Todo
texto es un mensaje
dentro de un proceso de comunicación. Los elementos que intervienen en este
proceso determinan su carácter y su forma. Por tanto, cada texto presenta sus
características particulares.También es posible
observar ciertos rasgos comunes entre textos que nos permiten organizarlos en
diferentes tipos
generales de textos.
Al existir tal diversidad de textos, no nos ceñiremos a un solo criterio de clasificación. Tampoco consideraremos ninguna clasificación final, cerrada y definitiva.
Al existir tal diversidad de textos, no nos ceñiremos a un solo criterio de clasificación. Tampoco consideraremos ninguna clasificación final, cerrada y definitiva.
En el siguiente enlace puedes recordar los criterios comunicativos que sirven para clasificar los textos. Todos ellos te resultarán conocidos de cursos pasados. Vamos a repasarlos en esta actividad: clasificación de textos. Para reforzar los contenidos prueba a responder este cuestionario de Testeando.
En 4º de E.S.O. vamos a estudiar más a fondo las dos variedades de discurso que todavía no se han tratado en profundidad en otros años: la exposición y la argumentación.
Para no obsesionarnos con las clasificaciones (tan frecuentes en las ciencias y en las humanidades), lee el siguiente cuento de Julio Cortázar en el que se ironiza sobre esta manía clasificatoria de una esperanza, un personaje típico de algunas de sus obras, junto a los cronopios y los famas.
En 4º de E.S.O. vamos a estudiar más a fondo las dos variedades de discurso que todavía no se han tratado en profundidad en otros años: la exposición y la argumentación.
Para no obsesionarnos con las clasificaciones (tan frecuentes en las ciencias y en las humanidades), lee el siguiente cuento de Julio Cortázar en el que se ironiza sobre esta manía clasificatoria de una esperanza, un personaje típico de algunas de sus obras, junto a los cronopios y los famas.
Su fe en las ciencias
Una esperanza creía en los
tipos fisonómicos, tales como los ñatos, los de cara de pescado, los de gran
toma de aire, los cetrinos y los cejudos, los de cara intelectual, los de estilo
peluquero, etcétera. Dispuesta a clasificar definitivamente estos grupos, empezó
por hacer grandes listas de conocidos y los dividió en los grupos citados más
arriba. Tomó entonces el primer grupo, formado por ocho ñatos, y vio con sorpresa
que en realidad estos muchachos se subdividían en tres grupos, a saber: los
ñatos bigotudos, los ñatos tipo boxeador y los ñatos estilo ordenanza de ministerio,
compuestos respectivamente por 3, 3 y 2 ñatos. Apenas los separó en sus nuevos
grupos (en el Paulista de San Martín, donde los había reunido con gran trabajo
y no poco mazagrán bien frappé) se dio cuenta de que el primer subgrupo no era
parejo, porque dos de los ñatos bigotudos pertenecían al tipo carpincho, mientras
el restante era con toda seguridad un ñato de corte japonés. Haciéndolo a un
lado con ayuda de un buen sándwich de anchoa y huevo duro, organizó el subgrupo
de los dos carpinchos, y se disponía a inscribirlo en su libreta de trabajos
científicos cuando uno de los carpinchos miró para un lado y el otro carpincho
miró hacia el lado opuesto, a consecuencia de lo cual la esperanza y los demás
concurrentes pudieron percatarse de que mientras el primero de los carpinchos
era evidentemente un ñato braquicéfalo, el otro fíato producía un cráneo mucho
más apropiado para colgar un sombrero que para encasquetárselo. Así fue como
se le disolvió el subgrupo, y del resto no hablemos porque los demás sujetos
habían pasado del mazagrán a la caña quemada, y en lo único que se parecían
a esa altura de las cosas era en su firme voluntad de seguir bebiendo a expensas
de la esperanza.