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martes, 20 de diciembre de 2016

MODELO DE COMENTARIO DE UN TEXTO LÍRICO: "COPLAS" XVI Y XVII DE JORGE MANRIQUE


Estas dos coplas forman parte de la composición que Jorge Manrique (1440-1479) dedicó a su padre, el maestre don Rodrigo, con motivo de su fallecimiento en 1476. Las Coplas a la muerte de su padre se apartan del tipo de producción poética de su tiempo, la cultivada en la corte y recogida en los cancioneros manuscritos. Como obra encuadrada en el último tercio del siglo XV se encuentra a caballo entre la visión cristiana del mundo, típicamente medieval, y la humanista que deja entrever rasgos nuevos de lo que será la estética renacentista.

La obra, que desde su aparición ha gozado de gran éxito, se enmarca dentro del subgénero lírico de la elegía, por su manifestación del sentimiento de dolor ante la desaparición de su padre. Además, la obra presenta un fondo y una intención moralizantes muy claros. Como después quedará patente, en estas coplas predominan las funciones poética y expresiva del lenguaje.
Estas dos coplas, la decimosexta y la decimoséptima de las cuarenta que forman la obra, pertenecen a la segunda parte de las Coplas en la que Manrique ejemplifica de forma general los temas expuestos en la primera parte (la brevedad de la vida, la fugacidad de los bienes mundanos, la inestabilidad de la fortuna, la inexorabilidad de la muerte,…), antes de personalizar en el caso de su padre en las últimas coplas.
Jorge Manrique, con un tono claramente pesimista y adoptando una posición de testigo y no de primera persona, va preguntándose por una serie de personas, sentimientos y objetos, seleccionados en esta ocasión para dar cauce a su obsesión por el paso del tiempo y por la presencia de la muerte en todo lo que nos rodea. De esta forma trata el tema característicamente medieval, aunque de origen bíblico, de la fugacidad y caducidad de todo lo terreno, cuya intención moral es patente porque nos induce a que no amemos lo perecedero. Para ello emplea una estructura acumulativa que consiste en ir sumando referencias a personas, sentimientos y actividades muy próximos en el tiempo, el último tercio del siglo XV.
Se sirve Jorge Manrique para el tratamiento de estos temas graves y morales de la copla de pie quebrado, con lo que se desmarca del uso más común en su época del verso de arte mayor castellano para este tipo de temas. Cada una de las dos coplas está formada por dos sextillas en las que se combinan versos de arte menor octosílabos y tetrasílabos con una rima consonante y alterna. La estructura métrica de cada copla, después de tener en cuenta las sinalefas y el cómputo silábico de los versos que terminan en aguda, es la siguiente: 8a 8b 4c 8a 8b 4c 8d 8e 4f 8d 8e 4f. La sucesión continuada de los versos de distinta medida así combinados produce un ritmo solemne y fúnebre que se aviene perfectamente al contenido tratado.
En estas estrofas, que Manrique popularizó hasta el extremo de llegar a ser conocidas como «coplas manriqueñas», se aprecia el uso repetitivo de la interrogación retórica, acompañada de la repetición anafórica del interrogativo «qué», como un martilleo de repiqueteo lúgubre, y del paralelismo sintáctico y la reiteración léxica que intensifican de manera aún más clara dicho ritmo fúnebre. Estas preguntas obsesivas por los personajes y las cosas que han sucumbido al paso del tiempo y a la muerte eran muy frecuentes en la literatura latina y vulgar de Edad Media pues desarrollaban el motivo, de origen bíblico, del «ubi sunt?» (o «¿dónde están?»).
Además de los recursos repetitivos ya tratados, el uso del plural da en estas estrofas un valor mayor de intensificación que el empleo del singular. Igualmente el predominio de sustantivos sobre el de verbos apunta al mayor relieve que tienen en estos versos los términos concretos, ya sean nombres propios («don Juan», «Infantes de Aragón») o comunes («galán», «damas», «amadores»,…), para así ejemplificar de manera más expresiva.
El lenguaje sencillo que emplea Manrique, que huye de la lírica culta y latinizante su tiempo, gira en torno a la nobleza cortesana: sus ocupaciones y sus diversiones («justas», «torneos», «tocados e vestidos», «aquel trovar», «aquel danzar»,…), sus personajes (el rey Juan II, los Infantes de Aragón o hijos de Fernando I el de Antequera). La adjetivación es escasa y siempre de manera pospuesta. Los epítetos «acordadas» y «encendidos» remarcan la expresividad del poema. Los verbos utilizados, con recurrencia aunque haya casos también de elipsis, están en pretérito perfecto simple («hizo», «fueron», «fue», «hicieron») cuyo aspecto perfectivo refuerza ese sentimiento de angustia y lejanía que se percibe en estas coplas.
Estilísticamente, por último, es reseñable el uso de las metáforas «verduras de las eras» de abolengo bíblico y muy expresiva a la hora de referirse al paso del tiempo; y «las llamas de fuegos encendidos» más tópica y corriente en la lírica cancioneril de su tiempo, pero empleada aquí con intención bien diferente.
Las Coplas de Manrique, en general, y las estrofas comentadas, en concreto, superan de manera clara la producción de la época por el uso expresivo y natural de la lengua, por el anuncio de valores humanistas y por no ceñirse a las limitaciones del elogio fúnebre, al reflexionar sobre los grandes temas de la lírica y de la filosofía moral.

lunes, 2 de marzo de 2015

LAS «COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE» DE JORGE MANRIQUE

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en el mar,
que es el morir.

Reproducción de la primera 
página de las Coplas de 
Jorge Manrique.
Las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique son una elegía en la que la experiencia de la muerte de su padre, Rodrigo Manrique, lleva al poeta a una meditación sobre la vida y la muerte. De las cuarenta estrofas del poema, compuestas en coplas de pie quebrado, las veinticuatro primeras tratan temas típìcamente medievales: la fugacidad de las cosas terrenales frente a la eternidad de las espirituales, el menosprecio del mundo, el rápido paso del tiempo, el poder igualatorio de la muerte o la variable fortuna. A modo de sermón, el poeta primero hace una reflexión general sobre la muerte en abstracto y después la concreta mediante el tópico del ubi sunt en los personajes poderosos de su tiempo. Las dieciséis últimas coplas son un elogio del padre: lo ensalzan y lo presentan dialogando con la muerte. Expresan estas últimas coplas la esperanza en la vida eterna y destacan la fama de aquellos cuyo recuerdo queda en el mundo tras su desaparición. Esta vida de la fama es ya una clara muestra de la influencia de la nueva mentalidad del humanismo.

En este enlace podéis leer las Coplas íntegras en una edición anotada. Y en el vídeo podéis admirar la versión musical que hizo Paco Ibáñez de una selección de las  Coplas, en la que remarca ese peculiar ritmo fúnebre que caracteriza a la composición.

martes, 17 de febrero de 2015

LA LITERATURA DEL SIGLO XV

Jardín del paraíso, hacia 1410. Autor anónimo
Durante las próximas clases vamos a acercarnos a la literatura del siglo XV. Este periodo supone la transición entre la Edad Media y el Renacimiento que traerá cambios importantes en la cultura y la sociedad. Las ideas medievales, vinculadas al cristianismo, chocan con las nuevas ideas de la burguesía que irá imponiendo una visión del mundo distinta. El mundo ya no es un lugar de sufrimiento (un valle de lágrimas), sino un paraíso digno de ser disfrutado y que debe ponerse al servicio del hombre. Durante este periodo se vivirá una crisis de valores: las ideas de antropocentrismo y vitalismo de los autores del siglo XV desplazarán al teocentrismo y la obsesión por la muerte de los hombres del medievo. Estas contradicciones entre una mentalidad ya caduca y otra pujante provocarán que muchos autores perciban el mundo como un caos cuya única ley es el azar, representado simbólicamente por la diosa Fortuna.
Rueda de la Fortuna. Valerio Máximo,  
Facta et dicta memorabilia 
(Francia, mediados del siglo XV)

La literatura del siglo XV refleja esta transición entre Edad Media y Renacimiento:
  • Se pierde la anonimia, frecuente en la literatura medieval: los autores se sienten orgullosos de sus obras y firman sus escritos.
  • La literatura se aleja poco a poco del didactismo religioso de la Edad Media.
  • Surge la figura del escritor cortesano: el noble se dedica tanto a las armas como a las letras.
Fruto de los nuevos tiempos, varias son las novedades literarias que nos deja este siglo (aunque algunas manifestaciones encontrábamos ya en el anterior): los romances de origen popular, la poesía culta o cortesana, los libros de caballerías, los libros de ficción sentimental, el teatro profano,... 
Por encima de todas, tres serán las obras que nos ocuparán especialmente: el Romancero, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique y La Celestina de Fernando de Rojas.

Os dejo la presentación que he preparado para explicar en clase las principales manifestaciones literarias de la época.



jueves, 20 de noviembre de 2014

ANTONIO MACHADO Y LOS POETAS MEDIEVALES

Busto de Antonio Machado,
obra de Pablo Serrano
Si bien Antonio Machado, como todos los poetas modernistas de finales del siglo XIX y principios del XX, leyó y se nutrió de los poetas románticos y simbolistas del siglo XIX, no perdió nunca ocasión de rendir homenaje en sus versos a los poetas medievales españoles que tanto influyeron en su manera de escribir. En sus versos  hay varias referencias a autores y obras principales de nuestra literatura medieval: el Poema de Mio Cid, Gonzalo de Berceo, Jorge Manrique y el Romancero forman parte de sus lecturas más queridas. Comparte esta querencia por los autores medievales con otros autores del 98 que buscaron en Castilla la esencia de España y valoraron la tradición literaria.

La lectura de distintos poemas de Antonio Machado en clase ya nos había alertado de estos gustos literarios. Por ejemplo, leíamos en  «A orillas del Duero» la alusión al Cid, el héroe de la épica castellana, para contrastar la situación de la Castilla de su época con la del pasado:

Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía, 
ufano de su nueva fortuna y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia.

En los poemas de Campos de Castilla serán multiples las alusiones al mismo paisaje de Castilla y al espíritu guerrero castellano. De esa conjunción nacerá una de las metáforas bélicas de Antonio Machado que resulta más sugestiva: 
[...]por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria[...]

En el mismo libro de Campos de Castilla dedicará un poema a Gonzalo de Berceo, el primer poeta de nombre conocido de nuestra literartura, autor de la escuela del «mester de clerecía». De él destacará la sencillez de sus palabras, el uso de los versos alejandrinos en la cuaderna vía y la autenticidad de una poesía que emana del corazón.

MIS POETAS
Gonzalo de Berceo

El primero es Gonzalo de Berceo llamado,
Gonzalo de Berceo, poeta y peregrino,
que yendo en romería acaeció en un prado,
y a quien los sabios pintan copiando un pergamino.

Trovó a Santo Domingo, trovó a Santa María,
y a San Millán, y a San Lorenzo y Santa Oria,
y dijo: Mi dictado non es de juglaría;
escrito lo tenemos; es verdadera historia.

Su verso es dulce y grave; monótonas hileras
de chopos invernales en donde nada brilla;
renglones como surcos en pardas sementeras,
y lejos, las montañas azules de Castilla.

Él nos cuenta el repaire del romeo cansado;
leyendo en santorales y libros de oración,
copiando historias viejas, nos dice su dictado,
mientras le sale afuera la luz del corazón.

A Jorge Manrique, el autor de las Coplas a la muerte de su padre, ya le había dedicado una glosa en Soledades. Las metáforas manriqueñas del río y del mar se convertirán en Antonio Machado en símbolos centrales de su poesía por su expresividad y por su profundidad a la hora de captar el tema del tiempo.

Retrato de Jorge Manrique
por Juan de Borgoña
GLOSA

Nuestras vidas son los ríos,  
que van a dar a la mar, 
que es el morir. ¡Gran cantar!

Entre los poetas míos
tiene Manrique un altar.
Dulce goce de vivir:
mala ciencia del pasar,
ciego huir a la mar.
Tras el pavor del morir
está el placer de llegar.
¡Gran placer!
Mas ¿y el horror de volver?
¡Gran pesar!

En el "Arte poética" de Juan de Mairena, «el poeta del tiempo» apócrifo suyo, también se refirió elogiosamente a Manrique:
Una intensa y profunda impresión del tiempo sólo nos la dan muy contados poetas. En España, por ejemplo, la encontramos en don Jorge Manrique, en el Romancero, en Bécquer, rara vez en nuestros poetas del siglo de oro.

Machado siempre reconoció su amor al Romancero (como hemos visto en la cita anterior) y al romance, suprema expresión de la poesía para él por ser poesía auténtica del pueblo. En el prólogo a Campos de Castilla así lo manifestó:
Me pareció el romance la suprema expresión de la poesía y quise escribir un nuevo Romancero. A este propósito responde La tierra de Alvargonzález. Muy lejos estaba yo de pretender resucitar el género en su sentido tradicional. La confección de nuevos romances viejos —caballerescos o moriscos— no fue nunca de mi agrado, y toda simulación de arcaísmo me parece ridícula. Cierto que yo aprendí a leer en el Romancero general que compiló mi buen tío don Agustín Durán; pero mis romances no emanan de las heroicas gestas, sino del pueblo que las compuso y de la tierra donde se cantaron; mis romances miran a lo elemental humano, al campo de Castilla y al libro primero de Moisés, llamado Génesis.

Sin duda, las lecturas de las obras medievales españolas influyeron en Antonio Machado tanto en los temas como en las formas y nos ayudan a entender mejor las variadas fuentes donde el poeta bebió para crear su propia voz.