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sábado, 16 de diciembre de 2023

#POEMA 27: «CERO» DE PEDRO SALINAS

Otro año más volvemos a sumarnos a la convocatoria del profesor Toni Solano para llenar las redes de poemas de los autores de la Generación del 27. En esta ocasión el poema elegido es «Cero» de Pedro Salinas. Sin duda, el horror que se está viviendo en Palestina en los dos últimos meses (y no solo en este tiempo), con más de 20000 muertos, nos ha llevado a proponer la lectura de este larguísimo poema de cuatrocientos versos sobre la bomba atómica que cierra su obra Todo más claro (1949). Aunque su publicación en revista data de 1944, antes de las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki, sorprende muchísimo que Salinas viera la explosión antes de producirse. En muchos versos de este poema, entre llantos y escombros, con el triunfo de la muerte y lo peor del ser humano, leemos cómo los poetas del 27 también fueros sensibles a las cuestiones palpitantes de su tiempo.

Entre sus versos destacamos estos que resultan especialmente estremecedores del principio:

Invitación al llanto. Esto es un llanto,

ojos, sin fin, llorando,

escombrera adelante, por las ruinas

de innumerables días.

Ruinas que esparce un cero -autor de nadas, 

obra del hombre-, un cero, cuando estalla.

Y estos de la parte final:

Lo que era suma en un instante es polvo.

¡Qué derroche de siglos, un momento!

No se derrumban piedras, no, ni imágenes;

lo que se viene abajo es esa hueste

de tercos defensores de sus sueños.

Tropa que dio batalla a las milicias

mudas, sin rostro, de la nada; ejército

que matando a un olvido cada día

conquistó lentamente los milenios.

Se abre por fin la tumba a que escaparon;

les llega aquí la muerte de que huyeron.

Ya encontré mi cadáver, el que lloro.

Cadáver de los muertos que vivían

salvados de sus cuerpos pasajeros.

Un gran silencio en el vacío oscuro,

un gran polvo de obras, triste incienso,

canto inaudito, funeral sin nadie.

Yo sólo le recuerdo, al impalpable,

al NO dicho a la muerte, sostenido

contra tiempo y marea: ése es el muerto.

Soy la sombra que busca en la escombrera.

Con sus siete dolores cada una

mil soledades vienen a mi encuentro. […]

_______

En esta entrada encontraréis las aportaciones que hicimos en cursos pasados para difundir la voz de los poetas del 27.

martes, 21 de noviembre de 2017

ORTEGA Y GASSET Y LA GENERACIÓN DEL 27

José Ortega y Gasset
La influencia del filósofo José Ortega y Gasset es fundamental en los poetas del 27 durante la década de los años veinte. A través de la Revista de Occidente, que él dirigía y que se mostró siempre receptiva a las últimas corrientes del pensamiento europeo, dio a conocer al grupo del 27. La editorial de la Revista de Occidente publicó algunas de las obras más importantes del grupo: Primer romancero gitano de Federico García Lorca, Cántico de Jorge Guillén, Seguro azar de Pedro Salinas y Cal y canto de Rafael Alberti.
Y, además de esto, resultó vital para los poetas del 27 la radiografía que el filósofo hizo sobre el «arte nuevo» en su ensayo La deshumanización del arte (1925). En esa obra sostiene que arte y realidad son incompatibles, pues la obra de arte es considerada como tal en la medida en que esté desconectada del mundo exterior. Para evitar la realidad nada mejor en la literatura que la metáfora, recurso con el que se elude el nombre cotidiano de las cosas, sustituyéndolo por otro que nos hace ver los objetos desde otra perspectiva distinta a la habitual. De este modo, a través de la metáfora, el quehacer artístico se convierte en un acto creador, lo que explica su concepción de la poesía como «el álgebra superior de las metáforas». Así, el objeto artístico, en tanto que irreal, solo puede ser apreciado por minorías cultas y es, por tanto, antipopular. El arte nuevo busca el goce estético, distanciándose de lo afectivo, lo sentimental, lo humano; por eso ve en el Realismo y el Romanticismo la antítesis de esta nueva concepción estética. Estos son los rasgos característicos de la «poesía pura» y de las primeras vanguardias (Futurismo, Cubismo, Ultraísmo, Creacionismo), tendencias literarias que leerán, admirarán y cultivarán los jóvenes poetas del grupo del 27.
En estos dos fragmentos de La deshumanización del arte podemos leer con más detalle las valoraciones que realiza Ortega y Gasset sobre el «arte nuevo»:
A mi juicio, lo característico del arte nuevo, desde el punto de vista sociológico, es que divide al público en estas dos clases de hombres: los que lo entienden y los que no lo entienden. Esto implica que los unos poseen un órgano de comprensión negado, por tanto, a los otros, que son dos variedades distintas de la especie humana. El arte nuevo, por lo visto, no es para todo el mundo, como el romántico, sino que va, desde luego, dirigido auna minoría especialmente dotada. De aquí la irritación que despierta en la masa. Cuando a uno no le gusta una obra de arte, pero la ha comprendido, se siente superior a ella y no ha lugar a la irritación. Mas cuando el disgusto que la obra causa nace de que no se la ha entendido, queda el hombre como humillado, con una oscura conciencia de su inferioridad que necesita compensar mediante la indignada afirmación de sí mismo frente a la obra. El arte joven, con sólo presentarse, obliga al buen burgués a sentirse tal y como es: buen burgués, ente incapaz de sacramentos artísticos, ciego y sordo a toda belleza pura. Ahora bien: esto no puede hacerse impunemente después de cien años de halago omnímodo a la masa y apoteosis del «pueblo». Habituada a predominar en todo, la masa se siente ofendida en sus «derechos del hombre» por el arte nuevo, que es un arte de privilegio, de nobleza de nervios, de aristocracia instintiva. Donde quiera que las jóvenes musas se presentan, la masa las cocea. [...]

Para el hombre de la generación novísima, el arte es una cosa sin trascendencia. Una vez escrita esta frase me espanto de ella, al advertir su innumerable irradiación de significados diferentes. Porque no se trata de que a cualquier hombre de hoy le parezca el arte cosa sin importancia o menos importante que al hombre de ayer, sino que el artista mismo ve su arte como una labor intrascendente. Pero aun esto no expresa con rigor la verdadera situación. Porque el hecho no es que al artista le interese poco su obra y oficio, sino que le interesa precisamente porque no tienen importancia grave y en la medida que carecen de ella. No se entiende bien el caso si no se le mira en confrontación con lo que era el arte hace treinta años y, en general, durante todo el siglo pasado. Poesía o música eran entonces actividades de enorme calibre; se esperaba de ellas poco menos que la salvación de la especie humana sobre la ruina de las religiones y el relativismo inevitable de la ciencia. El arte era trascendente en un doble sentido. Lo era por su tema, que solía consistir en los más graves problemas de la humanidad, y Io era por sí mismo, como potencia humana que prestaba justificación y dignidad a la especie. Era de ver el solemne gesto que ante la masa adoptaba el gran poeta y el músico genial, gesto de profeta o fundador de religión, majestuosa apostura de estadista responsable de los destinos universales.

A un artista de hoy sospecho que le aterraría verse ungido con tan enorme misión y obligado, en consecuencia, a tratar en su obra materias capaces de tamañas repercusiones. Precisamente le empieza a saber algo a fruto artístico cuando empieza a notar que el aire pierde seriedad y las cosas comienzan a brincar livianamente, libres de toda formalidad. Ese pirueteo universal es para él el signo auténtico de que las musas existen. Si cabe decir que el arte salva al hombre, es sólo porque le salva de la seriedad de la vida y suscita en él inesperada puericia. Vuelve a ser símbolo del arte la flauta mágica de Pan, que hace danzar los chivos en la linde del bosque.

jueves, 28 de enero de 2016

VIVIR EN LOS PRONOMBRES

Después de haber hecho tantos ejercicios sobre los pronombres, este poema de Pedro Salinas, poeta de la Generación del 27, nos descubre el verdadero sentido que encierra esta categoría gramatical: la posibilidad de nombrar a los enamorados, a la amada y al amado. Pertenece este poema a su obra La voz a ti debida, un maravilloso libro de poesía amorosa.



Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres! 


Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».