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viernes, 30 de octubre de 2020

RELATOS DE MUERTOS

 Fue cerca del camposanto cuando sentí removerse dentro de la caja al pobre Bieito. (De los cuatro portadores del ataúd yo era uno). ¿Lo sentí o fue aprensión mía? Entonces no podría asegurarlo. ¡Fue un rebullir tan suave!…. Como la tenaz carcoma que roe, roe en la noche, roe desde entonces en mi magín enfervorizado aquel suave rebullir.

Rafael Dieste, Acerca de la muerte de Bieito

Pintura de Antoine Wiertz, tomada de Wikipedia

Otras vísperas de la Noche de Difuntos y del Día de Todos los Santos he recogido en el blog cuentos de terror (por ejemplo, de Edgard Allan Poe, de Ambrose Bierce, de William Jacobs, de Horacio Quiroga, o los aparecidos en la entrada «Cuentos y microcuentos de fantasmas»), leyendas (como las de Gustavo Bécquer, que nos acompañan todos los cursos en 4º de ESO, como El Monte de las Ánimas, La cruz del diablo o El miserere) o microcuentos de terror (de Alfonso Sastre, de Fernando Iwasaki o los recogidos en la entrada «Pequeñas dosis de terror»), que tanto gusta leer siempre porque erizan la piel y perturban y espantan con el exclusivo recurso de la palabra. Como recordaba Gustavo Adolfo Bécquer en El Monte de las Ánimas,  en estas fechas siempre se contaban estos «cuentos temerosos» en los que los protagonistas eran siempre espectros, aparecidos, fantasmas y almas en pena. Y fieles a la cita, seguiremos invitando a la lectura de este tipo de literatura.

En esta entrada quiero presentar, ayudado por la extraordinaria Antología española de literatura fantástica preparada por Alejo Martínez Martín, una pequeña selección de cinco textos narrativos de nuestra literatura en los que los protagonistas no son los vivos, sino los muertos, en unos relatos en que aparecen algunos de los motivos típicos de este tipo de literatura como el entierro prematuro o el regreso del más allá. 
 
Espero que los lectores del blog disfruten (y se espeluznen) con alguno de estos relatos sobre la muerte, verdaderos clásicos de nuestra literatura.

En alguno de estos y otros relatos de difuntos y de terror no dejan de aparecer el humor o la ironía, siempre tan reconfortantes. Valga como ejemplo este microcuento del siempre admirado Max Aub.

La uña

El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de Pedro Pérez, enterrado ayer, empezó a crecer tan pronto como colocaron la losa. Como el féretro era de mala calidad (pidieron el ataúd más barato) la garfa no tuvo dificultad para despuntar deslizándose hacia la pared de la casa. Allí serpenteó hasta la ventana del dormitorio, se metió entre el montante y la peana, resbaló por el suelo escondiéndose tras la cómoda hasta el recodo de la pared para seguir tras la mesilla de noche y subir por la orilla del cabecero de la cama. Casi de un salto atravesó la garganta de Lucía, que ni ¡ay! dijo, para tirarse hacia la de Miguel, traspasándola.

Fue lo menos que pudo hacer el difunto: también es cuerno la uña.

miércoles, 17 de junio de 2020

FALSAS ATRIBUCIONES LITERARIAS, ENTRE LA IMPOSTURA Y EL JUEGO


Se acerca el final de curso, un curso extraño y singular, sin duda, e inevitablemente en las revistas escolares o en los blogs o en las páginas webs de colegios e institutos o en los actos de clausura (virtuales) se volverán a repetir los acostumbrados tópicos sobre la enseñanza y el aprendizaje y los textos sobre educación o motivación que tanto gustan en estos momentos en que se termina una etapa educativa o un curso escolar. 
Un falso Modigliani. Por Elmyr de Hory
Y ciertamente entre estos últimos textos se advierte, desde hace ya un tiempo, un especial regusto por citar tres o cuatro con especial reiteración. Y curiosamente en cuanto uno se pone a rastrear la autoría de esos textos pronto se da cuenta de que han sido atribuidos falsamente a autores de gran prestigio en nuestra literatura como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Mario Benedetti o Gabriel Celaya. Y calamitosamente caemos en alguno de los principales errores que deberíamos evitar, al menos, en el campo educativo, el de no ejercer la crítica y la lectura competente, por ejemplo. Y eso que en el estudio de la literatura ya estamos prevenidos y conocemos las historias de autores apócrifos como Mateo Luján de Sayavedra y Alonso Fernández de Avellaneda o casos como los de Lope de Vega (a quien se atribuyen más de mil obras, pero solo son suyas unas trescientas, según los estudios filológicos) o Calderón de la Barca que en 1677 se quejaba en el prólogo a una edición de sus autos sacramentales de la publicación de textos que «sin ser míos andan con mi nombre».

En los últimos días, por otras razones, los medios de comunicación han hablado de este asunto que tanto revuelo levanta siempre en las redes. Valgan estos dos ejemplos: el artículo de Verne en El País Este poema no es de Neruda: hablamos con los autores apócrifos clásicos de internet y el programa Por fin no es lunes de Onda Cero en esta entrevista con la profesora Susana Gil-Albarellos.

Aunque en la mayoría de los casos la falsa atribución esté desautorizada, paradójicamente sigue triunfando. Hagamos un repaso por algunos de esos textos que todavía se siguen leyendo y citando recurrentemente en Internet.
El primero es un poema atribuido a Gabriel Celaya que en varios institutos he visto repetir como homenaje a los profesores que se iban a jubilar o como exaltación de la profesión:
Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
Hay que medir, pensar, equilibrar…
y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.
El profesor Antonio Chicharro nos reveló en su blog la verdadera autoría del poema: el hermano de La Salle Fermín Gainza. A pesar de ello, la falsa atribución sigue teniendo éxito.
Otro poema de carácter motivante, en la línea de la literatura de autoayuda, muy frecuente en estas fechas, es el atribuido a Mario Benedetti, No te rindas. A pesar de las búsquedas de su autoría nadie ha logrado revelar el nombre del poeta.
El poema Instantes, otras veces titulado Momentos, ha sido atribuido erróneamente a Jorge Luis Borges.
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

En Wikipedia se hace un análisis exhaustivo del origen del equívoco y de la verdadera autoría que recaería en Don Herold, contradiciendo a su vez a María Kodama, la esposa de Borges, quien lo atribuyó a la escritora estadounidense Nadine Stair, autora de la que incluso se duda de su existencia, como avala Ivan Almeida en un artículo que puede leerse también en internet. Este estudio termina con estas palabras que aportan una nueva e irónica valoración de las falsas atribuciones: «No hay que olvidar que, a pesar de todo […] hay personas a quienes la lectura de Instantes ha llevado a descubrir Ficciones. Quizá la historia de la literatura sea la historia de algunos grandes errores de lectura. Por suerte, Borges escribió un texto célebre, llamado Borges y yo. Nunca sabremos a cuál de los dos le está sucediendo esta historia. Pero podemos estar seguros de que el otro se divierte jubilosamente».
Otro de los autores a los que se le han atribuido erróneamente numerosos poemas es Pablo Neruda. La Fundación dedicada al poeta ya sentenció que Muere lentamente quien no viaja, Nunca te quejes o Queda prohibido no son obra del poeta chileno. Según Adriana Valenzuela, bibliotecaria de la Fundación Pablo Neruda, Muere lentamente quien no viaja es de la autora brasileña Martha Medeiros, Queda prohibido es del escritor español Alfredo Cuervo, como atestigua el artículo citado antes de Verne, y Nunca te quejes es de autor desconocido. A pesar de todo ello, cuando buscamos en la red cualquiera de estos versos muchas páginas siguen atribuyendo a Neruda su autoría.
Nunca te quejes de nadie, ni de nada,
porque fundamentalmente tú has hecho
lo que querías en tu vida.

Acepta la dificultad de edificarte a ti
mismo y el valor de empezar corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre surge de
las cenizas de su error.

Nunca te quejes de tu soledad o de tu
suerte, enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de
tus actos y prueba que tú siempre
has de ganar.[…]

Termino este pequeño repaso por algunas de las falsas atribuciones que triunfan en Internet con un par de breves reflexiones. Los lectores debemos estar alerta siempre en el acto de la lectura pues somos piezas esenciales de él junto al autor y la obra, por lo que la mejora de nuestra competencia lectora nunca tenemos que darla por concluida. Y en nuestro acceso a la información a través de las redes, no debemos creer todo lo que vemos escrito sin más, aun en páginas reputadas.
Para otro momento dejo el apasionante juego de las metafalsificaciones, cimentado en la ironía, como el que demostró Max Aub en su ingeniosa Antología traducida o el que llevó a cabo en la prestigiosa revista Quimera Vicente Luis Mora, quien suplantó brillantemente a diferentes críticos y estudiosos, en un número dedicado a Literatura y falsificación, siguiendo la estela de otros autores como Clarín que ya había practicado estos juegos en sus Folletos literarios. Todo ello sin perder de vista el excelente cuento de Jorge Luis Borges Pierre Menard, autor del Quijote, que termina con estas sugerentes palabras: Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas. Esa técnica de aplicación infinita nos insta a recorrer la Odisea como si fuera posterior a la Eneida y el libro Le jardin du Centaure de madame Henri Bachelier como si fuera de madame Henri Bachelier. Esa técnica puebla de aventura los libros más calmosos. Atribuir a Louis Ferdinand Céline o a James Joyce la Imitación de Cristo ¿no es una suficiente renovación de esos tenues avisos espirituales?
Las falsas atribuciones ya no son una impostura, sino que se convierten en todo un estupendo juego literario en el que se reflexiona sobre la autoría de la obra y se abre el camino a géneros como la autoficción o la metaficción.

viernes, 22 de mayo de 2020

EN TORNO A SENDER Y «RÉQUIEM POR UN CAMPESINO ESPAÑOL»



Ramón J. Sender
En 2001, en el centenario del nacimiento de Ramón J. Sender, el crítico Rafael Conte ya nos advertía de que a pesar de haber sido «el quinto máximo narrador de toda nuestra historia literaria, detrás de —compaginando cantidad y calidad— Cervantes, Galdós, Baroja y Cela», Sender todavía no había encontrado «el debido lugar que, sin duda alguna, merece en nuestra historia, nuestra cultura y nuestra literatura de todos los tiempos». En estos años poco se ha avanzado en esta línea en la labor de las instituciones culturales, aunque en los institutos de secundaria de toda España su obra de gran «poderío literario e histórico» sigue siendo estudiada y leída por multitud de estudiantes.
En nuestro caso nos acercaremos a Réquiem por un campesino español, una obra maestra, considerada una de las mejores novelas españolas cortas de nuestra historia y que como ya se comentó en otra entrada del blog es considerada uno de nuestros «clásicos». La novela, debido a su fuerte simbolismo, admite diferentes lecturas: una lectura ética sobre la dignidad del hombre (¿cómo es la actitud de Paco en su vida?, ¿cómo se aborda el conflicto ético de mosén Millán?, ¿es perdonado este personaje por el pueblo?), una lectura sobre la justicia social (¿qué dos mundos sociales se enfrentan en la novela?, ¿se inclina por alguno el autor?) y una lectura política sobre la Guerra Civil (¿son la vida y la muerte de Paco representación simbólica del drama de la Guerra Civil?). Pero, por encima de todo, como apuntó Max Aub, es un relato extraordinario y una tragedia impresionante.

Sirvan como introducción a Sender estas palabras del ya mencionado crítico Rafael Conte, recogidas en la interesantísima página del Centro Virtual Cervantes dedicada a nuestro autor:
«Se lo ha acusado de ser un escritor muy desigual, y desde luego es lógico que así sea, como sucede en todos los casos de escritores de tan larga obra (Balzac, Galdós, Baroja mismo), pero lo cierto es que en todos y cada uno de sus títulos su fuerza y la intensidad de sus propuestas están fuera de toda sospecha: nunca fue un escritor frágil, ni blando, ni acomodaticio, sino un rebelde a pesar de sus fluctuaciones ideológicas y estéticas. Tampoco fue un escritor cómodo, ni fácil, ni demasiado sencillo, a pesar de la transparencia de su prosa —que nació en el periodismo, profesión que apuesta siempre por la comunicabilidad, sobre todo— pero la proliferación arrebatada de su obra permite al lector elegir dentro de ello lo que prefiera. Fue un narrador comprometido y realista en sus principios, partidario de la justicia social, de la libertad y la democracia, cuando se convirtió en uno de los periodistas más célebres y reconocidos de los años republicanos, que se hizo célebre como novelista con su primera novela Imán (1930, sobre la guerra de Marruecos), cantó a los anarquistas en Siete domingos rojos, se hizo fantástico y onírico en La noche de las cien cabezas y obtuvo el premio nacional de literatura en 1935 con una obra maestra, Míster Witt en el Cantón, una asombrosa novela histórica —aplicada a su misma circunstancia política— sobre la sublevación del Cantón de Cartagena en el siglo XIX, en la época de la efímera primera república española.

Luego vino la guerra civil, en la que Sender combatió en las filas republicanas, tras el asesinato de su esposa en Zamora y de un hermano en Huesca, y durante la cual se separó de los comunistas, de quienes había llegado a ser antes un buen compañero de viaje. Luego llegó el exilio en México durante siete años, y finalmente en los Estados Unidos, donde trabajó como profesor en Nuevo México y California, donde falleció ya jubilado; pero no dejó de escribir jamás durante su largo exilio, publicando casi cien libros más a lo largo de toda la geografía americana, entre los que hay muchos de primera magnitud: El lugar de un hombre, La esfera, Crónica del alba, Epitalamio del prieto Trinidad, El rey y la reina, El verdugo afable, Réquiem por un campesino español, Bizancio, Los cinco libros de Ariadna, La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, dramas como Comedia del Diantre y Don Juan en la mancebía, los poemas reunidos en Libro armilar de poesía y memorias bisiestas y sus grandes ensayos finales de Monte Odina o los aforismos y pensamientos del póstumo Toque de queda.

Absolutamente prohibido en España durante el primer franquismo, a partir de 1964 pudo ir publicando o reeditando alguno de sus libros en el interior de su país, donde gozó de cierta celebridad hasta más o menos la muerte de Franco. Crónica del alba recibió el premio ciudad de Barcelona, y obtuvo el Planeta en 1969 con En la vida de Ignacio Morel. Viajó a España en 1972 y 1974, pero su evolución ideológica hacia posiciones más conservadoras decepcionó a sus lectores más jóvenes. De hecho, recuperó casi al final la nacionalidad española, publicó más de treinta libros en los últimos diez años y falleció cuando ya estaba preparando su regreso definitivo».