Como complemento a otra entrada anterior del blog, Recuentos de vida: Hierro, Otero y Celaya, os presento hoy otros tres poemas de autores del periodo de posguerra que nos dejaron sus autobiografías en forma de poemas. Los poetas son Luis Rosales, Gloria Fuertes y José Agustín Goytisolo. Así nos acercaremos a sus vidas, a su relación con los demás y a sus mundos interiores. El tono de los poemas y los sentimientos vertidos en las «autobiografías» rezuman esa autenticidad del poeta que mira hacia dentro y comparte con sus lectores lo más íntimo y personal, siempre teñido de melancolía y tristeza. Pero a eso hay que añadir el tratamiento irónico (e incluso humorístico en los dos últimos poemas) con el que los autores se miran a sí mismos con distancia.
Los tres poemas pueden ser perfectamente cartas de presentación de sus autores. De Luis Rosales podemos leer La casa encendida, obra poética escrita en versículos, que muestra la experiencia dolorosa del paso del tiempo, pero también la afirmación de la armonía y de la esperanza. A Gloria Fuertes ya la presentamos en otra entrada del blog y destacamos la cercanía de su poesía por el lenguaje empleado y el tono irónico y humorístico de sus poemas que denuncian la hipocresía social y las injusticias. De José Agustín Goytisolo, también presente en otras entradas del blog, podemos acercarnos a Palabras para Julia, una de sus obras más populares e importantes.
AUTOBIOGRAFÍA
Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.
Luis Rosales
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AUTOBIOGRAFÍA
Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el
parto de mi madre
que si se descuida muere
por vivirme.
A los tres años ya sabía
leer
y a los seis ya sabía mis
labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.
A los nueve años me pilló
un carro
y a los catorce me pilló la
guerra;
A los quince se murió mi
madre, se fue cuando más falta me hacía.
Aprendí a regatear en las
tiendas
y a ir a los pueblos por
zanahorias.
Por entonces empecé con los
amores,
-no digo nombres-,
gracias a eso, pude
sobrellevar
mi juventud de barrio.
Quise ir a la guerra, para
pararla,
pero me detuvieron a mitad
del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera
tonta,
-pero Dios y el botones
saben que no lo soy-.
Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto
hace años
y estoy más sola que yo
misma.
He publicado versos en
todos los calendarios,
escribo en un periódico de
niños,
y quiero comprarme a plazos
una flor natural
como las que le dan a Pemán
algunas veces.
Gloria Fuertes
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AUTOBIOGRAFÍA
Cuando yo era
pequeño
estaba siempre triste
y mi padre decía
mirándome y moviendo
la cabeza: hijo mío
no sirves para nada.
Después me fui al colegio
con pan y con adioses
pero me acompañaba
la tristeza. El maestro
graznó: pequeño niño
no sirves para nada.
Vino luego la guerra
la muerte -yo la vi-
y cuando hubo pasado
y todos la olvidaron
yo triste seguí oyendo:
no sirves para nada.
Y cuando me pusieron
los pantalones largos
la tristeza en seguida
cambió de pantalones.
Mis amigos dijeron:
no sirves para nada.
En la calle en las aulas
odiando y aprendiendo
la injusticia y sus leyes
me perseguía siempre
la triste cantinela:
no sirves para nada.
De tristeza en tristeza
caí por los peldaños
de la vida. Y un día
la muchacha que amo
me dijo y era alegre:
no sirves para nada.
Ahora vivo con ella
voy limpio y bien peinado.
Tenemos una niña
a la que a veces digo
también con alegría:
no sirves para nada.
José Agustín Goytisolo
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