La novela cumplió su centenario el año pasado y sigue considerándose capital en la historia de la literatura. Sus novedosos recursos formales cambiaron definitivamente la forma de narrar. Entre ellos destacan la constante experimentación lingüística, capaz de una escritura libre sin ningún tipo de signo de puntuación, y el monólogo interior, que consiste en reproducir sin puntuación la conciencia del personaje que fluye libremente: pensamientos, sensaciones y asociaciones mentales sin interrupción ni nexos.
Como muestra de la obra y de sus recursos ofrezco las últimas palabras de su último capítulo, el dieciocho, el que sirve de inspiración para el brillantísimo monólogo que lleva a cabo la actriz Magüi Mira, que comienza y termina con un poderoso Sí: el primero es el Sí del presente de Molly y el segundo es el recuerdo de un antiguo Sí.
[…] hoy quiero decir no no los viernes son día de mala suerte lo primero que quiero hacer es arreglar la casa de alguna manera el polvo se acumula por todos lados creo mientras estoy dormida luego podemos tener algo de música y cigarrillos puedo acompañarle primero tengo que limpiar las teclas del piano con leche qué me puedo poner me pondré una rosa blanca o esos pasteles encantadores de Lipton me gusta el olor de una gran tienda llena de cosas ricas a 7 y 1/2 la libra o los otros con cerezas dentro y el azúcar rosado 11 peniques un par de libras de eso una planta bonita para el centro de la mesa ésa la sacaría más barata en espera dónde está eso las vi no hace mucho me encantan las flores me encantaría tener toda la casa inundada de rosas Dios del cielo no hay nada como la naturaleza las montañas agrestes después el mar y las olas precipitándose después la campiña maravillosa con los campos de avena y trigo y toda clase de cosas y todo el hermoso ganado moviéndose a sus anchas le haría a uno mucho bien ver ríos y lagos y flores de todas las formas y olores y colores brotando hasta de las cunetas prímulas y violetas es la naturaleza como para que digan que no hay Dios yo no daría un duro por toda su sabiduría por qué no van y crean algo a menudo le preguntaba a los ateos o comoquiera que ellos se llamen que vayan y se quiten la roña de encima primero luego van berreando a por un cura cuando mueren y por qué por qué porque tienen miedo del infierno por su mala conciencia ah sí ya lo creo que los conozco bien quién existió en el universo antes de que existiera nadie que lo hizo todo quién ah eso no lo saben pues yo tampoco así que ahí tienes también podrían muy bien intentar que el sol dejara de salir mañana el sol brilla para ti dijo él el día que estábamos echados entre los rododendros en el promontorio de Howth con el traje de paño gris y su canotié el día que hice que se me declarara sí primero le di de mi boca el trocito de torta de alcaravea y era un año bisiesto como ahora sí hace 16 años Dios mío después de aquel largo beso casi me quedo sin respiración sí dijo que yo era una flor de la montaña sí que somos flores todas el cuerpo de mujer sí fue la única verdad que dijo en su vida y el sol brilla para ti hoy sí por eso me gustaba porque vi que entendía o sentía lo que es una mujer y yo sabía que siempre le podía buscar las vueltas y le di todo el placer que pude invitándole hasta que me pidió que dijera sí y yo no quería contestar al principio sólo miré a lo lelos el mar y al celo pensaba en tantas cosas que él no sabía en Mulvey y Mr Stanhope y en Hester y en padre y en el viejo capitán Groves y en los marineros jugando a antón pirulero y a las prendas y a mear alto como ellos lo llamaban en el malecón y el centinela delante de la casa del gobernador con aquella cosa alrededor del casco blanco pobre diablo achicharrado y las muchachas españolas riendo con sus mantillas y sus peinetas y la subasta por la mañana los griegos y los judíos y los árabes y quién sabe Dios quién más de todos los rincones de Europa y Duke street y el mercado de aves todas cloqueando delante de Larby Sharon y los pobres burros sueltos medio dormidos y aquellos hombres imprecisos en sus capas dormidos a la sombra en los escalones y las grandes ruedas de las carretas de bueyes el viejo castillo con miles de años sí y aquellos guapos moros todos de blanco y con turbantes como reyes invitándote a que te sentaras en sus pequeñas tiendas y Ronda con las viejas ventanas de las posadas 2 ojos que miran una celosía oculta para que el amante bese la reja y 'los ventorrillos medio abiertos por la noche y las castañuelas y la noche que perdimos el barco en Algeciras y el sereno de un sitio para otro sereno con su farol y O aquel abismal torrente O y el mar el mar carmesí a veces como fuego y las puestas de sol gloriosas y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas aquellas callejuelas extrañas y las casas de rosa y de azul y de amarillo y las rosaledas y los jazmines y los geranios y las chumberas y el Gibraltar de mi niñez cuando yo era una Flor de la montaña sí cuando me ponía la rosa en el pelo como hacían las muchachas andaluzas o me pondré una roja sí y cómo me besaba junto a la muralla mora y yo pensaba bien lo mismo da él que otro y entonces le pedí con la mirada que me lo pidiera otra vez sí y entonces me preguntó si quería sí decir sí mi flor de la montaña y al principio le estreché entre mis brazos sí y le apreté contra mí para que sintiera mis pechos todo perfume sí y su corazón parecía desbocado y sí dije sí quiero Sí.
Ilustración de Eduardo Arroyo del capítulo 18 de Ulises de la editorial Galaxia Gutenberg |
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