Después de haber hecho tantos ejercicios sobre los pronombres, este poema de Pedro Salinas, poeta de la Generación del 27, nos descubre el verdadero sentido que encierra esta categoría gramatical: la posibilidad de nombrar a los enamorados, a la amada y al amado. Pertenece este poema a su obra La voz a ti debida, un maravilloso libro de poesía amorosa.
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres. ¡Qué alegría más alta: vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos; yo no te quiero así, disfrazada de otra, hija siempre de algo. Te quiero pura, libre, irreductible: tú. Sé que cuando te llame entre todas las gentes del mundo, sólo tú serás tú. Y cuando me preguntes quién es el que te llama, el que te quiere suya, enterraré los nombres, los rótulos, la historia. Iré rompiendo todo lo que encima me echaron desde antes de nacer. Y vuelto ya al anónimo eterno del desnudo, de la piedra, del mundo, te diré: «Yo te quiero, soy yo». |
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