Reproduzco a continuación un extracto de la entrevista con Gabriel García Márquez, publicada en El País (1 de mayo de 1981), en la que el autor habla en profundidad de Crónica de una muerte anunciada, con motivo de la publicación de la novela en España, Colombia y Argentina. Seguro que sus palabras os aclararán algunas cuestiones que os haya suscitado la que él consideró su «mejor novela».
«Esta
es mi mejor novela, la que mejor he podido controlar», ha declarado Gabriel
García Márquez a EL PAIS, en México, el mismo día en el que se ponía a la venta
simultáneamente en Colombia, Argentina y España -millón y medio de ejemplares
en total- su última novela, Crónica de una muerte anunciada. De la primera
tirada en España, la Editorial Bruguera vendió anteayer 35.000, lo cual constituye,
sin duda, un récord de lanzamiento.
Gabriel García Márquez. Fotografía de Jordi Socías |
Pregunta. ¿No
es una osadía, después del éxito de Cien
años de soledad, ir diciendo por ahí que esta de ahora es su mejor
novela?
Respuesta. Uno
siempre cree que su mejor novela es la última, pero creo que ésta lo es en el
sentido de que es una novela en la que yo he logrado hacer exactamente lo que
quería. Las novelas en el camino quieren escaparse a los escritores de las
manos, los personajes toman vida propia y terminan por hacer lo que les da la
gana. En ninguna había tenido yo un control absoluto como en ésta.
Probablemente por el tema y por la extensión. Es un tema muy riguroso,
estructurado casi como una novela policiaca, y un libro muy corto. Estoy
satisfecho del resultado. Yo creo que mi mejor novela anterior era El coronel no tiene quien le escriba,
no Cien años de soledad,
y esto lo he dicho muchas veces. Ahora creo que la mejor es ésta.
P.
¿Cree que la crítica coincidirá con su apreciación?
R. No
sé si la crítica, pero los lectores, no me cabe ninguna duda.
P. ¿Cómo nació esta Crónica de una muerte anunciada?
R.
Esta novela es de hace treinta años. El punto de partida es un episodio real,
un asesinato que ocurrió en un pueblo de Colombia. Yo estuve muy cerca de los
protagonistas del drama en un momento en que había escrito algunos cuentos, pero
no había publicado aún mi primera novela. Inmediatamente me di cuenta de que
tenía entre mis manos un material sumamente importante, pero mi madre lo supo y
me pidió que nunca escribiera ese libro mientras estuvieran vivos algunos de
sus protagonistas. Y me dijo los nombres. Yo lo fui dejando. Entonces pensé que
el drama estaba terminado, pero siguió evolucionando, y siguieron sucediendo
cosas. Si lo hubiera escrito entonces, hubiera quedado fuera una gran cantidad
de material que es esencial para comprender mejor la historia.
P.
¿Cuándo se decidió a escribirlo?
R.
Hace cinco años, después de El
otoño del patriarca, cuando ya habían muerto esos protagonistas que
mi madre me había dicho. Ella lo hizo pensando que iba a escribir el reportaje
de ese acontecimiento. Es interesante ver ahora que la novela que salió de esa
realidad no tiene nada que ver con ella.
P.
¿Hay algo de técnica periodística en la novela?
R. He utilizado una técnica
de reportaje, pero en la novela ya no queda del drama mismo o de los personajes
sino el punto de partida, la estructura. Los personajes no llevan su nombre ni
la descripción que se hace corresponde al lugar. Todo está traspuesto
poéticamente. Los únicos que tienen su nombre propio son los miembros de mi
familia, porque estaba autorizado por ellos. Por supuesto que algunos
personajes se van a reconocer, pero lo que a mí me interesa, y creo que debe
interesar a los críticos, es la comparación entre la realidad y la obra
literaria.
P.
¿No se va a prestar la novela a un juego de adivinaciones sobre quién es quién?
R. Ya
está hecho. La novela apareció el lunes y una revista de Bogotá ya ha publicado
un reportaje en lugar donde ocurrieron los acontecimientos, con fotografías de
los supuestos protagonistas. Han hecho un trabajo que periodísticamente creo
que es excelente; pero hay una cosa formidable, y es que el drama que los
testigos contaron ahora a los periodistas es totalmente distinto del de la
novela. Quizá no sirva la palabra totalmente. El punto de partida es el mismo,
pero la evolución es diferente. Tengo la pretensión de que el drama de mi libro
es mejor, está más controlado, más estructurado.
P. En
alguna entrevista ha dicho que la violencia es el tema central de esta novela.
R. No
recuerdo haberlo dicho, pero lo pienso de todos mis libros. La violencia en
América Latina, y principalmente en Colombia, es un fenómeno de toda su
historia, algo que nos viene de España. La violencia es la gran partera de
nuestra historia. […]
P.
Dejó de publicar por razones políticas y vuelve a hacerlo por idénticas
razones. ¿Qué papel le corresponde al escritor en la política de este
continente?
R. El
primer deber revolucionario del escritor es escribir bien, crear una literatura
que contribuya a la búsqueda de nuestra identidad. Lo que pasa es que en
América Latina la situación es tan urgente que los escritores no podemos
conformarnos con escribir y de pronto nos encontramos militando, aun sin
quererlo, simplemente porque alguien llama a nuestra puerta y nos pide un
favor.
P.
Con una novela tan americana, ¿cómo se explica su éxito en otros continentes?
R. Se
debe a que no me he equivocado en esa concepción de la realidad, a que estoy
interpretando la realidad latinoamericana con tanta sinceridad que toca en
cualquier parte. Eso produce sorpresas tales como que una señora de un
pueblecito alemán, que ha leído mis libros traducidos, me escriba una carta en
la que me dice que la historia que cuento es la de su pueblo. Entonces es
cuando no entiendo nada.