El hecho de tomar el teatro como una forma de intervenir en la vida me ha colmado. El teatro era un bueno oficio y merecía la pena dedicarse a él. Nunca he pensado de otra manera, siempre he creído que ha merecido la pena, y, sin ninguna duda, volvería a repetirlo.
Alfonso Sastre
En el día del fallecimiento de Alfonso Sastre quiero reivindicar una vez más el papel de este dramaturgo en la historia del teatro español de la segunda mitad del siglo XX. Hago mías las palabras que le ha dedicado el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música del Ministerio de Cultura en Twitter, que vienen a poner en su sitio el alcance de su obra dramática, a pesar del ninguneo de algunos manuales y libros de texto escolares que apenas reparan en su obra. Fue siempre ejemplo de autor inconformista, contestatario, rebelde y comprometido con la libertad que sufrió en España la persecución, la censura y el olvido, aunque alcanzó fuera de nuestro país un gran reconocimiento. Sastre pertenece, como él mismo dijo, a esa "estirpe insumisa" de autores teatrales españoles que no fueron entendidos por sus contemporáneos reaccionarios, como le pasó a Valle-Inclán, pero que el paso del tiempo ha encumbrado por sus propuestas innovadoras. Sastre fue, según el crítico Javier Villán, el autor que hizo posible un teatro imposible en nuestro país.
En diferentes entradas del blog nos hemos detenido en algunas de sus obras dramáticas más potentes (Escuadra hacia la muerte, La mordaza o La taberna fantástica) y en los relatos de terror de su excepcional Las noches lúgubres, así como en alguno de sus manifiestos teatrales, que invitamos hoy a leer o releer, además de rendirle homenaje leyendo o releyendo sus obras.
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