Amilkar Feria Flores |
Leer para vivir
(Gustave Flaubert)
La última entrada del blog del curso pasado estaba dedicada a sugerencias de lectura para el verano y la primera del presente curso 2013-2014 la dedicaré nuevamente a invitaros a todos a la lectura, pero de un modo distinto. En otras entradas los testimonios de Jorge Luis Borges ("el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación") o de José Luis Sampedro ("el libro como mensajero de nuestra voz y la defensa para pensar con libertad") nos animaron a esa apasionante aventura que es la lectura. Aventura que además se convierte en placer, del que se disfruta y goza intensamente, y que se va educando y refinando a lo largo de la vida.
Ahora, como nueva invitación a la lectura, quiero dejar aquí transcritas las sabias palabras del filósofo Emilio Lledó que profundizan en el significado del acto de la lectura, entendido como descubrimiento del mundo y de nosotros mismos y como instrumento para forjarnos como personas, esto es, como seres que piensan y cuyo pensamiento solo se nutre de libertad.
La lectura, los libros, son el más asombroso
principio de libertad y fraternidad. Un horizonte de alegría, de luz
reflejada y escudriñadora, nos deja presentir la salvación, la
ilustración, frente al trivial espacio de lo ya sabido, de las
aberraciones mentales a las que acoplamos el inmenso andamiaje de
noticias siempre las mismas, porque es siempre el mismo nuestro
apelmazado cerebro. Los libros nos dan más, y nos dan otra cosa. En el
silencio de la escritura cuyas líneas nos hablan, suena otra voz
distinta y renovadora. En las letras de la literatura entra en nosotros
un mundo que, sin su compañía, jamás habríamos llegado a descubrir. Uno
de los prodigios más asombrosos de la vida humana, de la vida de la
cultura, lo constituye esa posibilidad de vivir otros mundos, de sentir
otros sentimientos, de pensar otros pensares que los reiterados esquemas
que nuestra mente se ha ido haciendo en la inmediata compañía de la
triturada experiencia social y sus, tantas veces, pobres y desrazonados
saberes.
La literatura no es sólo principio y origen de
libertad intelectual, sino que ella misma es un universo de idealidad
libre, un territorio de la infinita posibilidad. Los libros son puertas
que nadie podría cerrarnos jamás, a pesar de todas las censuras. Sólo
una censura sería realmente peligrosa: aquella que, inconscientemente,
nos impusiéramos a nosotros mismos porque hubiéramos perdido, en la
sociedad de los andamiajes y los grumos mentales, la pasión por
entender, la felicidad hacia el saber.
Toda verdadera liberación, todo gozo de vivir y de sentir, empieza en nuestra mente. Y esa mente, parte ideal de nuestro cuerpo en la prodigiosa red de sus neuronas, requiere también alimentación y sustento. Las palabras son la sustancia de las que la inteligencia se nutre. Y esas palabras vienen engarzadas en la original sintaxis de la literatura. Un mundo hecho lenguaje, argumentado y construido desde un infinito espacio donde todo el decir, todo el sentir, es posible. Pero un mundo, además, que, en su soledad, en su maravillosa inocencia y libertad, ya nadie manipula, nadie tergiversa, nadie puede ya falsear y alterar. [Puede leerse íntegro el texto de Lledó en este enlace: Necesidad de la Literatura]
Leer para entender, para entendernos, para aprender, para divertirse, para descubrir, para soñar, para sentir, para imaginar, para reflexionar, para viajar, para aprender, para evadirse, para emocionarse, para vivir. Leer para vivir plenamente.
Como ya nos advirtió Alberto Manguel en Una historia de la lectura, una vez que hemos aprendido a leer, "no tenemos otro remedio que leer. Leer, casi tanto como respirar, es nuestra función esencial". No olvidemos nunca estas palabras si nuestra meta es ser personas libres, que no se someten ni se conforman fácilmente, y desarrollar todas nuestras capacidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario