viernes, 17 de noviembre de 2017

GÓNGORA Y LA GENERACIÓN DEL 27

Dámaso Alonso, el poeta del 27, nos recuerda en estos fragmentos entresacados de «Góngora entre dos centenarios» (1962) lo que significó el centenario del poeta barroco para sus compañeros de grupo. En los dos primeros párrafos nos da cuenta de las noticias de los actos organizados por los jóvenes poetas, entre los que destaca el homenaje en el Ateneo de Sevilla los días 16 y 17 de diciembre de 1927 del que guardamos testimonio fotográfico (debajo de estas líneas); y en el tercero nos explica las razones profundas de la seducción que Góngora ejerció sobre los poetas del 27.
Homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla (1927). De izquierda a derecha: Alberti, Lorca, Chabás, Bacarisse, Platero, Blasco, Guillén, Bergamín, Alonso, Diego.


Todos los poetas del grupo, en nuestras reuniones en cafés o en casa de algún amigo, hablábamos de Góngora, discutíamos pasajes. Queríamos también preparar la defensa contra los feroces enemigos: estábamos indignados porque la Academia no había querido celebrar el centenario del poeta [...]

Queríamos organizar actos para la celebración del centenario. Escribimos cartas -firmadas por todos nosotros- a varios de los maestros literarios de entonces. Las contestaciones a esas cartas fueron casi todas negativas. Quisimos hacer una biblioteca del centenario en la que se publicaran las obras de Góngora y otras en su honor. Yo preparé la edición de las Soledades, y mi libro tuvo un éxito mundial (con muchas reseñas en España, Europa y América); Gerardo Diego reunió su preciosa Antología Poética en honor de Góngora, que es un excelente índice del influjo del poeta a través de siglos de poesía española; Cossío publicó una pulcra edición de los romances; Salinas, Guillén y Alfonso Reyes se comprometieron a editar los sonetos, las octavas y las letrillas del poeta, pero no lo hicieron [...]

El centenario de Góngora, en 1927, fue una explosión de entusiasmo juvenil. Los jóvenes de entonces nos sentíamos cerca de algunos de los problemas estéticos que habían ocupado a Góngora. Estaba en el ambiente europeo la cuestión de la pureza literaria: se trataba de eliminar del poema toda ganga, todo elemento no poético. Nos preocupaba también la imagen: en la imagen íbamos detrás del movimiento ultraísta -en el que alguno, Gerardo Diego, había participado ya-. Ese movimiento había sido estridentista. Y ahora, en los años inmediatamente anteriores a 1927, nada de estridentismo: se trataba de trabajar perfectamente, en pureza y fervor, de eliminar del poema elementos reales y dejar todos los metafóricos, pero de tal modo que éstos satisficieran a la inteligencia con el sello de lo logrado.

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