jueves, 17 de diciembre de 2020

#poema27: HOMENAJE A LUIS CERNUDA

 

Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.

Busqué lo que pensaba;
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.

Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.

He sido.

 

Fieles a #poema27, la iniciativa del profesor Toni Solano, comparto con los lectores del blog dos de los poemas de Luis Cernuda que más suelen impactar a los alumnos de ESO y Bachillerato cuando comienzan a acercarse a la poesía de los autores de la Generación del 27. Tras su aparente simplicidad y su aire confesional, laten en estos dos poemas de Donde habite el olvido los temas y preocupaciones, en la línea neorromántica, de un hombre que ha amado («columna ardiente»), ha deseado y ha vivido la vivida, pero a quien la realidad («el mundo insaciable») le ha marcado con el desengaño. La memoria y el paso del tiempo, dos obsesiones recurrentes del poeta, sirven para armar estos dos textos, esculpidos con una extraordinaria maestría y delicadeza, que no dejarán indiferentes ni a quienes ya los conozcan, ni a quienes los descubran ahora.

En este homenaje a Cernuda nos acompañan las reveladoras palabras que Federico García Lorca, otro gran poeta de esa Generación, le dedicó en abril de 1936 tras la aparición de La realidad y el deseo, el volumen que recogía su obra hasta entonces, y que nos presentan de forma extraordinaria el valor de la poesía de Cernuda que deslumbró al poeta granadino.

No me equivoco. Lo que voy a decir es verdad y está en la conciencia de toda persona sensible. La aparición del libro La realidad y el deseo es una efemérides importantísima en la gloria y el paisaje de la literatura española. No me equivoco, porque para decir esto aquí yo he luchado a brazo partido con el libro, leyendo sin gana al acostarme, al levantarme; leyendo con dolor de cabeza, sacando ese poquito de odio que sentimos todos contra autores de obras perfectas; pero ha sido inútil. La realidad y el deseo me ha vencido con su perfección sin mácula, con su amorosa agonía encadenada, con su ira y sus piedras de sombra. Libro delicado y terrible al mismo tiempo, como un clave pálido que manara hilo de sangre por el temblor de cada cuerda. No habrá escritor en España, de la clase que sea, si es realmente escritor, manejador de palabras, que no quede admirado del encanto y refinamiento con que Luis Cernuda une los vocablos para crear su mundo poético propio; nadie que no se sorprenda de su efusiva lírica gemela de Bécquer y de su capacidad de mito, de transformación de elementos que surgen en el bellísimo poema El joven marino con la misma fuerza que en nuestros mejores poetas clásicos. Entre todas las voces de la actual poesía, llama y muerte en Aleixandre, ala inmensa en Alberti, lirio tierno en Moreno Villa, torrente andino en Pablo Neruda, voz doméstica entrañable en Salinas, agua oscura de gruta en Guillén, ternura y llanto en Altolaguirre, por citar poetas distintos, la voz de Luis Cernuda erguida suena original, sin alambradas ni fosos para defender su turbadora sinceridad y belleza.

 

         Adolescente fui en días idénticos a nubes,
cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
y extraño es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.

         Perder placer es triste
como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
aquél fui, aquél fui, aquél he sido;
era la ignorancia mi sombra.

         Ni gozo ni pena; fui niño
prisionero entre muros cambiantes;
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueño luego, un sueño más alto que la vida.

         Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.

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