Buero Vallejo |
El estreno de El tragaluz de Buero Vallejo la noche del 7 de octubre de 1967 en el Teatro Bellas Artes de Madrid, bajo la dirección de José Osuna, fue un éxito de público. La obra se mantuvo nueve meses en cartel y fue llevada después de gira por toda España. Las críticas fueron positivas aunque no faltaron, según García Barrientos, «contestaciones ideológicas», «ni algún reparo dramático, principalmente en relación con los experimentadores». [En estos enlaces se pude leer la crítica del estreno (1 y 2) aparecida en el diario ABC].
La polémica sobre su contenido ético y político y su forma dramática contribuyó a que la obra tuviera éxito: en El tragaluz se trataba por primera vez sobre los escenarios el tema de la guerra civil desde el lado de los vencidos, en El tragaluz la aparición de personajes-narradores en un marco de ficción científica constituía toda una novedad formal.
La polémica sobre su contenido ético y político y su forma dramática contribuyó a que la obra tuviera éxito: en El tragaluz se trataba por primera vez sobre los escenarios el tema de la guerra civil desde el lado de los vencidos, en El tragaluz la aparición de personajes-narradores en un marco de ficción científica constituía toda una novedad formal.
Poco después del estreno, el autor concedió una entrevista a Ángel Fernández-Santos, para la revista Primer Acto, en la que comentaba esas cuestiones debatidas por la crítica. Seleccionaré algunas de sus palabras, basándome en los materiales aportados por José Luis García Barrientos en su edición de la obra en la editorial Castalia.
Sobre los «investigadores»:
«Para mí El tragaluz sería inconcebible sin estos personajes». «Lejos de querer amortiguar con ellos la actualidad o la virulencia que la obra pueda tener para el público español de hoy, creo que me permiten, por el contrario, sobrecoger más aún a ese público y, por qué no, tal vez a un publico universal de hoy, ya que no se trata de un problema específicamente español, pese a las connotaciones típicamente españolas que mi obra tenga». «La función de sobrecogimiento emotivo es, para mí, fundamental en estos personajes. Tal función nos viene a consecuencia de lo que dicen, pero lo que dicen no es algo que se traduce simplemente en una reflexión, sino tambien en un 'temor'. Esta combinación de reflexión y temor es la esencia de la función de esta pareja de personajes. ¿Qué sobrecogimiento, qué temor intenta ser éste? Pues el que de una manera explícita, hacia el final de la obra, formula uno de ellos: "Si vosotros -sabemos que en realidad se está dirigiendo a nosotros, seres del siglo veinte, pero como si fuéramos ya de un siglo futuro- no os habéis sentido en algún momento como seres del siglo veinte, pero vigilados 'ya' por una especie de conciencia futura, el experimento ha fracasado"».
Sobre el problema ético (acción y contemplación):
«Yo me he limitado a describir el caso concreto de unas personas "que no pudieron tomar el tren" al lado de otras que sí lo tomaron, como es el caso del hermano mayor. Ha ocurrido esto: es un hecho. Yo, personalmente, "tomé el ten" cuando pude y como pude, lo que aumenta, creo, mi deber moral de no olvidar a quienes no compartieron mi suerte. Hablo de "tomar el tren" en el sentido que realmente le corresponde: en el de "tomar el tren de la vida" y no en ningún sentido restringido o politizado. Se trata de seguir viviendo y actuando, de no quedarse en la cuneta, detenido en el tiempo y sin acceso a la vida y a los hechos. Yo no censuro el hecho de "tomar el tren", creo que esto es evidente; es más, creo que es necesario .que todo el mundo lo tome. Considero que "el tren de la vida y de la acción" debe tomarse». «Lo que yo he criticado en el personaje que "tomó el tren" en mi obra no es el hecho en sí de tomarlo sino la manera que tuvo de tomarlo y, naturalmente, la manera que tuvo de seguir viajando en él».
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