Miguel Delibes |
Para complementar los apuntes y explicaciones de clase y la lectura de Los santos inocentes, os dejo la parte del estudio «Claves para leer a Miguel Delibes» de la profesora Amparo Medina-Bocos en la que se centra en la importancia de la dimensión ética en las novelas de Miguel Delibes. El estudio completo, recogido en la Biblioteca Virtual Miguel Cevantes que puede leerse pinchando en el primer enlace de la entrada, es muy recomendable.
En distintas ocasiones ha expresado Delibes sus ideas
acerca de la función que debe cumplir la novela en nuestro tiempo, una función
en su opinión radicalmente distinta de la que tuvo en el siglo pasado. «La novela -escribía en Un año de mi vida- no puede
permanecer anclada en su antigua misión de entretener a la burguesía [...] La
novela hoy, antes que divertir -para eso ya están el cine comercial y la
televisión- debe inquietar. Es, tal vez, el instrumento más directo de que
disponemos para barrenar la oronda seguridad de una burguesía satisfecha». Este
papel de denuncia del sistema que según Delibes corresponde al novelista actual
exige de éste una absoluta independencia como única forma de llevar a cabo su
tarea crítica. «Nuestra misión -decía también en su diario del
año 70- consiste en criticar, molestar, denunciar, aguijonear al sistema de hoy
y al de mañana, porque todos los sistemas son susceptibles de
perfeccionamiento, y esto, a mi ver, sólo puede hacerse desde una conciencia
libre, sin vinculaciones políticas concretas».
Estos postulados teóricos han
encontrado un fiel reflejo en la obra delibeana, perfectamente coherente con
tales principios. Novelas rurales como Las ratas o Los santos
inocentes son auténticas denuncias de las condiciones, a veces
infrahumanas, en que se desarrolla la vida campesina. Y bien conocido es cuánto
hay de crítica a la ambigua moral de la clase media en sus novelas urbanas,
especialmente en Cinco horas con Mario. Buen conocedor de los problemas
de su entorno y de su tiempo, Delibes ha expresado en numerosas ocasiones
cuáles son sus preocupaciones más profundas. Y aunque ha repetido con
frecuencia que él no es un intelectual, su actitud y sus escritos son buenos
testimonios de una postura crítica mantenida a lo largo del tiempo. Ya quedó
dicho que los problemas con la censura, que no veía con buenos ojos la campaña
emprendida desde las páginas de El Norte para denunciar los problemas
del campo castellano, acabaron con su renuncia a la dirección del periódico en
los años sesenta. El discurso de ingreso en la Academia tuvo como tema otra de
las grandes preocupaciones del escritor. El temor a las consecuencias que el
progreso puede acarrear para el hombre y para la naturaleza constituyen un verdadero
alegato en el que el ecologista Delibes decía sí al progreso, pero no a
cualquier precio. Síntesis de las más hondas inquietudes delibeanas fue Parábola
del náufrago (1969) en la que se denuncian las amenazas que se ciernen
sobre la libertad y la dignidad humanas. Su última novela, El hereje,
con ese final magnífico y sobrecogedor, es según sus propias palabras -ya
citadas- una apasionada defensa de la libertad de conciencia.
La preocupación ética de Delibes
está presente en todas sus obras. Para nadie es un secreto su preferencia por
los seres sencillos, a veces incluso marginales. Pero esta elección no es
casual, sino que supone una decisión ética. Dice Jiménez Lozano que las
historias de cualquier narrador de verdad están ahí, antes de que él comience a
narrar, y que es justamente la opción del narrador por unas o por otras lo que
define su estética y a la vez la ética inseparable de ella. Las novelas de
Delibes no proponen soluciones -no es ésa la labor del novelista- pero sí
apuntan problemas o denuncian injusticias o ponen en la picota determinadas
formas de comportamiento. Y, sobre todo, iluminan aspectos de la realidad que,
de otra forma, quizá pasarían inadvertidos. En este sentido, creo que tiene
razón Jiménez Lozano cuando, en su «Lectura privada de Miguel Delibes», afirma:
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