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viernes, 16 de marzo de 2018

INVITACIÓN A LA LECTURA Y ... A LA SINTAXIS

A partir de estos famosos comienzos de novelas de autores españoles e hispanoamericanos, os invito a leer algunas de estas magníficas novelas de los últimos sesenta años (cuando hayáis acabado todos los exámenes de este curso) y a practicar la sintaxis de la oración compuesta (como repaso de todo lo trabajado en clase).

El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.
[Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada]


Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo.
[Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte]


Es sabido que entre 1870 y el final del siglo, el hombre se hacía su propia ley en los territorios de New México (EE. UU.) con la pistola y el rifle. El que tenía mejores armas y mejores nervios se imponía. Era precisamente lo que sucedió por algún tiempo con Billy the Kid.
[Ramón J. Sender, El bandido adolescente]


Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el  proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi  persona.
[Ernesto Sábato, El túnel]


Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.
[Juan Rulfo, Pedro Páramo]


El primero en ver la carroña es Ahmed Ouallahi. Desde que Esteban cerró la carpintería hace más de un mes, Ahmed pasea todas las mañanas por La Marina. Su amigo Rachid lo lleva en el coche hasta el restaurante en que trabaja como pinche de cocina, y Ahmed camina desde allí hasta el rincón del pantano donde planta la caña y echa la red.
[Rafael Chirbes, En la orilla]


Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo.
[Gabriel García Márquez, Cien años de soledad]


No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados.
[Javier Marías, Corazón tan blanco]


2 de noviembre. He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así.
[Roberto Bolaño, Los detectives salvajes]


El hombre era alto y tan flaco que parecía siempre de perfil. Su piel era oscura, sus huesos prominentes y sus ojos ardían con fuego perpetuo.
[Mario Vargas Llosa, La guerra del fin del mundo]

viernes, 10 de mayo de 2013

EL BOOM DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA


Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y
Gabriel García Márquez
Hace cincuenta años, en la década de los sesenta del siglo pasado, la prensa comenzó a hablar de un boom de la novela latinoamericana. Bajo esa etiqueta aparecieron autores muy diversos, de promociones y edades diferentes, de países distintos. Si bien son muchas las novelas de gran calidad y originalidad que se publican en esa década, también es cierto que el movimiento de renovación de la narrativa hispanoamericana había empezado mucho antes.
Ni críticos ni historiadores ni lectores se ponen de acuerdo en  quiénes forman parte de ese boom. No se puede hablar de generación pero los novelistas que publican en aquellos años (Vargas Llosa, García Márquez, Donoso, Cabrera Infante) y quienes habían publicado en los años anteriores (Carpentier, Lezama Lima, Fuentes, Onetti, Sábato,...), desde planteamientos distintos, proponen una nueva novela  que busca una estética propia del continente americano (el barroquismo, el indigenismo, el realismo mágico), que experimenta con técnicas renovadoras y que muestra una actitud de compromiso contra las diversas formas de opresión y dictadura.
Cito algunos de los principales títulos de aquella década prodigiosa:  El astillero de Juan Carlos Onetti, La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato, El siglo de las luces de Alejo Carpentier,  Rayuela de Julio Cortázar, Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, Paradiso de José Lezama Lima, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez y Conversación en La Catedral de Vargas Llosa. Todas ellas son novelas fruto de una elaboración cuidadísima y nos sumergen en mundos muy sugestivos y diferentes entre sí. Como algunas de ellas son extremadamente complejas, sugiero a los que queráis leerlas que empecéis por los títulos mencionados de García Márquez, Vargas Llosa y Onetti. Son novelas que siempre resultan un descubrimiento deslumbrante para sus lectores.
Este fenómeno literario del boom, auspiciado y fomentado por editoriales, medios de comunicación y agentes literarios, perdió fuelle en los años setenta, aunque todos estos novelistas continuaron publicando y han mantenido viva la novela hispanoamericana hasta nuestros días, sirviendo de maestros en muchos casos a las nuevas generaciones de escritores. En 1971, además, el caso Padilla (poeta cubano que se vio obligado a autoinculparse de actitudes antirrevolucionarias) separó a estos autores que habían sido amigos y habían compartido ideas políticas (mostraron su admiración por la Revolución cubana de 1959). Las trayectorias literarias de cada uno discurrirán por caminos personales a partir de entonces.

Esta es la valoración que hacía sobre el boom Julio Cortázar, uno de sus más destacados autores, en una entrevista de 1977:

 

Para ampliar información sobre el boom podéis consultar este especial que el diario El País publicó en noviembre pasado con motivo de su cincuenta aniversario. Ahí encontraréis informaciones, estudios, valoraciones y lecturas sobre esos estupendos novelistas.