«Libertad», poema de Ángela Figuera Aymerich, una de las grandes autoras de la posguerra española, injustamente olvidada, nos sumerge en la España franquista en que fue creado. Es un ejemplo notable de poesía social, como la de Gabriel Celaya o Blas de Otero, que satiriza la represión, la censura y la falta de libertad de la dictadura franquista.
El poema, aparecido en Belleza cruel (1958), se estructura en tres partes, según Miguel Díez R. y Paz Díez Taboada (Antología comentada de la poesía lírica española):
- En la primera parte, la estrofa inicial, la autora hace referencia a la victoria del bando franquista en la Guerra Civil con juegos irónicos de palabras («cruz y raya» aluden a la religión y la prohibición) y ruptura de frases hechas («borrón y cárcel nueva» por «...cuenta nueva»).
- La segunda parte, que abarca las cuatro estrofas siguientes, expone la triste vida del español de entonces: expresión amordazada, movimientos de corto alcance, duras condiciones de trabajo y pacatas diversiones.
- Las dos últimas estrofas, de ritmo rápido y plagadas de imágenes sorprendentes, conforman la última parte y son un aviso para las gentes de la época: si uno piensa, sueña y desea la libertad, puede resultarle peligroso, porque existe el riesgo de que estalle, con violencia frenética, en rebelión y ruptura del orden establecido, lo que le llevaría a un inevitable y trágico final.
LIBERTAD
Crecieron así seres de manos atadas...
Empédocles
A tiros nos dijeron: cruz y raya.
En cruz estamos. Raya. Tachadura.
Borrón y cárcel nueva. Punto en boca.
Si observas la conducta conveniente,
podrás decir palabras permitidas:
invierno, luz, hispanidad, sombrero.
(Si se te cae la lengua de vergüenza,
te cuelgas un cartel que diga “mudo”,
tiendes la mano y juntas calderilla).
Si calzas los zapatos según norma,
también podrás cruzar a la otra acera
buscando el sol o un techo que te abrigue.
Pagando tus impuestos puntualmente,
podrás ir al taller o a la oficina,
quemarte las pestañas y las uñas,
partirte el pecho y alcanzar la gloria.
También tendrás honestas diversiones.
El paso de un entierro, una película
de las debidamente autorizadas,
fútbol del bueno, un vaso de cerveza,
bonitas emisiones de la radio
y misa por la tarde los domingos.
Pero no pienses “libertad”, no digas,
no escribas “libertad”, nunca consientas
que se te asome al blanco de los ojos,
ni exhale su olorcillo por tus ropas,
ni se te prenda a un rizo del cabello.
Y, sobre todo, amigo, al acostarte,
no escondas “libertad” bajo tu almohada
por ver si sueñas con mejores días.
No sea que una noche te incorpores
sonámbulando “libertad”, y olvides,
y salgas a gritarla por las calles,
descerrajando puertas y ventanas,
matando los serenos y los gatos,
rompiendo los faroles y las fuentes,
y el sueño de los justos, porque entonces,
punto final, hermano, y Dios te ayude.
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