viernes, 27 de septiembre de 2019

«EL ESPEJO Y LA MÁSCARA» DE JORGE LUIS BORGES

Como aperitivo  a un curso en el que vamos a leer y comentar muchos textos literarios, os dejo este cuento de Jorge Luis Borges, aparecido en su obra Libro de arena, que plantea varias cuestiones relacionadas con la creación literaria: la intención última de la obra, la representación de la realidad, el valor expresivo del lenguaje, la búsqueda de la belleza, ...  



EL ESPEJO Y LA MÁSCARA



Librada la batalla de Clontarf, en la que fue humillado el noruego, el Alto Rey habló con el poeta y le dijo:
 -Las proezas más claras pierden su lustre si no se las amoneda en palabras. Quiero que cantes mi victoria y mi loa. Yo seré Eneas; tú serás mi Virgilio. ¿Te crees capaz de acometer esa empresa, que nos hará inmortales a los dos?


-Sí, Rey -dijo el poeta-. Yo soy el Ollan. Durante doce inviernos he cursado las disciplinas de la métrica. Sé de memoria las trescientas sesenta fábulas que son la base de la verdadera poesía. Los ciclos de Ulster y de Munster están en las cuerdas de mi arpa. Las leyes me autorizan a prodigar las voces más arcaicas del idioma y las más complejas metáforas. Domino la escritura secreta que defiende nuestro arte del indiscreto examen del vulgo. Puedo celebrar los amores, los abigeatos, las navegaciones, las guerras. Conozco los linajes mitológicos de todas las casas reales de Irlanda. Poseo las virtudes de las hierbas, la astrología judiciaria, las matemáticas y el derecho canónico. He derrotado en público certamen a mis rivales. Me he adiestrado en la sátira, que causa enfermedades de la piel, incluso la lepra. Sé manejar la espada, como lo probé en tu batalla. Sólo una cosa ignoro: la de agradecer el don que me haces.

El Rey, a quien lo fatigaban fácilmente los discursos largos y ajenos, le dijo con alivio:

-Sé harto bien esas cosas. Acaban de decirme que el ruiseñor ya cantó en Inglaterra. Cuando pasen las lluvias y las nieves, cuando regrese el ruiseñor de sus tierras del Sur, recitarás tu loa ante la corte y ante el Colegio de Poetas. Te dejo un año entero. Limarás cada letra y cada palabra. La recompensa, ya lo sabes, no será indigna de mi real costumbre ni de tus inspiradas vigilias. 

-Rey, la mejor recompensa es ver tu rostro -dijo el poeta, que era también un cortesano.

Hizo sus reverencias y se fue, ya entreviendo algún verso.

Cumplido el plazo, que fue de epidemias y rebeliones, presentó el panegírico. Lo declamó con lenta seguridad, sin una ojeada al manuscrito. El Rey lo iba aprobando con la cabeza. Todos imitaban su gesto, hasta los que agolpados en las puertas, no descifraban una palabra. Al fin el Rey habló.

-Acepto tu labor. Es otra victoria. Has atribuido a cada vocablo su genuina acepción ya cada nombre sustantivo el epíteto que le dieron los primeros poetas. No hay en toda la loa una sola imagen que no hayan usado los clásicos. La guerra es el hermoso tejido de hombres y el agua de la espada es la sangre. El mar tiene su dios y las nubes predicen el porvenir. Has manejado con destreza la rima, la aliteración, la asonancia, las cantidades, los artificios de la docta retórica, la sabia alteración de los metros. Si se perdiera toda la literatura de Irlanda -omen absit- podría reconstruirse sin pérdida con tu clásica oda. Treinta escribas la van a transcribir dos veces.

Hubo un silencio y prosiguió.

-Todo está bien y sin embargo nada ha pasado. En los pulsos no corre más a prisa la sangre. Las manos no han buscado los arcos. Nadie ha palidecido. Nadie profirió un grito de batalla, nadie opuso el pecho a los vikingos. Dentro del término de un año aplaudiremos otra loa, poeta. Como signo de nuestra aprobación, toma este espejo que es de plata.

-Doy gracias y comprendo -dijo el poeta. Las estrellas del cielo retornaron su claro derrotero. Otra vez cantó el ruiseñor en las selvas sajonas y el poeta retornó con su códice, menos largo que el anterior. No lo repitió de memoria; lo leyó con visible inseguridad, omitiendo ciertos pasajes, como si él mismo no los entendiera del todo o no quisiera profanarlos. La página era extraña. No era una descripción de la batalla, era la batalla. En su desorden bélico se agitaban el Dios que es Tres y es Uno, los númenes paganos de Irlanda y los que guerrearían, centenares de años después, en el principio de la Edda Mayor. La forma no era menos curiosa. Un sustantivo singular podía regir un verbo plural. Las preposiciones eran ajenas a las normas Comunes. La aspereza alternaba Con la dulzura. Las metáforas eran arbitrarias o así lo parecían.

El Rey cambió unas pocas palabras Con los hombres de letras que lo rodeaban y habló de esta manera:

-De tu primera loa pude afirmar que era un feliz resumen de cuanto se ha cantado en Irlanda. Ésta supera todo lo anterior y también lo aniquila. Suspende, maravilla y deslumbra. No la merecerán los ignaros, pero sí los doctos, los menos. Un cofre de marfil será la custodia del único ejemplar. De la pluma que ha producido obra tan eminente podemos esperar todavía una obra más alta.

Agregó con una sonrisa: -Somos figuras de una fábula y es justo recordar que en las fábulas prima el número tres.

El poeta se atrevió a murmurar: -Los tres dones del hechicero, las tríadas y la indudable Trinidad. El Rey prosiguió: -Como prenda de nuestra aprobación, toma esta máscara de oro.

-Doy gracias y he entendido -dijo el poeta. El aniversario volvió. Los centinelas del palacio advirtieron que el poeta no traía un manuscrito. No sin estupor el Rey lo miró; casi era otro. Algo, que no era el tiempo, había surcado y transformado sus rasgos. Los ojos parecían mirar muy lejos o haber quedado ciegos. El poeta le rogó que hablara unas palabras con él. Los esclavos despejaron la cámara.

-¿No has ejecutado la oda? -preguntó el Rey.

-Sí -dijo tristemente el poeta-. Ojalá Cristo Nuestro Señor me lo hubiera prohibido.

-¿Puedes repetirla?

-No me atrevo.

-Yo te doy el valor que te hace falta -declaró el Rey.

El poeta dijo el poema. Era una sola línea. Sin animarse a pronunciarla en voz alta, el poeta y su Rey la paladearon, como si fuera una plegaria secreta o una blasfemia. El Rey no estaba menos maravillado y menos maltrecho que el otro. Ambos se miraron, muy pálidos.

-En los años de mi juventud -dijo el Rey- navegué hacia el ocaso. En una isla vi lebreles de plata que daban muerte a jabalíes de oro. En otra nos alimentamos con la fragancia de las manzanas mágicas. En otra vi murallas de fuego. En la más lejana de todas un río abovedado y pendiente surcaba el cielo y por sus aguas iban peces y barcos. Éstas son maravillas, pero no se comparan con tu poema, que de algún modo las encierra. ¿Qué hechicería te lo dio? 

-En el alba -dijo el poeta- me recordé diciendo unas palabras que al principio no comprendí. Esas palabras son un poema. Sentí que había cometido un pecado, quizá el que no perdona el Espíritu.

-El que ahora compartimos los dos -el Rey musitó-. El de haber conocido la Belleza, que es un don vedado a los hombres. Ahora nos toca expiarlo. Te di un espejo y una máscara de oro; he aquí el tercer regalo que será el último.

Le puso en la diestra una daga. Del poeta sabemos que se dio muerte al salir del palacio; del Rey, que es un mendigo que recorre los caminos de Irlanda, que fue su reino, y que no ha repetido nunca el poema. 

lunes, 16 de septiembre de 2019

BIENVENIDA AL NUEVO CURSO


Arranca un nuevo curso y todos, alumnos, familias y profesores, notamos sensaciones como el cosquilleo o el vértigo que revelan la inquietud ante lo que va a empezar. Es momento de presentaciones, de conocer a nuevos compañeros y nuevos profesores. Es tiempo de volver a retomar rutinas y hábitos escolares, que conocemos bien pero que han quedado apartados en vacaciones. Hay que forrar libros, hay que pertrecharse de cuadernos y bolígrafos, hay que volver a madrugar, hay que adaptarse a un nuevo horario,… Todo lo hemos vivido ya pero todo es otra vez nuevo. Hemos culminado una etapa del viaje (el curso anterior) pero ya estamos enfrascados en otro nuevo viaje que tenemos que encarar con ilusión y trabajo. En la medida de lo posible, debemos tratar entre todos que la sensación que nos quede del curso no sea solo aquella de la que hablaba Antonio Machado en su «Recuerdo infantil».
El blog procurará ser de nuevo el diario de viaje, el cuaderno de bitácora, que acompañe a los alumnos en este nuevo curso. Y como en años anteriores estará abierto a las sugerencias y las preguntas de todos aquellos que se acercan a leer sus entradas o a consultar sus documentos.

Y sin más preámbulos, bienvenidos al nuevo curso 2019-2020.

viernes, 21 de junio de 2019

CLÁSICOS DEL SIGLO XX PARA LAS TARDES DE VERANO

Llega el verano y se multiplican las horas de ocio y una de las formas más enriquecedoras de aprovecharlo es la lectura. En la imagen os dejo seleccionados ocho clásicos de la literatura universal del siglo XX que se leen en menos de una hora y media, el tiempo que dura una película o una siesta larga. He elegido novelas cortas de diferentes tipos y temáticas que han pasado la criba del tiempo y de los lectores más exigentes y que han abierto el apetito de otras nuevas lecturas. Todas ellas son obras que se leen con avidez pero que no se olvidan: son una invitación al placer de la lectura.
Feliz verano y felices lecturas a todos los amigos del blog.

lunes, 10 de junio de 2019

EL PROCESO DE LA ESCRITURA SEGÚN SENDER

De la monografía sobre Ramón J. Sender que escribió el profesor José-Carlos Mainer entresaco estas interesantes declaraciones que hizo el autor de Réquiem por un campesino español a Marcelino C. Peñuelas en 1970. Las palabras de Sender sobre el ejercicio de su oficio son muy reveladoras y seguro que nos aportan alguna luz acerca de cómo es ese trabajo artístico de «hacer versosímil la realidad».

Retrato con cuervo.
Óleo de Ramón J. Sender, 1975
«[En mis novelas] aunque no preparo y la estructura se forma sola y escribo rápidamente, hay una cantidad de concentración y de atención realmente considerable [...]. Y por eso salgo de una novela nueva como se sale de una enfermedad, fatigado, nervioso... irritable. 
[...] La corrección es un placer. Pero el primer borrador es una tortura, ¿comprendes? Una tortura reflexiva. Por otra parte, como me decía Antonio Machado, yo escribo con la reflexión y corrijo con la inspiración. Es decir, que cuando escribo el primer borrador es una tarea de reflexión realista sin ninguna preocupación de tipo formal. Y luego, cuando corrijo, es cuando con la mente fría y con la cabeza libre de la necesidad de organizar la obsesión, desde un plano que podemos llamar neutro, voy retocando, perfilando, dando a la prosa algún matiz que no tenía [...]. Es como esos pintores que comienzan manchando la tela con un fondo rojo, verde o amarillo, y algunos esbozos de lo que van a pintar encima.
[...] Yo escribo muy deprisa. Hago en un día, por ejemplo, treinta páginas a máquina [...]. Pero las escribo con un tipo de reflexión casi automática. Y sin releer. Y sigo así hasta el final [...]. Luego, voy estableciendo proporciones, inserciones entre líneas, alguna llamada al dorso de la página y dejo el manuscrito en forma ya "cristalizada". Finalmente se hace la copia definitiva. Casi siempre esta segunda copia la hago yo y al mismo tiempo que la hago voy todavía corrigiendo. A veces el primer borrador lo dicto a una estenógrafa y resulta más cómodo. 
[...] Sólo el arte fija, establece en qué consiste la realidad común a todos y la hace verosímil. Íntegramente verosímil en todos los niveles. Y el deseo de escribir en algunos de nosotros viene de eso. Hay que hacer verosímil la realidad.»

miércoles, 5 de junio de 2019

RECUENTOS DE LA VIDA: HIERRO, OTERO Y CELAYA

Os presento tres poemas de los principales autores de posguerra que estamos leyendo en clase (José Hierro, Blas de Otero y Gabriel Celaya) que comparten  varios rasgos: son testimonios de su vida y de su relación con el mundo, son breves y sugerentes y sus títulos son suficientemente elocuentes por aludir a diferentes tipos de textos que empleamos en nuestras vidas: una «fe de vida» (con su doble sentido: documento que acredita que alguien está vivo y esperanza en lo que nos da la vida), la «penúltima palabra» convertida en un testamento literario y vital y una «biografía» que se va forjando a partir de las órdenes y las prohibiciones de la sociedad .

FE DE VIDA
Sé que el invierno está aquí,
detrás de esa puerta. Sé
que si ahora saliese fuera
lo hallaría todo muerto,
luchando por renacer.
Sé que si busco una rama
no la encontraré.
Sé que si busco una mano
que me salve del olvido
no la encontraré.
Sé que si busco al que fui
no lo encontraré.
Pero estoy aquí. Me muevo,
vivo. Me llamo José
Hierro. Alegría. (Alegría
que está caída a mis pies).
Nada en orden.
Todo roto, a punto de ya no ser.
Pero toco la alegría,
porque aunque todo esté muerto
yo aún estoy vivo y lo sé. 
                        José Hierro

PENÚLTIMA PALABRA
Dentro de poco moriré.
El zafarrancho de mi vida
toca a su fin. El alma está partida,
y el cuerpo a punto de partir. Lo sé.

Amé la vida, sin embargo.
Bien sabes tú que la amé mucho.
Aunque me expulsen de la vida, lucho
aún. Ancho el amor y el dolor largo.

Veo los ríos, me conmueven.
Contemplo un árbol, quedo absorto.
El mar inmenso me parece corto
de luces frente a muertos que se mueven.

He caminado junto al hombre.
Participé sus arduas luchas.
Muchos han sido los fracasos; muchas
más las conquistas que no tienen nombre.
Dentro de poco moriré.
Aquí está todo mi equipaje.
Cuatro libros, dos lápices, un traje
y un ayer hecho polvo que aventé.

Esto fue todo. No me quejo.
Sé que he vivido intensamente.
(Demasiado intensamente.) Enfrente
está el futuro: es todo lo que os dejo.
Blas de Otero

BIOGRAFÍA
No cojas la cuchara con la mano izquierda.
No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.

Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.

¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.

No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.
Gabriel Celaya