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martes, 31 de octubre de 2023

EL TERROR EN LA LITERATURA, SEGÚN LOVECRAFT

Hoy, víspera de Todos los Santos, compartimos el comienzo de un ensayo escrito hace poco más de cien años que explica muy bien todo lo que significa la literatura de terror. Se trata de El horror sobrenatural en la literatura y su autor es H. P. Lovecraft, uno de los maestros del subgénero de terror al que tantas entradas hemos dedicado en el blog. En el libro nos habla de los orígenes, del comienzo y el apogeo de la novela gótica, así como de su legado, de Edgar Allan Poe, de la literatura de terror en Europa y de los maestros del género en su momento: Arthur Machen, Lord Dunsay, Algernon Blackwood y M.R. James. Al final del ensayo, en unas notas sobre el arte de escribir cuentos fantásticos, nos descubre su receta personal para escribir estos cuentos y nos adentra en los entresijos del oficio del autor de cuentos de miedo. Es una lectura muy recomendable que da sentido a toda la ficción de terror que leemos.

El miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad, y el miedo más antiguo y poderoso es el temor a lo desconocido. Muy pocos psicólogos lo niegan y el hecho de admitir esa realidad confirma para siempre a los cuentos sobrenaturales como una de las formas genuinas y dignas de la literatura. Contra ellos se disparan todos los dardos de un sofisticado materialismo, que con tanta frecuencia se aferra a las emociones de la experiencia, a los sucesos exteriores y a un idealismo tan ingenuo como insípido que se opone a las motivaciones estéticas, abogando por una literatura puramente didáctica, capaz de ilustrar al lector y "elevarlo" hacia un nivel adecuado de afectado optimismo. No obstante, pese al rechazo o a la indiferencia, los cuentos fantásticos sobrevivieron, se desarrollaron y alcanzaron su plenitud, al amparo de su origen en un principio básico tan profundo como elemental, cuyo hechizo (aunque no siempre universal) es irresistible para los espíritus verdaderamente sensibles.

El alcance de lo espectral y lo macabro es por lo general bastante limitado, pues exige por parte del lector cierto grado de imaginación y una considerable capacidad de evasión de la vida cotidiana. Y son relativamente pocos los seres humanos que pueden liberarse lo suficiente de las cadenas de la rutina diaria como para corresponder a las intimaciones del más allá. Las narraciones que trafican con los sentimientos y acontecimientos comunes o con las deformaciones sentimentales y triviales de tales hechos, siempre ocuparán el primer puesto en el gusto de la mayoría: esto tal vez sea lo justo pues esas circunstancias cotidianas conforman casi la totalidad de la experiencia humana.

Sin embargo, no cabe duda de que los seres sensibles siempre estarán entre nosotros, y a veces una curiosa estela de inquietud puede invadir el recóndito rincón de la mente más firme, de modo tal que ningún racionalismo o análisis freudiano puede borrar por completo el estremecimiento causado por un susurro en el rincón de la chimenea o la soledad en un bosque sombrío. Y aquí nos encontramos con un modelo psicológico o tradicional tan genuino y tan profundamente enraizado en la experiencia mental como puedan serlo otros modelos o tradiciones de la humanidad; un elemento paralelo a los sentimientos religiosos e íntimamente vinculado con muchos de sus aspectos, participando en tal medida de nuestro legado biológico que difícilmente pierda su poderosa influencia en una parte minoritaria, aunque importante, de nuestra especie.

Los primeros instintos y emociones del ser humano forjaron su respuesta al ámbito en que se hallaba sumiso. Los sentimientos definidos basados en el placer y el dolor nacían en torno a los fenómenos comprensibles, mientras que alrededor de los fenómenos incomprensibles se tejían las personificaciones, las interpretaciones maravillosas, las sensaciones de miedo y terror tan naturales en una raza cuyos conceptos eran elementales y su experiencia limitada. Lo desconocido, al igual que lo impredecible, se convirtió para nuestros primitivos antecesores en una fuente ominosa y omnipotente de castigos y de favores que se dispensaban a la humanidad por motivos tan inescrutables como absolutamente extraterrenales, y pertenecientes a unas esferas de cuya existencia nada se sabía y en la que los humanos no tenían parte alguna.

Del mismo modo, el fenómeno de los sueños contribuyó a elaborar la noción de un mundo irreal y espiritual, y, en general, todas las condiciones de la vida salvaje en la alborada de la humanidad condujeron hacia el sentimiento de lo sobrenatural de una manera tan poderosa que no podemos asombrarnos al considerar cuán profundamente la especie humana está saturada del antiguo legado de religiosidad y superstición. Y bajo un punto de vista estrictamente científico, esta saturación debemos comprenderla como un elemento permanente en lo que respecta al subconsciente y a los instintos más profundos del ser humano; pues aunque la esfera de lo desconocido ha ido reduciéndose a través de los milenios, un abismo insondable de misterio sigue envolviendo al cosmos, mientras que un vasto residuo de asociaciones tenebrosas y titánicas continúa aferrándose a todos los elementos y procesos que antaño eran completamente incomprensibles. Ahora, por supuesto, esos fenómenos pueden explicarse perfectamente. Pero más allá de todo esto, existe una fijación fisiológica de los primitivos sustentos en nuestro tejido nervioso, que puede sensibilizarlos oscuramente aun cuando la mente consciente se libere de todas las fuentes de lo maravilloso.

viernes, 30 de octubre de 2020

RELATOS DE MUERTOS

 Fue cerca del camposanto cuando sentí removerse dentro de la caja al pobre Bieito. (De los cuatro portadores del ataúd yo era uno). ¿Lo sentí o fue aprensión mía? Entonces no podría asegurarlo. ¡Fue un rebullir tan suave!…. Como la tenaz carcoma que roe, roe en la noche, roe desde entonces en mi magín enfervorizado aquel suave rebullir.

Rafael Dieste, Acerca de la muerte de Bieito

Pintura de Antoine Wiertz, tomada de Wikipedia

Otras vísperas de la Noche de Difuntos y del Día de Todos los Santos he recogido en el blog cuentos de terror (por ejemplo, de Edgard Allan Poe, de Ambrose Bierce, de William Jacobs, de Horacio Quiroga, o los aparecidos en la entrada «Cuentos y microcuentos de fantasmas»), leyendas (como las de Gustavo Bécquer, que nos acompañan todos los cursos en 4º de ESO, como El Monte de las Ánimas, La cruz del diablo o El miserere) o microcuentos de terror (de Alfonso Sastre, de Fernando Iwasaki o los recogidos en la entrada «Pequeñas dosis de terror»), que tanto gusta leer siempre porque erizan la piel y perturban y espantan con el exclusivo recurso de la palabra. Como recordaba Gustavo Adolfo Bécquer en El Monte de las Ánimas,  en estas fechas siempre se contaban estos «cuentos temerosos» en los que los protagonistas eran siempre espectros, aparecidos, fantasmas y almas en pena. Y fieles a la cita, seguiremos invitando a la lectura de este tipo de literatura.

En esta entrada quiero presentar, ayudado por la extraordinaria Antología española de literatura fantástica preparada por Alejo Martínez Martín, una pequeña selección de cinco textos narrativos de nuestra literatura en los que los protagonistas no son los vivos, sino los muertos, en unos relatos en que aparecen algunos de los motivos típicos de este tipo de literatura como el entierro prematuro o el regreso del más allá. 
 
Espero que los lectores del blog disfruten (y se espeluznen) con alguno de estos relatos sobre la muerte, verdaderos clásicos de nuestra literatura.

En alguno de estos y otros relatos de difuntos y de terror no dejan de aparecer el humor o la ironía, siempre tan reconfortantes. Valga como ejemplo este microcuento del siempre admirado Max Aub.

La uña

El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de Pedro Pérez, enterrado ayer, empezó a crecer tan pronto como colocaron la losa. Como el féretro era de mala calidad (pidieron el ataúd más barato) la garfa no tuvo dificultad para despuntar deslizándose hacia la pared de la casa. Allí serpenteó hasta la ventana del dormitorio, se metió entre el montante y la peana, resbaló por el suelo escondiéndose tras la cómoda hasta el recodo de la pared para seguir tras la mesilla de noche y subir por la orilla del cabecero de la cama. Casi de un salto atravesó la garganta de Lucía, que ni ¡ay! dijo, para tirarse hacia la de Miguel, traspasándola.

Fue lo menos que pudo hacer el difunto: también es cuerno la uña.

martes, 4 de abril de 2017

"INFECTADA", POR LEILA GUERRIERO

Ilustración de Harry Clarke para
El pozo y el péndulo de Poe.
[Tomada de Wikipedia]
Rescato un artículo de Leila Guerriero, Infectada, aparecido hace poco más de dos meses en El País, que supone un canto a esa experiencia tan enriquecedora como es la de leer una obra literaria, algo a lo que tantas veces nos hemos referido en el blog. En esta ocasión, alejándose de esa perniciosa tendencia de lo "políticamente correcto", recuerda alguna de esas sobrecogedoras y perturbadoras lecturas realizadas de joven y que te marcan para siempre. Toda una invtación a la lectura de los grandes maestros, no apta para remilgados ni ñoños: Horacio Quiroga (La gallina degollada), Gabriel García Márquez (Crónica de una muerte anunciada), los cuentos y novelas de Jack London, Ray Bradbury (El país de octubre), Thomas Mann (Muerte en Venecia) o Edgar Allan Poe (El pozo y el péndulo).

INFECTADA

Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, y Matar a un ruiseñor, de Harper Lee, fueron retirados de los programas escolares de un condado de Virginia por quejas de una madre cuyo hijo adolescente se perturbó ya que incluían “insultos raciales y palabras ofensivas”. Sucede en Estados Unidos pero, como allí empieza todo (del nacionalismo recio al blanqueamiento dental), hacia allí vamos. Por eso quiero dejar expuesto mi pecado, del que no me arrepiento: para recordarme a mí misma, cuando los adolescentes sean almas tan sensibles que no puedan leer Platero y yo sin ir al psiquiatra, cómo era este mundo cuando podía lastimarte pero valía la pena. No me pesa, señor, ni me arrepiento de haber hojeado, siendo pequeña, libros que mis padres me pedían que no leyera porque tenían escenas de sexo o de violencia, ni de haber leído los cuentos bestiales de Horacio Quiroga donde nenitas preciosas eran degolladas por sus hermanos con deficiencias mentales, ni del chorro de entrañas de Santiago Nasar. No sé qué de todo eso me hizo lo que soy, alguien que era feliz incluso cuando creía que no lo era, que alguna vez leyó, asociada con Jack London, la frase “ningún hombre sobre mí” y la hizo su escudo. Pero no me arrepiento. De chica leí libros que me destrozaron —Los niños terribles, de Cocteau—, que me produjeron pesadillas —El país de octubre, de Bradbury—, o que no entendí —Muerte en Venecia, de Thomas Mann—. Y no estuve en el infierno pero sé cómo es porque leí El pozo y el péndulo, de Poe. Cuando este sea un mundo repleto de adolescentes hipersensibles que no puedan comer un pollo sin echarse a llorar, yo seguiré con mi presa entre los dientes, viviendo de la forma en que los libros me enseñaron a vivir. Me gusta mi mundo sucio, contradictorio, mugriento y bajo. No lo cambio por el lugar desinfectado que, dentro de poco, será.

jueves, 29 de octubre de 2015

TRES CUENTOS DE TERROR

Como cada año por estas fechas recuperamos el placer de contar relatos de terror en los días próximos a la festividad de Todos los Santos o Halloween o la Noche de las Brujas. Os dejo en esta ocasión tres cuentos de terror, obras maestras de la narración breve, considerados clásicos del género y que me gustan especialmente. Espero que disfrutéis con su lectura y que os resulten perturbadores y espeluznantes...

EL GATO NEGRO de Edgar Allan Poe


LA PATA DE MONO de William W. Jacobs


EL ALMOHADÓN DE PLUMAS de Horacio Quiroga

viernes, 21 de octubre de 2011

GÓTICOS: EL NUEVO ROMANTICISMO

Cuando hablamos de la estética romántica comentamos sus rasgos modernos: individualismo, rebeldía, expresión de los sentimientos, exaltación de la libertad,...Estas señas de identidad han sido la guía de diferentes movimientos artísticos desde el siglo XIX.
Desde hace unos años los "goticos" están de actualidad en el cine, la música, la literatura y la moda. Por su forma de entender el arte y la vida parecen ser hoy los herederos del movimiento romántico del siglo XIX.
En este enlace del periódico 20 minutos encontrarás más información sobre estos actuales amantes de los vampiros y los demonios, de la oscuridad y de la creatividad.

La profesora Ana Calvo nos sugiere que veamos Vincent, el cortometraje gótico de Tim Burton que homenajea al gran autor romántico Edgard Allan Poe. Para el que nunca haya leído nada de este escritor puede empezar por El corazón delator o El gato negro, dos relatos espeluznantes. En la página de ciudadseva  podéis encontrar más cuentos de Poe. Una edición económica en papel es la que tiene la editorial Austral.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

EL ESPÍRITU INSATISFECHO Y REBELDE DEL ROMANTICISMO

    Caspar David Friedrich, Caminante ante un mar de niebla, 1818

¿Qué es el Romanticismo? 
Antes de empezar a estudiar este movimiento cultural resulta interesante acercarse a algunas versiones musicales modernas basadas en obras de escritores románticos para descubrir ese espíritu romántico.
El grupo de power metal "Tierra santa" incluyó en su disco Tierras de Leyenda una versión musical del famoso poema "La canción del pirata" de José de Espronceda. Un auténtico canto a la libertad y a la rebeldía.

En este enlace puedes leer un cómic que trata la vida de este poeta español representante del Romanticismo: Cómic "José de Espronceda" de Fermín Solís.

El grupo "Radio Futura" hizo una versión del poema "Annabel Lee" de Edgar Allan Poe, el gran escritor romántico de Estados Unidos. Una historia de amor y de muerte que refleja la insatisfacción del autor.


El cine también se ha inspirado en las historias de los románticos. En la película "Remando al viento" de Gonzalo Suárez se cuenta la historia de cuatro personas que compiten por ser la que escribe la mejor historia de terror: son los escritores lord Byron, Percy B. Shelley y Mary Shelley y el doctor Polidori. De esta apuesta nació "Frankestein" de Mary Shelley, otra de las grandes historias creadas en el Romanticismo.