jueves, 19 de diciembre de 2019

#POEMA27: «HAY VOCES LIBRES» DE EMILIO PRADOS

Quiero compartir este poema de Emilio Prados en la convocatoria de #poema27 de Toni Solano, que conmemora el homenaje de los poetas de la Generación del 27 a Luis de Góngora en el Ateneo de Sevilla en 1927. Este canto a la libertad, tan necesaria ayer como hoy y siempre, pertenece a Andando, andando por el mundo, un libro gestado entre los años 1932 y 1935, influido por el surrealismo y la poesía social, y repleto de imágenes espléndidas en un juego de contrastes entre la libertad y las cadenas.

Hay voces libres
y hay voces con cadenas
y hay piedras y leño y despejada llama que consume;
hombres que sangran con el sueño
y témpanos que se derrumban sobre las calles sin gemido.

Hay límites en lo que no se mueve entre las manos
y en lo que corre corre y huye como una herida,
en la arena intangible cuando el sol adormece
y en esa inconfundible precisión de los astros...

Hay límite en la conversación tranquila que no pretende
y en el vientre estancado que se levanta y gira como una peonza.
Hay límites en ese líquido que se derrama
intermitentemente mientras los ojos de los niños
preguntan y preguntan a una voz que no llaman...
En la amistad hay límites
y en esas flores enamoradas que nada escuchan.

Hay límites
y hay cuerpos.
Hay voces libres
y hay voces con cadenas.
Hay barcos que cruzan lentos sobre los lentos mares
y barcos que se hunden medio podridos en el cieno profundo.
Hay manteles tendidos a la luz de la luna
y cuerpos que tiritan sin sombra bajo la oscuridad de la miseria...

Hay sangre:
sangre que duerme y que descansa
y sangre que baila y grita al compás de la muerte;
sangre que se escapa de las manos cantando
y sangre que se pudre estancada en los cuencos.
Hay sangre que inútilmente empaña los cristales
y sangre que enloquecida se dispara
y sangre que se ordena gota a gota para nunca entregarse.
Hay sangre que no se dice y si se dice
y sangre que se calla y se calla...
Hay sangre que rezuma medio seca bajo las telas sucias
y sangre floja baja las penas que se para y no sale.

Hay voces libres
y voces con cadenas
y hay palabras que se funden al chocar contra el aire
y corazones que golpean en la pared como una llama.
Hay límites
y hay cuerpos.

martes, 17 de diciembre de 2019

SÍ, «PRESIDENTA»: GRAMÁTICA CONTRA LA ESTUPIDEZ

Quiero compartir este artículo de Álex Grijelmo, aparecido en El País el pasado 15 de diciembre, porque presenta de forma muy clara y rigurosa el uso correcto de «presidenta» en castellano, a pesar de que algunos con mala fe eviten su uso. Leer y estudiar gramática es un estupendo antídoto contra la estupidez.

La "presidente" del Congreso, según Vox
Foto de El País
Yo creo que el diputado Iván Espinosa de los Monteros, de Vox, felicitó a Meritxell Batet como presidenta del Congreso sólo para llamarla cuatro veces “la presidente”.
Por Internet, WhatsApp y otras calles y mercados circula desde hace años un texto con la errónea explicación de una supuesta profesora de lengua contra la forma “presidenta”. En ella se confunde el sustantivo “ente” con el sufijo –nte (o, por decirlo mejor, con el infijo –nt y las terminaciones –e y –a que marcan el género). Muchas personas han tomado por buenos sus falsos argumentos.
Lo que ocurre en realidad es que la tuerca -nte que se ensambla en ciertas palabras no procede de “ente” (el ser, el que es), sino que este término contiene también esa pieza. Además, los sufijos –nte y -nta no se adhieren sólo a verbos, sino que sirven para expresar que algo o alguien ejecutan la acción evocada en la raíz (ya sea una raíz castellana o ya se heredase del latín). Estos vocablos pueden relacionarse con un verbo conocido (“actuante”, “apoyante”, “leyente”)… o haber vuelto opaco su rastro latino para la conciencia popular (“reticente”, “detergente”, “gerente”…); o proceder de un sustantivo (“comediante”, “abracadabrante”).
Quien redactara la citada negación de “presidenta” parecía desconocer que esa voz entra en la lengua castellana un siglo antes que “presidir”, pues se registra en 1495; mientras que el verbo aparece en 1607 (Corominas y Pascual). Por tanto, “presidente” no se puede considerar una derivación verbal desarrollada en nuestro sistema; sino un sustantivo previo y, por tanto, más favorable a la flexión de género.
Por ejemplo, se lee en 1614 en un documento relativo al nombramiento de “presidenta y priora” del convento de las Trinitarias de Madrid. Y este femenino figura en el Diccionario académico nada menos que desde 1803 (“la que manda y preside en alguna comunidad”).
Además, otras muchas palabras que terminan en –nta nos acompañan desde hace decenios: “clienta”, “intendenta”, “parienta”, “parturienta”, “gerenta”, “lianta”, “principanta”, “hambrienta”, “harapienta”, "tunanta", “pretendienta”, “comedianta”…; aunque también usemos otras que no se desdoblan: “cantante”, “dirigente”, “representante”, “atacante”, “estudiante”…, vocablos estos últimos en los que el pueblo sigue percibiendo en primer plano la actividad del verbo, más que la individualidad del sustantivo.
¿Qué sucede entonces con “presidente” para que alguien crea que no puede mutarse mediante la flexión del femenino? Pues ocurre que, además de desconocer que había llegado antes que “presidir”, algunos no ven reparo en que existan “sirvientas”, “asistentas” y “dependientas”, pero sí en que el femenino alcance a las mujeres que desempeñan un puesto de alta responsabilidad o de gran poder político.
Ahora bien, en algunos países de América se ha mantenido la opción “la presidente”. No hay nada que oponer, porque eso forma parte del habla de cada lugar y con tal formulación no se oculta que se trate de una mujer (gracias al artículo). La misma información nos da “la presidente” que “la presidenta”.
Sin embargo, resulta chusco que en un ámbito donde el pueblo ha extendido sin discusión “la presidenta”, como en España, un representante de ese mismo pueblo elija la alternativa “la presidente”.
El genio del idioma es analógico, y “la presidenta” dispone, como hemos visto, de historia y antecedentes (analogías) que posibilitan esa flexión en femenino. Elegir en España “la presidente” no son ganas de cuidar la gramática, son ganas de tocar las narices.

martes, 10 de diciembre de 2019

CAROLINA CORONADO, UNA POETA ROMÁNTICA


Retrato de Carolina Coronado por
Francisco Madrazo
(tomado de Wikipedia).
Presento en esta entrada a Carolina Coronado, una poeta que publicó en los años que mediaron entre el momento en que  surgieron los poetas románticos de los años treinta del siglo XIX como Espronceda y los años en que empezaron a publicar Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Su obra supone el anuncio de una nueva poesía más intimista. Es una de esas autoras olvidadas que rara vez aparecen en los libros de texto y por eso aquí quiero recordarla.
En los dos poemas amorosos que comparto está presente Alberto, su primer novio. En el soneto «Siempre tú» evoca cuatro «diciembres» consecutivos en los que se suceden el enamoramiento (primer cuarteto), la marcha de Alberto a América (segundo cuarteto), la espera de la vuelta del amado (primer terceto) y la muerte de Alberto (segundo terceto). A pesar de todo la pasión no ha cesado.
            SIEMPRE TÚ
         La niebla del diciembre quebrantaba
del sol los melancólicos fulgores
cuando en mi corazón de tus amores
el acento primero resonaba.
         El segundo diciembre se acercaba
trayendo para mí nieblas mayores
que a merced de los vientos bramadores
tu nave en el Atlántico bogaba.
         Y el diciembre tercero aparecía
templado, alegre como el mayo hermoso
y eras tú mi suspiro todavía.
         El cuarto, arrebatado, tempestuoso,
vino a robarme la ventura mía
¡ay!, mas no a dar a mi pasión reposo.

En los cuartetos de «Nada resta de ti» se dirige a su amado con profunda tristeza, deseosa de haber muerto también junto a él en el mar y lamentado enfáticamente su mala suerte. 
                   
         Nada resta de ti… Te hundió el abismo…
Te tragaron los monstruos de los mares.
No quedan en los fúnebres lugares
ni los huesos siquiera de ti mismo.
         Fácil de comprender, amante Alberto,
es que perdieras en el mar la vida,
mas no comprende el alma dolorida
cómo yo vivo cuando tú ya has muerto.
         Darnos la vida a mí y a ti la muerte;
darnos a ti la paz y a mí la guerra,
dejarte a ti en el mar y a mí en la tierra
¡es la maldad más grande de la suerte!…