jueves, 2 de mayo de 2013

EL UNIVERSO DE BORGES

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número idefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercado por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono, se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente.
(Jorge Luis Borges, La Biblioteca de Babel)
El argentino Jorge Luis Borges es un autor imprescindible dentro de la literatura en castellano del siglo XX. Creador de una voz personal, su literatura continúa estimulando hoy a sus lectores así como a muchos autores que siguen su magisterio.
Borges, a quien ya estudiamos como poeta ultraísta en la segunda década del siglo XX, es quien inicia la renovación estética del género del cuento a partir de los años cuarenta y uno de sus grandes autores. Su interés por la literatura fantástica, por las literaturas germánicas y por la filosofía son coetáneos a los libros de relatos breves que empieza a publicar en esos años. Después de Historia universal de la infamia (1935), sus libros de cuentos El jardín de senderos que se bifurcan (1941), Artificios (1944) -estos dos recogidos en Ficciones (1944)-, y El Aleph (1949) son las obras que lo encumbran como maestro del cuento. Posteriormente, El hacedor (1960, que incluye también poemas y ensayos), El informe de Brodie (1970) y El libro de arena (1975) certifican ese estatus privilegiado.
Entre sus temas predilectos, siempre de origen filosófico, destacan el carácter ilusorio de la realidad, que se confunde con la ficción; el misterio de la identidad (desarrollado en los motivos del doble, el sueño o la reencarnación), el mundo como laberinto indescifrable y el tiempo (la muerte, el destino, la eternidad, la concepción circular del tiempo, el infinito).
En sus relatos elabora un mundo personal, con imágenes propias, con símbolos que adquieren diversos significados según el contexto en que los emplea y con estructuras a su vez también simbólicas. Entre los símbolos destacan los espejos, el laberinto, las bibliotecas o los tigres. Entre las estructuras más gratas a Borges están las construcciones basadas en las simetrías, las correspondencias y los equilibrios. La concepción circular del tiempo y los desenlaces sorprendentes serán rasgos característicos de muchos de sus cuentos. El estilo de Borges está marcado por una sutil ironía y por la concisión expresiva. De él dijo Cortázar: «la gran lección de Borges no fue una lección temática, ni de contenidos, ni de mecánicas. Fue una lección de escritura. La actitud de un hombre que, frente a cada frase, ha pensado cuidadosamente, no qué adjetivo ponía, sino qué adjetivo sacaba».
Fue un escritor provisto de una gran cultura que abarcaba desde la literatura anglosajona (Poe y James y Lovecraft) a la filosofía (la oriental o la de Leibniz o la de Spinoza), desde la literatura porteña a las distintas mitologías (grecolatina o nórdica). El personal manejo del autor de sus múltiples lecturas, capaz de entremezclar en un relato referencias muy diversas entre sí, hace que el lector se sitúe ante un universo sorprendente, un universo preñado de lecturas, como una biblioteca.

Como presentación al universo de Borges un texto que escribió sobre sí mismo y una selección de cuentos. El texto pertenece a El hacedor y se titula «Borges y yo». Además de reflexionar sobre la propia identidad, nos ofrece un muestrario de sus preocupaciones y de sus gustos literarios y filosóficos, así como una profunda meditación sobre el arte y la vida. [Podéis escuchar el texto en la voz del propio autor en este enlace de Palabra Virtual Borges y yo de Jorge Luis Borges por Jorge Luis Borges].

BORGES Y YO
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Seria exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro.
Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.

La selección de cuentos es personal: he elegido solo cinco, como invitación a un universo rico como el de Borges, siempre personal, atractivo, sugerente y sorprendente. Espero que os gusten estos relatos (Las ruinas circulares, La casa de Asterión, Emma Zunz, El Aleph, La intrusa) y os abran las puertas a otros cuentos de Borges. 

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