Para completar la lectura y comentario de Los cachorros de Mario Vargas Llosa os reproduzco parte de una entrevista que concedió al diario El País en 1999, en la que el autor peruano comenta en profundidad varios aspectos de esta novela, y os enlazo un vídeo en el que habla del barrio limeño de Miraflores en el que se ambienta Los cachorros.
-[...]Dos lustros después [de Los jefes (1958)], escribió Los cachorros.
- Bueno, es un relato que en realidad no escribí sino
reescribí: se trata de uno de los textos que más he corregido y rehecho. Lo
empecé después de La Casa Verde, y es la
única vez en que he tenido desde el principio una idea clara de la estructura.
Desde que tuve la idea del relato pensé que tenía que ser una historia más
cantada que contada, que había de tener una musicalidad, algo encantatorio en
el ritmo, en el lenguaje, para que el lector no opusiera una defensa crítica a
la historia.
-¿Cómo es esa historia?
-Muy truculenta, la de un muchacho al que la castración va
convirtiendo en un marginado en un mundo machista. Además, otro asunto formal
que me preocupó era encontrar un punto de vista que reflejara esa personalidad
colectiva del grupo, del barrio. Y el relato también resulta interesante porque
de todas las obras que he escrito es el que ha tenido interpretaciones más diversas.
-¿Le sorprendió alguna?
-Sí. Un crítico muy erudito comentó que había una
elementariedad en la expresión, los diálogos y el fraseo que volvía emblemático
el lenguaje de los tebeos. Otra muy sorprendente era que la historia de Pichula
Cuéllar era un símbolo de la condición del escritor latinoamericano, castrado
por el medio y la falta de una cultura rica que estimulara su trabajo.
-¿Y se le puede comparar con Pichula Cuéllar?
-Felizmente, aún ningún perro bravo me ha hecho lo que le han
hecho al pobre Cuéllar.
-Pero sí que ha sido marginado por la sociedad peruana.
-En ese sentido, desde luego. Es verdad. Yo he sido bastante
marginado. Hasta los 10 años, no: fui un niño bastante integrado y feliz, un
niño muy consentido. Todo eso cambió cuando mis padres se reconciliaron y tuve
que vivir con mi padre, una persona con la que siempre me llevé muy mal.
Después, de adolescente quedé bastante segregado de mi propio medio por razones
políticas y también por mi vocación, que no tenía mucho asiento social ni en el
Perú ni en ningún país latinoamericano.
-¿Cuánto ha cambiado desde que escribió ambas obras?
-La persona que escribió esos relatos soy yo y ya no soy yo.
Cuando empecé Los jefes tenía 18 años y ahora tengo 63. Han pasado muchas
cosas, mi experiencia se ha acumulado en muchos sentidos: no soy la misma
persona y desde luego sigo siéndola.
-¿Cómo sitúa estos relatos dentro del tan mentado «boom»?
-Digamos que en ellos hay muy claramente un rechazo, que yo
creo característico del boom, de la literatura regionalista, costumbrista,
folclórica, centrada en el paisaje y en los tipos pintorescos. El boom, en
cambio, situaba las historias en un mundo más urbano y se preocupaba tanto de
la forma como de los temas.
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