Os presento un texto de Ana María Shua que valora la lectura de este tercer trimestre, la excepcional novela de Gabriel García Márquez, Cronica de una muerte anunciada. La escritora argentina realiza en esta crítica de la obra una perfecta introducción a los secretos de la magia de la escritura presentes en esta novela del autor colombiano.
Es muy recomendable leer este texto después de la lectura de la novela para penetrar en el fondo de lo que pretendió hacer García Márquez.
«Es mi mejor novela», dijo en su momento Gabriel García
Márquez, «la que mejor he podido controlar». Sin embargo, sin el éxito
escandaloso y merecido de Cien años de soledad tal vez no conoceríamos
la felicidad que nos produce este libro. Es una historia terrible: ¿cómo es
posible que tanta felicidad sea el producto de tanta desdicha? Esta es solo una
de las preguntas que esta nota no intentará responder. Nada le estoy
anticipando al lector si le informo que el protagonista, Santiago Nasar se
despertó ese día a las 5.30 de la mañana, salió de su casa a las 6.05 y fue
destazado como un cerdo una hora después. Nada importante estoy develando si le
cuento que los asesinos fueron los hermanos Vicario.
Es que esta novela sobre un hecho policial es una
suerte de anti-policial absoluto. Aquí no hay ningún misterio. Desde las
primeras líneas, el destino de los personajes está trazado con cruel precisión.
¿Por qué seguimos leyendo, entonces?
Con El Otoño del Patriarca, una novela
exagerada, desmadrada, García Márquez se propuso exacerbar sus recursos,
llevarlos hasta las últimas consecuencias. En Crónica de una muerte
anunciada se propone todo lo contrario. Control es la palabra que usa para
presentarla y de eso se trata: ajuste, precisión. Nada de magia: todo sucede
por arte de realidad.
Excepto la magia de su escritura. ¿Por qué seguimos
leyendo? Por muchas razones. Por ejemplo, porque el autor sigue sacando de la
galera esa prosa inclemente, esa adjetivación de aquelarre tan fácil de imitar,
y que sin embargo no existía hasta que Gabo la hizo brotar de los enredos de su
corazón y las entretelas de su mente lúcida.
Crónica pivotea entre realidad y ficción. Lejos del informe
periodístico, utiliza sin embargo sus recursos. El autor se divierte
confundiendo al público con sus declaraciones: «Mi madre me pidió que nunca
escribiera ese libro mientras estuvieran vivos algunos de sus protagonistas». «Solo
los nombres de mis familiares son verdaderos». El crimen real sucedió en el año
1951 en el municipio de Sucre. García Márquez estaba allí. Treinta años
tuvieron que pasar para que la novela, contada en primera persona, tomara forma
y sentido.
¿Por qué seguimos leyendo? Porque nos invita a conocer
un mundo asombroso, lleno de personajes geniales, estrafalarios. Ojalá
pudiéramos estar allí, en ese lugar extraordinario. Pero si estuviéramos, ¿qué
veríamos? Un pueblo tropical y soñoliento, que despierta de vez en cuando en
tristes parrandas fogoneadas por el alcohol, donde un puñado de habitantes
hartos de verse las caras viven en un aburrimiento infinito. El resto es magia
literaria, y de la buena.
A lo largo de cinco capítulos, el narrador va y viene
en el tiempo, hacia el pasado y hacia el futuro, sin salir nunca de esas dos
horas fatídicas en las que todo el pueblo supo y nadie quiso o nadie pudo contarle
a Santiago Nasar que los hermanos Vicario lo estaban esperando para matarlo.
Como una baba de caracol, Santiago va dejando a su paso un rastro brillante de
fatalidad. Y el lector lo sigue, fascinado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario