lunes, 26 de febrero de 2024

EN EL CORAZÓN DE LAS LENGUAS DE ARAGÓN: LOS HABLANTES

Comparto con los lectores del blog el documental "En el corazón de las lenguas de Aragón: los hablantes", dirigido por Juan A. Peñalver, a partir de la idea original y el guion de las profesoras Iraide Ibarretxe-Antuñano y Andrea Ariño Bizarro. Se estrenó hace pocos días con motivo de la celebración del Día Internacional de la Lengua Materna el día 21 de febrero. En el documental los testimonios de los hablantes de las diferentes lenguas de Aragón nos muestran la importancia de cuidar, proteger y fomentar las lenguas maternas, tan despreciadas en muchos espacios políticos y mediáticos en nuestros días. Es muy interesante compartirlo también con nuestros alumnos, que en muchas ocasiones manifiestan sus prejuicios hacia las lenguas minoritarias sin haber hecho antes un mínimo ejercicio de empatía ni de reflexión.

En este enlace se puede leer la entrevista de elDiario.es con la profesora Iraide Ibarretxe-Antuñano, que también nos ayuda a entender mejor la riqueza lingüística de una comunidad autónoma como Aragón.

miércoles, 31 de enero de 2024

OCTAVIO PAZ HABLA SOBRE LUIS CERNUDA

Para entender y apreciar mejor la poesía de Luis Cernuda que nos ocupa estos días, comparto un extracto del imprescindible ensayo de Octavio Paz, La palabra edificante, que nos desvela algunas de las claves poéticas del autor de la Generación del 27 que reunió toda su obra bajo el título La realidad y el deseo.

            Si se pudiese definir en una frase el sitio que ocupa Cernuda en la poesía moderna de nuestro idioma, yo diría que es el poeta que habla no para todos, sino para el cada uno que somos todos. Y nos hiere en el centro de ese cada uno que somos –"que no se llama gloria, fortuna o ambición" sino la verdad de nosotros mismos. La poesía de Cernuda es un conocerse a sí mismo pero, con la misma intensidad, es una tentativa por crear su propia imagen. Biografía poética, La realidad y el deseo es algo más: la historia de un espíritu que, al conocerse, se transfigura. […]

            Reconocerse homosexual es aceptarse diferente de los otros. ¿Pero quiénes son los otros? Los otros son el mundo –y el mundo es de los otros. En ese mundo se persigue con la misma saña a los amantes heterosexuales, al revolucionario, al negro, al proletario, al burgués expropiado, al poeta solitario, al mendigo, al excéntrico y al santo. Los otros persiguen a todos y a nadie. Son todos y nadie. La salud pública es la enfermedad colectiva santificada por la fuerza. ¿Son reales los otros? Mayoría sin rostro o minoría todopoderosa, son una asamblea de espectros. Mi cuerpo es real, ¿es real el pecado? Las cárceles son reales, ¿lo son también las leyes? Entre el hombre y aquello que toca hay una zona de irrealidad: el mal. El mundo está construido sobre una negación y las instituciones –religión, familia, propiedad, Estado, patria– son encarnaciones feroces de esa negación universal. Destruir este mundo irreal para que aparezca al fin la verdadera realidad... Cualquier joven –y no solo un poeta homosexual– puede (y debe) hacerse estas reflexiones. Cernuda se acepta diferente; el pensamiento moderno, especialmente el surrealismo, le muestra que todos somos diferentes. Homosexualismo se vuelve sinónimo de libertad; el instinto no es un impulso ciego: es la crítica hecha acto. Todo, el cuerpo mismo, adquiere una coloración moral. En esos años se adhiere al comunismo (1930). Adhesión fugaz porque en esta materia, como en tantas otras, los troyanos son tan obtusos como los tirios. La afirmación de su propia verdad lo hace reconocer la de los demás: "por mi dolor comprendo que otros inmensos sufren...", dirá años después. Aunque comparte nuestro común destino no nos propone una panacea. Es un poeta, no un reformador.

            Nos ofrece su "verdad verdadera", ese amor que es la única libertad que lo exalta, la única libertad por la que muere. La verdad verdadera, la suya y la de todos, se llama deseo. En una tradición que con poquísima excepciones –se pueden contar con los dedos, de La Celestina y La Lozana andaluza a Rubén Darío, Valle–Inclán y García Lorca– identifica "placer" con “sensación agradable, contento del ánimo o diversión", la poesía de Cernuda afirma con violencia la primacía del erotismo. Esa violencia se calma con los años pero el placer ocupará siempre un lugar central en su obra, al lado de su contrario complementario: la soledad. Son la pareja que rige su mundo, ese "paisaje de ceniza absorta" que el deseo puebla de cuerpos radiantes, fieras hermosas y lucientes. El destino de la palabra deseo, desde Baudelaire hasta Breton, se confunde con el de la poesía. Su significado no es psicológico. Cambiante e idéntico, es la energía o la voluntad de encarnación del tiempo, el apetito vital o el ansia de morir: no tiene nombre y los tiene todos. ¿Qué o quién es el que desea lo que deseamos? Aunque asume la forma de la fatalidad, no se cumple sin nuestra libertad y en él se cifra todo nuestro albedrío. No sabemos nada del deseo excepto que cristaliza en imágenes y que esas imágenes no cesan de hostigarnos hasta que se vuelven realidades. Apenas las tocamos, se desvanecen. ¿O somos nosotros los que nos desvanecemos? La imaginación es el deseo en movimiento. Es lo inminente, aquello que suscita la aparición; y es la lejanía, la sed de espacio. Con cierta pereza se tiende a considerar los poemas de Cernuda meras variaciones de un viejo lugar común: la realidad acaba por destruir al deseo y nuestra vida es una continua oscilación entre privación y saciedad. A mí me parece que, además, dicen otra cosa, más cierta y terrible: si el deseo es real, la realidad es irreal; el deseo vuelve real lo imaginario, irreal la realidad. El ser entero del hombre es el teatro de esta continua metamorfosis; en su cuerpo y su alma deseo y realidad se interpenetran y se cambian, se unen y separan. El deseo puebla al mundo de imágenes y. simultáneamente, deshabita a la realidad. Nada lo satisface porque vuelve fantasmas a los seres vivos. Se alimenta de sombras o más bien: nuestra realidad humana, nuestra sustancia, tiempo y sangre, alimenta a sus sombras.

            Entre deseo y realidad hay un punto de intersección: el amor. No hay amor sin deseo pero el único deseo verdadero es el del amor. Solo en ese desear un ser entre todos los seres el deseo se despliega plenamente. Aquel que conoce el amor no desea ya otra cosa. El amor revela la realidad al deseo: esa imagen deseada es algo más que un cuerpo que se desvanece: es un alma, una conciencia. Tránsito del objeto erótico a la persona amada. Por el amor, el deseo toca al fin la realidad: el otro existe. Esta revelación casi siempre es dolorosa porque la existencia del otro se nos presenta simultáneamente como un cuerpo que se penetra y como una conciencia impenetrable. El amor es la revelación de la libertad ajena y nada es más difícil que reconocer la libertad de los otros, sobre todo la de una persona que se ama y desea. Y en esto radica la contradicción del amor: el deseo aspira a consumarse mediante la destrucción del objeto deseado; el amor descubre que ese objeto es indestructible... e insustituible. Queda el deseo sin amor o el amor sin deseo. El primero nos condena a la soledad: esos cuerpos intercambiables son irreales; el segundo es inhumano: ¿puede amarse aquello que no se desea?

viernes, 12 de enero de 2024

FORMAR "HEREJES" Y NO POLLOS DE ENGORDE

La primera entrada de este año es una continuación y un complemento de la última del año pasado. Otra vez nos acompañan las palabras del profesor Nuccio Ordine. De la introducción a su delicioso Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal reproduzco el capítulo 11, una acertadísima reflexión del papel que hoy debe acometer la educación. 

Para otra entrada futura dejo la selección de libros que hace para esa biblioteca ideal y sus atinadísimos comentarios sobre las grandes obras clásicas que elige. Como dice Ordine, "es preciso partir de los clásicos, de la escuela, de la universidad, de aquellos saberes injustamente considerados inútiles (la literatura, la filosofía, la música, el arte, la investigación científica de base) para formar a las nuevas generaciones de ciudadanos. Porque, como recordaba Giordano Bruno en un bellísimo pasaje del Candelero, todo depende del primer botón: abrocharlo en el ojal equivocado significará, irremediablemente, seguir cometiendo error tras error".

La escuela y también la universidad deberían sobre todo educar a las nuevas generaciones para la herejía, animándolas a tomar decisiones contrarias a la ortodoxia dominante. En vez de formar pollos de engorde criados en el más miserable conformismo, habría que formar jóvenes capaces de traducir su saber en un constante ejercicio crítico.

En el aula de un instituto o de un centro universitario, un estudiante todavía puede aprender que con el dinero se compra todo (incluyendo parlamentarios y juicios, poder y éxito) pero no el conocimiento: porque el saber es el fruto de una fatigosa conquista y de un esfuerzo individual que nadie puede realizar en nuestro lugar. El acto mismo de la enseñanza puede revelarse, en efecto, como una forma de resistencia a las leyes del mercado y del beneficio: si en una transacción comercial hay siempre una pérdida y una ganancia (si compro una pluma, gano la pluma y pierdo el dinero; el comerciante, por su parte, gana el dinero y pierde la pluma), en una «transacción» intelectual un docente puede enseñar la fórmula de la relatividad de Einstein sin perderla, dando vida a un proceso virtuoso en el cual se enriquece al mismo tiempo quien recibe y quien da (¡cuántas veces, en clase, la observación de un estudiante o un silencio elocuente han resultado preciosos para el profesor!). 

El conocimiento, como recuerda con un bellísimo ejemplo el gran dramaturgo y premio Nobel irlandés George Bernard Shaw, puede compartirse de manera que todos los protagonistas se hagan cada vez más ricos. Tratemos de imaginar a dos estudiantes de cualquier instituto europeo que salen de casa con una manzana cada uno y después, al llegar a clase, se intercambian las manzanas: cada uno volverá a casa con una sola manzana. Pero si los mismos estudiantes llegaran al instituto cada uno con una idea y se la intercambiaran, en este caso, al despedirse, los dos habrían adquirido una idea más

viernes, 29 de diciembre de 2023

LA UTILIDAD DE LO INÚTIL Y LA INUTILIDAD DE LO ÚTIL

Valgan estas reflexiones del profesor Nuccio Ordine, recogidas en su ensayo La utilidad de lo inútil, para despedir este año 2023 y dar la bienvenida al 2024. Estas palabras pertenecen a la introducción del libro, que el autor calificó como manifiesto, puesto que muestra en él la reivindicación de la cultura y el saber frente a aquellos que los desacreditan o los persiguen. La obra sirve también para dar sentido a nuestro tiempo desnortado y en crisis y para defender el trabajo de los que nos dedicamos a la educación, tantas veces menospreciado.

Feliz 2024 a todos los lectores del blog.

Solo el saber puede desafiar una vez más las leyes del mercado. Yo puedo poner en común con los otros mis conocimientos sin empobrecerme. Puedo enseñar a un alumno la teoría de la relatividad o leer junto a él una página de Montaigne dando vida al milagro de un proceso virtuoso en el que se enriquece, al mismo tiempo, quien da y quien recibe.

Ciertamente no es fácil entender, en un mundo como el nuestro dominado por el homo oeconomicus, la utilidad de lo inútil y, sobre todo, la inutilidad de lo útil (¿cuántos bienes de consumo innecesarios se nos venden como útiles e indispensables?). Es doloroso ver a los seres humanos, ignorantes de la cada vez mayor desertificación que ahoga el espíritu, entregados exclusivamente a acumular dinero y poder. Es doloroso ver triunfar en las televisiones y los medios nuevas representaciones del éxito, encarnadas en el empresario que consigue crear un imperio a fuerza de estafas o en el político impune que humilla al Parlamento haciendo votar leyes ad personam. Es doloroso ver a hombres y mujeres empeñados en una insensata carrera hacia la tierra prometida del beneficio, en la que todo aquello que los rodea —la naturaleza, los objetos, los demás seres humanos — no despierta ningún interés. La mirada fija en el objetivo a alcanzar no permite ya entender la alegría de los pequeños gestos cotidianos ni descubrir la belleza que palpita en nuestras vidas: en una puesta de sol, un cielo estrellado, la ternura de un beso, la eclosión de una flor, el vuelo de una mariposa, la sonrisa de un niño. Porque, a menudo, la grandeza se percibe mejor en las cosas más simples.

«Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte», ha observado con razón Eugène Ionesco. Y no por azar, muchos años antes, Kakuzo Okakura, al describir el ritual del té, había reconocido en el placer de un hombre cogiendo una flor para, regalarla a su amada el momento preciso en el que la especie humana se había elevado por encima de los animales: «Al percibir la sutil utilidad de lo inútil —refiere el escritor japonés en El libro del té—, [el hombre] entra en el reino del arte». De una sola vez, un lujo doble: la flor (el objeto) y el acto de cogerla (el gesto) representan ambos lo inútil, poniendo en cuestión lo necesario y el beneficio.

Los verdaderos poetas saben bien que la poesía sólo puede cultivarse lejos del cálculo y la prisa: «Ser artista —confiesa Rainer María Rilke en un pasaje de las Cartas a un joven poeta— quiere decir no calcular ni contar: madurar como el árbol, que no apremia a su savia, y se yergue confiado en las tormentas de primavera, sin miedo a que detrás pudiera no venir el verano». Los versos no se someten a la lógica de la precipitación y lo útil. Al contrario, a veces, como sugiere el Cyrano de Edmond Rostand en las frases finales de la pièce, lo inútil es necesario para hacer que cualquier cosa sea más bella:

¿Qué decís? ¿Que es inútil? Ya lo daba por hecho.

Pero nadie se bate para sacar provecho.

No, lo noble, lo hermoso es batirse por nada.

Tenemos necesidad de lo inútil como tenemos necesidad, para vivir, de las funciones vitales esenciales. «La poesía —nos recuerda una vez más Ionesco—, la necesidad de imaginar, de crear es tan fundamental como lo es respirar. Respirar es vivir y no evadir la vida». Esta respiración, como evidencia Pietro Barcellona, expresa «el excedente de la vida respecto de la vida misma», transformándose en «energía que circula de forma invisible y que va más allá de la vida, aun siendo inmanente a ella». En los pliegues de las actividades consideradas superfluas, en efecto, podemos percibir los estímulos para pensar un mundo mejor, para cultivar la utopía de poder disminuir, si no eliminar, las injusticias generalizadas y las dolorosas desigualdades que pesan (o deberían pesar) como una losa sobre nuestras conciencias. Sobre todo en los momentos de crisis económica, cuando las tentaciones del utilitarismo y del más siniestro egoísmo parecen ser la única estrella y la única ancla de salvación, es necesario entender que las actividades que no sirven para nada podrían ayudarnos a escapar de la prisión, a salvarnos de la asfixia, a transformar una vida plana, una no-vida, en una vida fluida y dinámica, una vida orientada por la curiositas respecto al espíritu y las cosas humanas.

Si el biofísico y filósofo Pierre Lecomte du Noüy nos ha invitado a reflexionar sobre el hecho de que «en la escala de los seres, sólo el hombre realiza actos inútiles», dos psicoterapeutas (Miguel Benasayag y Gérard Schmit) nos sugieren que «la utilidad de lo inútil es la utilidad de la vida, de la creación, del amor, del deseo», porque «lo inútil produce lo que nos resulta más útil; es lo que se crea sin atajos, sin ganar tiempo, al margen del espejismo forjado por la sociedad». Este es el motivo por el que Mario Vargas Llosa, con ocasión de la entrega del premio Nobel de 2010, manifestó acertadamente que un «mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños».

Y quién sabe si a través de las palabras de Mrs. Erlynne —«En la vida moderna lo superfluo lo es todo»— Oscar Wilde (acordándose probablemente de un célebre verso de Voltaire: «le superflu, chose très necéssaire» [«lo superfluo, cosa muy necesaria»]) no quiso aludir precisamente a la superfluidad de su mismo oficio de escritor. A aquel «algo más» que —lejos de connotar, en sentido negativo, una «superfetación» o una cosa «superabundante»— expresa, por el contrario, lo que excede de lo necesario, lo que no es indispensable, lo que rebasa lo esencial. En suma, lo que coincide con la idea vital de un flujo que se renueva continuamente (fluere) y también —como había señalado ya algunos años antes en el prefacio de El retrato de Dorian Gray: «Todo arte es completamente inútil»— con la noción misma de inutilidad.

sábado, 16 de diciembre de 2023

#POEMA 27: «CERO» DE PEDRO SALINAS

Otro año más volvemos a sumarnos a la convocatoria del profesor Toni Solano para llenar las redes de poemas de los autores de la Generación del 27. En esta ocasión el poema elegido es «Cero» de Pedro Salinas. Sin duda, el horror que se está viviendo en Palestina en los dos últimos meses (y no solo en este tiempo), con más de 20000 muertos, nos ha llevado a proponer la lectura de este larguísimo poema de cuatrocientos versos sobre la bomba atómica que cierra su obra Todo más claro (1949). Aunque su publicación en revista data de 1944, antes de las explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaki, sorprende muchísimo que Salinas viera la explosión antes de producirse. En muchos versos de este poema, entre llantos y escombros, con el triunfo de la muerte y lo peor del ser humano, leemos cómo los poetas del 27 también fueros sensibles a las cuestiones palpitantes de su tiempo.

Entre sus versos destacamos estos que resultan especialmente estremecedores del principio:

Invitación al llanto. Esto es un llanto,

ojos, sin fin, llorando,

escombrera adelante, por las ruinas

de innumerables días.

Ruinas que esparce un cero -autor de nadas, 

obra del hombre-, un cero, cuando estalla.

Y estos de la parte final:

Lo que era suma en un instante es polvo.

¡Qué derroche de siglos, un momento!

No se derrumban piedras, no, ni imágenes;

lo que se viene abajo es esa hueste

de tercos defensores de sus sueños.

Tropa que dio batalla a las milicias

mudas, sin rostro, de la nada; ejército

que matando a un olvido cada día

conquistó lentamente los milenios.

Se abre por fin la tumba a que escaparon;

les llega aquí la muerte de que huyeron.

Ya encontré mi cadáver, el que lloro.

Cadáver de los muertos que vivían

salvados de sus cuerpos pasajeros.

Un gran silencio en el vacío oscuro,

un gran polvo de obras, triste incienso,

canto inaudito, funeral sin nadie.

Yo sólo le recuerdo, al impalpable,

al NO dicho a la muerte, sostenido

contra tiempo y marea: ése es el muerto.

Soy la sombra que busca en la escombrera.

Con sus siete dolores cada una

mil soledades vienen a mi encuentro. […]

_______

En esta entrada encontraréis las aportaciones que hicimos en cursos pasados para difundir la voz de los poetas del 27.

lunes, 11 de diciembre de 2023

LA HUELLA DE FREINET

De nuevo otra película española, El maestro que prometió el mar, nos invita a reflexionar en el blog. La película, dirigida por Patricia Font y basada en la novela homónima de Francesc Escribano, recupera la figura del maestro catalán Antoni Benaiges que desarrolló su labor en Bañuelos de Bureba (Burgos) en los años 1934 a 1936. Como nos muestra la película, el maestro sigue  la nueva pedagogía de Célestin Freinet, que proponía la «autogestión, cooperación y solidaridad entre el alumnado»,​ y se materializaba en la introducción de la imprenta en la escuela, el texto libre y el método natural de lectura y escritura.

Los métodos de Freinet y de su esposa Élise se enmarcan en los movimientos de renovación pedagógica de hace más de cien años a los que tanto seguimos debiendo hoy. Las actividades que proponía y que asustaban a los sectores más retrógrados de entonces tenían que ver con la composición del texto libre. Es el texto realizado por los niños en las fases siguientes: la escritura del texto, que constituye una actividad creativa e individual; la lectura ante todo el grupo, con lo que se trabaja la entonación, la modulación de la voz; el comentario de texto de forma colectiva; y otras técnicas como la impresión y reproducción de los textos para la revista escolar y la correspondencia.

Otras actividades que promovían los freinetistas eran  la revista escolar, las conferencias, la clase-paseo, la asamblea de clase, la correspondencia escolar, el periódico mural o el fichero escolar cooperativo. Sin ninguna duda, todas ellas nos resultan hoy en día sumamente sugerentes y enriquecedoras y nos han servido para promover que la escuela y la vida no son dos esferas distintas y antagónicas. Muchas de las herramientas educativas que hoy tenemos a nuestro alcance en la clase, como Classroom, padlet o los propios blogs,  no dejan de ser una mera actualización de lo que propusieron estos renovadores de la enseñanza a principios del siglo pasado.

Sirva esta pequeña entrada para reconocer y homenajear la labor de aquellos maestros como Benaiges, a quien llevar a la práctica estas nuevas propuestas pedagógicas le supuso la muerte a manos de los falangistas a comienzos de la Guerra Civil Española.

domingo, 26 de noviembre de 2023

NAT, LUCÍA Y TERESA, PROTAGONISTAS EN LA LITERATURA Y EL CINE

De las relaciones entre literatura y cine ya hemos hablado en otras ocasiones en el blog. La literatura con sus historias ha alimentado al cine desde que este nació. Buena muestra de ello es la coincidencia ahora en las salas de cine de tres películas españolas que se basan en otras tantas obras literarias de los últimos años. Obras de muy diferente contenido y de muy distinto propósito, pero que ayudan a levantar tres interesantes películas de tres directores muy creativos y muy diferentes también entre sí. Tres obras y tres películas que tienen a mujeres como protagonistas, mujeres muy distintas también entre sí, que muestran su fuerte personalidad en momentos críticos de su vida. Las tres películas siguen las obras originales de manera muy fiel, algo que no siempre sucede y que ha generado encendidos debates entre escritores y cineastas y lectores y espectadores.

Las obras literarias son Un amor, la novela de Sara Mesa publicada en 2020, llevada a las pantallas por Isabel Coixet con el mismo título; Que nadie duerma, la novela de Juan José Millás publicada en 2018 y que conserva el mismo título en la película de Antonio Méndez Esparza;  y La lengua en pedazos, obra teatral de Juan Mayorga (2011), llevada al cine por Paula Ortiz con el título de Teresa.

Sirvan las primeras líneas de las obras y los tráileres de las películas para animar doblemente a la lectura y a visitar las salas de cine.

Un amor, la novela de Sara Mesa, narra la historia de Nat, una joven traductora, que acaba de mudarse a un pequeñísimo pueblo del interior y recibe una inesperada propuesta sexual.

Al hacerse de noche es cuando cae el peso sobre ella, tan grande que tiene que sentarse para coger aliento.

Fuera el silencio no es como esperaba. De hecho, no es silencio. Hay un rumor lejano, como de carretera, aunque la carretera más cercana es comarcal y está a tres kilómetros de distancia. También se oyen grillos, ladridos, el claxon de algún coche, los gritos de un vecino arreando el ganado, ya de recogida.

Era mejor el mar, aunque también más caro. Fuera de su alcance.

¿Y si hubiese aguantado un poco más, ahorrado un poco más?

Prefiere no pensar. Cierra los ojos, se deja caer con lentitud en el sofá, quedándose con medio cuerpo fuera, una postura antinatural que le producirá calambres si no se mueve pronto. Se da cuenta. Se tumba como puede. Se adormila.

Es mejor no pensar, pero los pensamientos llegan y se deslizan a través de ella, entrelazándose. Intenta que salgan a la misma velocidad con la que entran, pero se le acumulan en el interior, un pensamiento sobre otro. Ya ese empeño –esforzarse en que entren y salgan y no se le acumulen– es de por sí un pensamiento demasiado intenso para su cabeza.

Cuando consiga el perro será más fácil.

Cuando organice sus cosas y coloque su mesa y adecente los terrenos que rodean la casa. Cuando riegue –qué seco está todo– y limpie –qué descuidado–. Cuando refresque.

Será mucho mejor cuando refresque.

 

Que nadie duerma, la novela de Millás, cuenta la historia de Lucía, una programadora informática que pierde su empleo y desde ese momento su vida da un giro definitivo. Toda su historia, jugando entre la ficción y la vida real, tiene como banda sonora la ópera Turandot de Puccini. 

Al verse en el espejo, Lucía dijo: Esa gorda soy yo.

Lo dijo sin intención alguna de ofender, de ofenderse, ya que, más que gorda, era una falsa delgada. Se lo había dicho su madre cuando era una cría, después de ayudarla a salir de la bañera y mientras le secaba el pelo:

—Mírate los muslos, eres una falsa delgada, como la mayoría de las aves zancudas.

La niña se había ido a la cama intentando descifrar aquella contradicción. ¿Por qué parecía delgada si era gorda? Durante los siguientes días buscaría en los libros ilustraciones de aves zancudas, para observar sus muslos, y durante el resto de su vida se vigilaría de manera obsesiva, temerosa de que su cuerpo acabara revelando la verdad. Pero atravesó el resto de la infancia y la adolescencia sin que los cambios físicos inherentes al tránsito alteraran la sentencia de su madre. En ningún momento perdió los volúmenes sutiles de las zancudas ni de las falsas delgadas, en quienes, según fue comprobando con el tiempo, la frontera entre la exuberancia y la ligereza se borraba.

En el trabajo de Lucía había una obesa patológica que falleció al adelgazar. Al principio todos sospechaban de su gordura, pero luego sospecharon de su delgadez. Su muerte confirmó las sospechas, fueran cuales fueran, pues nadie llegó a concretarlas. Al día siguiente de su fallecimiento, la empresa, dedicada al desarrollo de aplicaciones informáticas, instalación, configuración y mantenimiento de redes, entró en una quiebra fraudulenta y cerró.

La lengua en pedazos de Juan Mayorga recrea el Libro de la vida de santa Teresa de Jesús, una autora que como recordamos en una entrada anterior ha espoleado la escritura de varios autores en los últimos años. De la directora zaragozana Paula Ortiz, que ha llevado a la pantalla Teresa, también hemos hablado en el blog, pues ya nos había presentado su bella y personal versión de Bodas de sangre en su película La novia. La obra de Mayorga muestra el duelo entre Teresa y el inquisidor, un combate teológico, político y personal.

Cocina del monasterio de San José, al atardecer. Teresa corta cebolla. Hasta que, al darse cuenta de que alguien ha entrado, se levanta en actitud de respeto. El recién llegado observa a Teresa y luego avanza estudiando el lugar. Mira los alimentos, entre los que encuentra libros. Toma uno, lo acaricia sin llegar a abrirlo, lo deja donde lo encontró.

Inquisidor.—«Entre pucheros anda Dios». Se os atribuye tan curiosa sentencia: «Entre pucheros anda Dios». Es justo que nos encontremos aquí, entre pucheros. Porque de él se trata. ¿Sabéis quién soy?

Teresa.—Sé quién sois.

Inquisidor.—Entonces también sabéis por qué estoy aquí.

Silencio.

Veintisiete años hace que tomasteis hábito. Durante lo más de ese tiempo, tuvisteis el amor de vuestras hermanas de la Encarnación. Nadie temía que vinieseis a ser causa de controversia. Mas de un tiempo acá, desafiando a vuestra madre priora, a vuestro confesor y al Provincial de vuestra orden, con otras que habéis arrastrado a vuestra parte, hacéis trato de fundar esta casa que llamáis monasterio de San José. Ya no os parece bastante buena la casa de la Encarnación, ya no os sirve para servir a Dios. Lo que habéis hecho divide a vuestras hermanas y causa escándalo a la ciudad. Nunca, Teresa, nos habíamos encontrado. Pero si vos sabéis quién soy, tampoco vos sois para mí desconocida. He caminado vuestro camino. He entrado en la casa en que nacisteis, he hallado a quienes os vieron crecer, he escuchado a vuestros amigos y a vuestros enemigos. He oído relatos de portentos que, según se dice, os acompañan en la oración. He discutido con vuestros médicos. He indagado cómo se ha hecho esta casa. Con lo que tengo sabido, me sobran razones para deshacerla. No es eso, sin embargo, lo que quiero. Quiero que vos misma cerréis la casa.