La
realidad nos persigue. Yo
escribo maravillas, la realidad me las plagia.
La
novela de folletín era un tipo de novela por entregas marcadamente
melodramática, dominada por la acción trepidante, con grandes dosis de suspense
y misterio, y protagonizada por personajes de corte romántico muy tópicos y
estereotipados. Estas novelas acapararon el mercado editorial español desde
1840 a 1870 y se presentaban como un producto a medida de los gustos del
público.
En 1870
Benito Pérez Galdós achacaba la falta de una novela realista («de observación»,
como la llamaba él), como la que triunfaba en Francia o en Inglaterra, a la
influencia y el predominio de estas «novelas de impresiones y de movimiento»,
que hoy llamamos novelas de folletín. Así nos describe este tipo de novelas:
Esta gente
que lee, estos españoles que gustan de comprar una novela y la devoran de cabo
a rabo, estimando de todo corazón al ingenio que tal cosa produjo, se abastece
en un mercado especial. El pedido de este lector especialísimo es lo que
determina la índole de la novela. Él la pide a su gusto, la ensaya, da el
patrón y la medida; y es preciso servirle. Aquí tenemos explicado el fenómeno,
es decir, la sustitución de la novela nacional de pura observación, por esa otra
convencional y sin carácter, género que cultiva cualquiera, peste nacida en
Francia, y que se ha difundido con la pasmosa rapidez de todos los males
contagiosos. El público ha dicho: “Quiero traidores pálidos y de mirada
siniestra, modistas angelicales, meretrices con aureola, duquesas averiadas,
jorobados románticos, adulterios, extremos de amor y de odio”, y le han dado
todo esto. Se lo han dado sin esfuerzo, porque estas máquinas se forjan con
asombrosa facilidad por cualquiera que haya leído una novela de Dumas y otra de
Soulié. El escritor no se molesta en hacer otra cosa mejor, porque sabe que no
se la han de pagar; y esta es la causa única de que no tengamos novela. El
género literario en que se ocupan con algún resultado nuestros desdichados
literatos, y el que sostiene algunas pequeñas industrias editoriales, es el de
la novela de impresiones y movimiento, cuya lectura ejerce una influencia tan
marcada en la juventud del día, reflejándose en nuestra educación y dejando en
nosotros una huella que tal vez dura toda la vida.
José
Ido del Sagrario, uno de esos personajes recurrentes que deambulan por varias
novelas de Benito Pérez Galdós, encarna perfectamente la figura de este tipo de
autor de «novelas de impresiones y de movimiento» o, como le dirá su editor, «obra
de mucho sentimiento, que haga llorar a la gente y que esté bien cargada de
moralidad». En el primer capítulo de Tormento
nos da cuenta de algunas reflexiones que comparte con su amigo Felipe
Centeno («Aristóteles»), entre cafés y copas, sobre la naturaleza de este género.
Ido
del Sagrario, repárese en su nombre, empezó como escribiente al servicio de un
autor de novelas por entregas y cuando este enfermó pasó a ser «colaborador», o
como diríamos hoy negro, a quien el
editor le dictaba los comienzos que él debía continuar. En el momento en que
habla (1867) está a la espera de trabajar por su cuenta. Así explica el tipo de
argumentos que desarrolla en una de sus novelas:
Todo
es cosa de Felipe II, ya sabes, hombres embozados, alguaciles, caballeros flamencos,
y unas damas, chico, más quebradizas que el vidrio y más combustibles
que la yesca...; el Escorial, el Alcázar de Madrid, judíos, moriscos,
renegados, el tal Antoñito Pérez, que para enredos se pinta solo, y la muy
tunanta de la princesa de Éboli, que con un ojo solo ve más que cuatro; el
Cardenal Granvela, la Inquisición, el príncipe D. Carlos, mucha falda, mucho
hábito frailuno, mucho de arrojar bolsones de dinero por cualquier servicio,
subterráneos, monjas levantadas de cascos, líos y trapisondas, chiquillos
naturales a cada instante, y mi D. Felipe todo lleno de ungüentos...
Para
crear este tipo de intrigas, que le reportan un buen dinero, la principal
facultad que debe tener es, según su editor, «imaginación volcánica: tres
cabezas en una».
Al
final de la conversación, Ido del Sagrario le cuenta a su amigo, y a todos los lectores de la novela, el argumento de la historia que
está escribiendo, inspirado en dos muchachas jóvenes honradas:
He puesto en la tal obra dos niñas bonitas,
pobres, se entiende, muy pobres, yque viven siempre con más apuro que el
último día de mes... Pero son más honradas que el Cordero Pascual. Ahí está la
moralidad, ahí está, porque esas pollas huerfanitas que solicitadas de tanto
goloso, resisten valientes y son tan ariscas con todo el que les hable de
pecar, sirven de ejemplo a las mozas del día. Mis heroínas tienen los dedos
pelados de tanto coser, y mientras más les aprieta el hambre, más se
encastillan ellas en su virtud. El cuartito en que viven es una tacita de
plata. Allí flores vivas y de trapo, porque la una riega los tiestos de
minutisa, y la otra se dedica a claveles artificiales. Por las mañanas, cuando
abren la ventanita que da al tejado... Quisiera leértelo... Dice: «Era una
hermosa mañana del mes de Mayo. Parecía que la Naturaleza...». [...] En esto tocan a la puerta. Es un lacayo con una
carta llena de billetes de Banco. Las dos niñas bonitas se ponen furiosas, le
escriben al marqués en perfumado pliego... y me le ponen que no hay por donde
cogerlo. Total, que ellas quieren más la palma que el dinero. ¡Ah!, me olvidaba
de decirte que hay una duquesa más mala que la mala landre, la cual quiere
perder a las chicas por la envidia que tiene de lo guapas que son... También
hay un banquero que no repara en nada. Él cree que todo se arregla con puñados
de billetes. ¡Patarata! Yo me inspiro en la realidad. ¿Dónde está la honradez?
En el pobre, en el obrero, en el mendigo. ¿Dónde está la picardía? En el rico,
en el noble, en el ministro, en el general, en el cortesano... Aquellos
trabajan, estos gastan. Aquellos pagan, estos chupan. Nosotros lloramos y ellos
maman. Es preciso que el mundo...
Ido
del Sagrario se inspira en dos vecinas para la creación de su obra, que resultan ser las
huérfanas de Sánchez Emperador. La
realidad nos persigue. Yo
escribo maravillas, la realidad me las plagia, dirá en un último arrebato. Y a partir del siguiente capítulo de Tormento entraremos, de la mano de los
Bringas, en la historia protagonizada por Amparo Sánchez, Agustín Caballero y
Pedro Polo, una trama folletinesca, como las que devoraría el joven Galdós,
pero tratada desde una perspectiva realista y naturalista, lo que convertirá a
la novela en una estupenda parodia del género del folletín.