miércoles, 19 de octubre de 2022

EL «EFECTO WHATSAPP» EN LA LENGUA DE LOS JÓVENES

Comparto con los lectores del blog este artículo reciententemente aparecido en El País que aborda un asunto del que ya hemos tratado en otras ocasiones y que no por ello dejamos de comentar con los alumnos: la repercusión de la lengua empleada en las redes sociales fuera de su ámbito de uso, por ejemplo, en el mundo escolar. El «efecto WhatsApp» está condicionando, según muchos estudiosos, la forma de escribir de los jóvenes en sus trabajos académicos. La velocidad y la inmediatez de la escritura en las redes hacen que los textos que producen fuera de ese ámbito de uso sean cada vez más sencillos y con menos matices. El empobrecimiento léxico, las faltas de ortografía, la simplicidad sintáctica, la ausencia una estructura clara o la falta de marcadores o conectores en los textos escolares son consecuencia del uso de la lengua en las redes sociales.

Sin duda, las clases de Lengua y Literatura (y de las demás materias) deben contribuir a mejorar la capacidad comunicativa de los alumnos. Para empezar no está mal comentar con ellos este artículo, reflexionar sobre la lengua que usamos y hacer una radiografía de las dificultades y problemas de cada uno en el ejercicio de su expresión escrita y su expresión oral. Una vez detectados esos problemas, el objetivo será trabajar esas cuestiones ortográficas, léxicas, gramaticales o textuales que plantean dificultades a partir de sus propias producciones.

¿Cuanto más teclean, peor escriben? Este es el ‘efecto WhatsApp’ en el lenguaje de los adolescentes

Algunos profesores opinan que la inmediatez de las redes sociales genera problemas de ortografía, gramática y coherencia textual

En WhatsApp, no imprta q se scriba asi. Es un universo sin tildes, comas, ni puntos finales, donde se quitan las vocales para hacer abreviaciones y se sustituyen las palabras y frases por los emojisstickers y gifs. Lo importante es no quedar en visto. Puede parecer una afrenta al castellano, pero a Alberto Miralles Marín, de 17 años, le parece raro quien escribe demasiado correcto en las redes sociales. Y con él está el 90% de los jóvenes, que admiten cambiar intencionalmente su escritura en internet.

La influencia de la mensajería móvil en la lengua ha estado en la mira de los expertos desde el nacimiento del SMS. Diferentes estudios apuntan a que el lenguaje de WhatsApp y de otras redes sociales no empeora la capacidad de escritura en la vida offlinesino todo lo contrario, pero en las aulas se nota que algo ha cambiado. Y no para mejor.

Elisa Fornés García, que fue profesora de Lengua y Literatura de secundaria, bachillerato y formación profesional durante 34 años, ha notado una “degradación” en la forma de expresarse de los alumnos en la última década. Jubilada en 2021, la maestra se quedó con la sensación de que escribían “textos como telegramas”, en los cuales faltaba la capacidad de enlazar ideas y construir argumentos con un hilo conductor: “Intentan ahorrar en las estructuras y escriben frases inconexas, con falta de conectores”. Aunque una parte de los alumnos sepa diferenciar lo que es el lenguaje de internet del lenguaje de los exámenes, la media suele dudar de las reglas ortográficas, léxicas y gramaticales cuando tienen el bolígrafo en la mano. Se equivocan aún más cuando tienen que escribir un texto largo, tal y como se ha notado en los exámenes de selectividad. “Los profesores de las universidades se quejan mucho porque tienen un alumnado que no sabe escribir correctamente”, sostiene García.

También profesora de Lengua y Literatura, Marta Gutiérrez coincide en que sus alumnos de bachillerato se expresan con menos vocabulario y tienen dificultades para traducir ideas en palabras, además de tropiezos ortográficos. Maestra desde 2007, Gutiérrez ha notado un cambio más acusado en los últimos dos o tres años, lo que indica que la pandemia puede ser otro factor. “El hecho de que hayan estado confinados y sin clase presencial durante unos meses les ha afectado muchísimo. Es como si hubieran perdido años de escolarización”, opina. Y el uso del ordenador y el móvil para estudiar en tiempos de confinamiento les ha alejado del lápiz y papel. La profesora ha notado que, desde entonces, muchos presentan dificultades en la caligrafía y hasta en la forma de coger el bolígrafo: “Sus cabezas van más deprisa que las manos”.

La disminución de las habilidades lingüísticas por el uso masivo de las redes sociales fue constatada en algunos estudios. En 2018, el profesor titular de Didáctica de la Lengua y Literatura de la Universidad de Málaga Raúl Cremades realizó una encuesta con 652 docentes de centros públicos y futuros maestros sobre cómo percibían la influencia de la mensajería instantánea en la escritura de sus estudiantes. Los resultados mostraron un efecto negativo en el desarrollo de la competencia comunicativa, al menos en opinión de los maestros.

Cuatro años más tarde, Cremades es categórico al afirmar que las redes sociales están dando lugar a un empobrecimiento del desempeño lingüístico. “Se escribe más que nunca, se lee más que nunca, pero el tipo de escritura y lectura de internet no contribuyen a formarlos”, asegura el catedrático. La causa está en un llamado “efecto contagio”: cuando el uso del lenguaje coloquial es tan frecuente que se confunde con el lenguaje formal. Y las redes sociales han disparado el hecho de que todos utilicen una comunicación rápida y fragmentada en un contexto en el que es más habitual ver las normas alteradas.

Más allá de los errores de ortografía, el ritmo acelerado del mundo digital influye en que las personas tengan cada vez más prisa a la hora de leer y escribir. Ana Pano Alamán, profesora de Español en la Universidad de Bolonia (Italia), sostiene que las confusiones ortográficas no son un problema particular de los adolescentes, ni lo más grave: “Todos podemos confundir la b, v o la hache”. Lo preocupante del uso de la escritura digital, según la especialista en redes sociales y educación lingüística, es que lleva a elaborar textos muy breves, inmediatos y dialogados, y se usan pocas palabras para decir mucho. “Hay una dificultad en redactar ensayos extensos que utilicen marcadores como pero, sin embargo, además, por otra parte. Estos elementos están desapareciendo”, subraya Alamán.

Las equivocaciones y faltas de coherencia afectan principalmente a los adolescentes de la generación Z y los futuros de la Alfa, porque son los que más tiempo pasan con el móvil y los que menos experiencia han tenido con géneros formales de escritura. Por otro lado, Alamán sostiene que estas generaciones han desarrollado unas habilidades comunicativas a través de las redes sociales que los más viejos no suelen tener. “Hay chavales de 13 años que son capaces de hacer un meme muy creativo en cinco segundos. Manipulan la imagen y un texto para formular un nuevo mensaje. Un meme ya es un género”, dice la experta. “Eso enriquece la comunicación”.

Con respecto a las faltas de ortografía, el déficit de conectores y la dificultad para crear textos con un principio, un desarrollo y un final, ambos expertos consideran que este mal se solventaría con hábitos de lectura de textos formales y con una formación que contemple los diferentes géneros. “La receta es formar a los estudiantes en el aula en el registro formal e informal”, asegura la docente de la Universidad de Bolonia. Según Cremades, otra clave es que el profesorado esté preparado para adaptar sus métodos y no rendirse frente a las nuevas demandas y dificultades de los alumnos. “Cuando una persona está muy bien formada, siempre puede volver a las raíces normativas porque las conoce”, concluye Alamán.

Diego Sanz, de 18 años, admite que el “modo automático” le lleva a cometer faltas. “En el papel no tanto, pero si estás en el ordenador pones una q en lugar de que. Al final, si quieres escribir algo rápido, lo abrevias y ya está”. Para mejorar sus destrezas, este estudiante de audiovisuales cree que debería “coger un folio y un boli” y “ponerse a escribir en serio, sin abreviaturas” al menos algunos días de la semana. Hasta que lo haga, en las redes sociales sigue utilizando un lenguaje más cercano a sus amigos, donde “lo imprtante es q se entienda”.

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