas cuntadas,   ca es grant maestría.

Los cultivadores de la cuaderna vía en Castilla son escritores cultos, que han recibido estudios superiores en los Estudios Generales: son los «clérigos», esto es los hombres letrados que saben latín, sin necesidad de ser eclesiásticos. Su oficio o actividad literaria se conocerá, por tanto, como «mester de clerecía». Estos escritores comparten varios rasgos en común:
Página ilustrada del
 Libro de Alexandre.
Biblioteca Nacional. Madrid
  • La forma métrica empleada, la cuaderna vía (que ya hemos comentado), que les separa tanto de la utilizada en los cantares de gesta del «mester de juglaría» como de la lírica popular.
  • El dominio de los recursos retóricos (o figuras literarias), debido a su formación, y la consideración de que son los herederos de unos conocimientos transmitidos por otros a través de sus obras: en ellas suelen referirse al texto escrito que les sirve de modelo y desprecian cuanto no se sustente en una «autoridad», por lo que consideran engañosas las palabras de los juglares. La Biblia o los textos de autores latinos son sus principales referentes para sus obras, de temática religiosa o histórica, principalmente.
  • La clara intención didáctica con la que escriben: para que sus palabras lleguen un público más amplio no sólo utilizan la lengua romance, sino que además recurren a las técnicas de los juglares (llamadas al público, epítetos, presencia del autor en la obra,...). Muchas de las obras del «mester de clerecía» se leían en voz alta a la puerta de los monasterios y así los monjes podían obtener unos ingresos para la economía del monasterio, que no era sólo un centro religioso, sino que también realizaba una importante labor cultural (copia de manuscritos) y asistencial (eran lugares adonde muchos acudían a curarse de sus enfermedades).

Las obras más importantes del mester de clerecía en el siglo XIII son:

Manuscrito de los Milagros de 
Nuestra Señora, del siglo XIV.
Real Academia Española.
  • Libro de Alexandre (anónimo): sobre Alejandro Magno, rey de Macedonia, prototipo de hombre culto y gran guerrero .
  • Libro de Apolonio (anónimo): sobre el rey de Tiro que sufre numerosas peripecias en la búsqueda de su mujer e hija que han sido raptadas.
  • Las obras de Gonzalo de Berceo, primer escritor de nombre conocido en nuestra lengua: vidas de santos (Vida de San Millán de la Cogolla, Vida de Santo Domingo de Silos, Vida de Santa Oria) y Milagros de Nuestra Señora, una colección de relatos en los que la virgen se muestra como intercesora de los humanos ante Dios.

El mester de clerecía  sigue vivo durante el siglo XIV en las obras de Pero López de Ayala (Rimado de palacio), Sem Tob de Carrión (Proverbios morales) y Juan Ruiz (Libro de Buen Amor), de quien hablaremos en otra entrada.

    jueves, 20 de noviembre de 2014

    ANTONIO MACHADO Y LOS POETAS MEDIEVALES

    Busto de Antonio Machado,
    obra de Pablo Serrano
    Si bien Antonio Machado, como todos los poetas modernistas de finales del siglo XIX y principios del XX, leyó y se nutrió de los poetas románticos y simbolistas del siglo XIX, no perdió nunca ocasión de rendir homenaje en sus versos a los poetas medievales españoles que tanto influyeron en su manera de escribir. En sus versos  hay varias referencias a autores y obras principales de nuestra literatura medieval: el Poema de Mio Cid, Gonzalo de Berceo, Jorge Manrique y el Romancero forman parte de sus lecturas más queridas. Comparte esta querencia por los autores medievales con otros autores del 98 que buscaron en Castilla la esencia de España y valoraron la tradición literaria.

    La lectura de distintos poemas de Antonio Machado en clase ya nos había alertado de estos gustos literarios. Por ejemplo, leíamos en  «A orillas del Duero» la alusión al Cid, el héroe de la épica castellana, para contrastar la situación de la Castilla de su época con la del pasado:

    Castilla no es aquella tan generosa un día,
    cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía, 
    ufano de su nueva fortuna y su opulencia,
    a regalar a Alfonso los huertos de Valencia.

    En los poemas de Campos de Castilla serán multiples las alusiones al mismo paisaje de Castilla y al espíritu guerrero castellano. De esa conjunción nacerá una de las metáforas bélicas de Antonio Machado que resulta más sugestiva: 
    [...]por donde traza el Duero
    su curva de ballesta
    en torno a Soria[...]

    En el mismo libro de Campos de Castilla dedicará un poema a Gonzalo de Berceo, el primer poeta de nombre conocido de nuestra literartura, autor de la escuela del «mester de clerecía». De él destacará la sencillez de sus palabras, el uso de los versos alejandrinos en la cuaderna vía y la autenticidad de una poesía que emana del corazón.

    MIS POETAS
    Gonzalo de Berceo

    El primero es Gonzalo de Berceo llamado,
    Gonzalo de Berceo, poeta y peregrino,
    que yendo en romería acaeció en un prado,
    y a quien los sabios pintan copiando un pergamino.

    Trovó a Santo Domingo, trovó a Santa María,
    y a San Millán, y a San Lorenzo y Santa Oria,
    y dijo: Mi dictado non es de juglaría;
    escrito lo tenemos; es verdadera historia.

    Su verso es dulce y grave; monótonas hileras
    de chopos invernales en donde nada brilla;
    renglones como surcos en pardas sementeras,
    y lejos, las montañas azules de Castilla.

    Él nos cuenta el repaire del romeo cansado;
    leyendo en santorales y libros de oración,
    copiando historias viejas, nos dice su dictado,
    mientras le sale afuera la luz del corazón.

    A Jorge Manrique, el autor de las Coplas a la muerte de su padre, ya le había dedicado una glosa en Soledades. Las metáforas manriqueñas del río y del mar se convertirán en Antonio Machado en símbolos centrales de su poesía por su expresividad y por su profundidad a la hora de captar el tema del tiempo.

    Retrato de Jorge Manrique
    por Juan de Borgoña
    GLOSA

    Nuestras vidas son los ríos,  
    que van a dar a la mar, 
    que es el morir. ¡Gran cantar!

    Entre los poetas míos
    tiene Manrique un altar.
    Dulce goce de vivir:
    mala ciencia del pasar,
    ciego huir a la mar.
    Tras el pavor del morir
    está el placer de llegar.
    ¡Gran placer!
    Mas ¿y el horror de volver?
    ¡Gran pesar!

    En el "Arte poética" de Juan de Mairena, «el poeta del tiempo» apócrifo suyo, también se refirió elogiosamente a Manrique:
    Una intensa y profunda impresión del tiempo sólo nos la dan muy contados poetas. En España, por ejemplo, la encontramos en don Jorge Manrique, en el Romancero, en Bécquer, rara vez en nuestros poetas del siglo de oro.

    Machado siempre reconoció su amor al Romancero (como hemos visto en la cita anterior) y al romance, suprema expresión de la poesía para él por ser poesía auténtica del pueblo. En el prólogo a Campos de Castilla así lo manifestó:
    Me pareció el romance la suprema expresión de la poesía y quise escribir un nuevo Romancero. A este propósito responde La tierra de Alvargonzález. Muy lejos estaba yo de pretender resucitar el género en su sentido tradicional. La confección de nuevos romances viejos —caballerescos o moriscos— no fue nunca de mi agrado, y toda simulación de arcaísmo me parece ridícula. Cierto que yo aprendí a leer en el Romancero general que compiló mi buen tío don Agustín Durán; pero mis romances no emanan de las heroicas gestas, sino del pueblo que las compuso y de la tierra donde se cantaron; mis romances miran a lo elemental humano, al campo de Castilla y al libro primero de Moisés, llamado Génesis.

    Sin duda, las lecturas de las obras medievales españolas influyeron en Antonio Machado tanto en los temas como en las formas y nos ayudan a entender mejor las variadas fuentes donde el poeta bebió para crear su propia voz.