viernes, 22 de mayo de 2020

EN TORNO A SENDER Y «RÉQUIEM POR UN CAMPESINO ESPAÑOL»



Ramón J. Sender
En 2001, en el centenario del nacimiento de Ramón J. Sender, el crítico Rafael Conte ya nos advertía de que a pesar de haber sido «el quinto máximo narrador de toda nuestra historia literaria, detrás de —compaginando cantidad y calidad— Cervantes, Galdós, Baroja y Cela», Sender todavía no había encontrado «el debido lugar que, sin duda alguna, merece en nuestra historia, nuestra cultura y nuestra literatura de todos los tiempos». En estos años poco se ha avanzado en esta línea en la labor de las instituciones culturales, aunque en los institutos de secundaria de toda España su obra de gran «poderío literario e histórico» sigue siendo estudiada y leída por multitud de estudiantes.
En nuestro caso nos acercaremos a Réquiem por un campesino español, una obra maestra, considerada una de las mejores novelas españolas cortas de nuestra historia y que como ya se comentó en otra entrada del blog es considerada uno de nuestros «clásicos». La novela, debido a su fuerte simbolismo, admite diferentes lecturas: una lectura ética sobre la dignidad del hombre (¿cómo es la actitud de Paco en su vida?, ¿cómo se aborda el conflicto ético de mosén Millán?, ¿es perdonado este personaje por el pueblo?), una lectura sobre la justicia social (¿qué dos mundos sociales se enfrentan en la novela?, ¿se inclina por alguno el autor?) y una lectura política sobre la Guerra Civil (¿son la vida y la muerte de Paco representación simbólica del drama de la Guerra Civil?). Pero, por encima de todo, como apuntó Max Aub, es un relato extraordinario y una tragedia impresionante.

Sirvan como introducción a Sender estas palabras del ya mencionado crítico Rafael Conte, recogidas en la interesantísima página del Centro Virtual Cervantes dedicada a nuestro autor:
«Se lo ha acusado de ser un escritor muy desigual, y desde luego es lógico que así sea, como sucede en todos los casos de escritores de tan larga obra (Balzac, Galdós, Baroja mismo), pero lo cierto es que en todos y cada uno de sus títulos su fuerza y la intensidad de sus propuestas están fuera de toda sospecha: nunca fue un escritor frágil, ni blando, ni acomodaticio, sino un rebelde a pesar de sus fluctuaciones ideológicas y estéticas. Tampoco fue un escritor cómodo, ni fácil, ni demasiado sencillo, a pesar de la transparencia de su prosa —que nació en el periodismo, profesión que apuesta siempre por la comunicabilidad, sobre todo— pero la proliferación arrebatada de su obra permite al lector elegir dentro de ello lo que prefiera. Fue un narrador comprometido y realista en sus principios, partidario de la justicia social, de la libertad y la democracia, cuando se convirtió en uno de los periodistas más célebres y reconocidos de los años republicanos, que se hizo célebre como novelista con su primera novela Imán (1930, sobre la guerra de Marruecos), cantó a los anarquistas en Siete domingos rojos, se hizo fantástico y onírico en La noche de las cien cabezas y obtuvo el premio nacional de literatura en 1935 con una obra maestra, Míster Witt en el Cantón, una asombrosa novela histórica —aplicada a su misma circunstancia política— sobre la sublevación del Cantón de Cartagena en el siglo XIX, en la época de la efímera primera república española.

Luego vino la guerra civil, en la que Sender combatió en las filas republicanas, tras el asesinato de su esposa en Zamora y de un hermano en Huesca, y durante la cual se separó de los comunistas, de quienes había llegado a ser antes un buen compañero de viaje. Luego llegó el exilio en México durante siete años, y finalmente en los Estados Unidos, donde trabajó como profesor en Nuevo México y California, donde falleció ya jubilado; pero no dejó de escribir jamás durante su largo exilio, publicando casi cien libros más a lo largo de toda la geografía americana, entre los que hay muchos de primera magnitud: El lugar de un hombre, La esfera, Crónica del alba, Epitalamio del prieto Trinidad, El rey y la reina, El verdugo afable, Réquiem por un campesino español, Bizancio, Los cinco libros de Ariadna, La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, dramas como Comedia del Diantre y Don Juan en la mancebía, los poemas reunidos en Libro armilar de poesía y memorias bisiestas y sus grandes ensayos finales de Monte Odina o los aforismos y pensamientos del póstumo Toque de queda.

Absolutamente prohibido en España durante el primer franquismo, a partir de 1964 pudo ir publicando o reeditando alguno de sus libros en el interior de su país, donde gozó de cierta celebridad hasta más o menos la muerte de Franco. Crónica del alba recibió el premio ciudad de Barcelona, y obtuvo el Planeta en 1969 con En la vida de Ignacio Morel. Viajó a España en 1972 y 1974, pero su evolución ideológica hacia posiciones más conservadoras decepcionó a sus lectores más jóvenes. De hecho, recuperó casi al final la nacionalidad española, publicó más de treinta libros en los últimos diez años y falleció cuando ya estaba preparando su regreso definitivo».

No hay comentarios:

Publicar un comentario