Como despedida de este curso os dejo el artículo que escribí al alimón con el escritor y profesor Félix Teira, compañero y amigo, para la revista del instituto. Se trata de una selección de obras que aconsejamos para leer y disfrutar en verano. Para aquellos que busquéis nuevas lecturas podéis consultar el apartado de la derecha BIBLIOTECA EN CONSTRUCCIÓN y las entradas del blog con la etiqueta LECTURAS.
Feliz verano.
Feliz verano.
Leer a la sombra
Los placeres exigen su lugar y modo. Un buen vino requiere
copa de vidrio delgado o se conversa plácidamente en una butaca confortable. Para
los que cultivamos el vicio de la lectura hay rincones especiales, y en algún
caso la profusión de las emociones del libro se asocia para siempre con el
lugar. Ante la inminencia del verano proponemos leer a la sombra.
Para saborear a Llamazares (Las
lágrimas de San Lorenzo, Editorial Alfaguara) se requiere una sombra ligera,
tal vez la de un fresno, y el murmullo del agua. Es una obra nostálgica, escrita en el momento
en que se decanta la vida, a partir de los cincuenta. Viendo las estrellas fugaces que iluminan el
cielo en la noche de San Lorenzo, un padre, acompañado de su hijo al que ve
poco desde la ruptura del matrimonio, rememora su vida. Pese a la calidad, no alcanza el filo mítico
de La lluvia amarilla (ya han pasado
25 años desde su publicación).
Atardeceres veraniegos disfrutando de la sombra rotunda de un olivo
serían adecuados para este ensayo: Dios
no es bueno, en Debolsillo, de Christopher
Hitchens,
un incómodo y lúcido periodista británico que cultivó su cáncer de esófago con
tabaco y alcohol hasta el final. A muchos nos parece paradójica la mirada cegata
de gran parte de la jerarquía católica (echan a las profesoras de religión que
se divorcian, se oponen a los medios anticonceptivos…) con la labor de otros
católicos, como Ugo de Censi, un sacerdote que está promoviendo una gran obra
social en medio de los Andes a la que acuden voluntarios de todos los países,
según cuenta Vargas Llosa. Hitchens explota las contradicciones de las
religiones y su activa contribución a los conflictos (Irlanda del Norte, el conflicto palestino, el
conflicto yugoslavo, la guerra de Irak, las distintas yihad
o el atentado de las Torrres Gemelas),
así como las prácticas estúpidas, como
la prohibición del uso del condón en continentes asolados por el SIDA, el
infierno de la ablación o el desprecio hacia los derechos de la mujer en el
mundo árabe.
Para leer Una familia normal, de Santiago Gascón,
publicado por Xordica se aconseja una terraza fresca y una cerveza helada. La
sonrisa no se borra de los labios durante la lectura de esta novela
aparentemente sencilla (¡qué compleja es a veces la sencillez!), bordada de
ribetes irónicos y pequeñas cargas de profundidad, en la que nos hablan las cuatro voces
familiares: padre, madre y dos hijos de esta familia de escarabajos (como se la dibujó uno de los hijos al
psicólogo de turno).
El calor sofocante que nos abrasa en Intemperie, de Jesús Carrasco, obligará a guarecernos para su
lectura, preferiblemente entre gruesos muros de una vieja casona de pueblo.
Debemos estar advertidos: la quemazón que provoca la huida del protagonista por
ese llano infernal no se alivia ni con un refresco ni con aire acondicionado.
El desamparo y la brutalidad en que vive el niño, el personaje principal, nos
conmueven irremediablemente. Es una lectura de la que saldremos cambiados, como
el propio niño.
Las leyes de la frontera, de
Javier Cercas, es una de esas novelas que atrapan y que se leen gratamente a la
sombra, por ejemplo, a la de la majestuosa acacia del Parque Bruil. Aúna todos
los ingredientes para que nos agarre desde el principio: un ritmo trepidante,
unos personajes llenos de vida, la ambientación en el mundo marginal, una forma
personal de contar, una penetrante mirada a esas fronteras entre las que nos
movemos (la del pasado y la del presente, la del bien y la del mal, la de la
verdad y la de la mentira). Es una estupenda noticia la vuelta de Cercas a la novela tras Anatomía de un instante, obra ya
imprescindible en nuestras vidas.
Que nadie nos recorte las noches de verano, ni eche al
personal interino de las terrazas y que suene la verbena para silenciar a los
que atentan contra la educación. Feliz
verano.
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