En estos días marcados por la actividad política de las diferentes campañas electorales, comparto con los lectores del blog esta columna de opinión de Manuel Vicent, aparecida en El País a mediados del mes pasado, en la que de una manera muy sagaz analiza cómo en los últimos noventa años los medios de comunicación predominantes han condicionado la forma y el fondo de los discursos políticos.
TRES FASES
Winston Churchill
La
voz, la imagen, la Red. La radio era la voz. En los años treinta del siglo
pasado con la radio ascendió Hitler al poder, y en manos de su ministro de
propaganda, Joseph Goebbels, se convirtió en una formidable arma política.
Durante la guerra, a través de ese aparato, los ladridos del führer fueron
neutralizados en el espacio con las arengas de Churchill y De Gaulle. En la
contienda civil española la radio propició la ardiente voz de Pasionaria
llamando al combate y las insidias usadas por Queipo de Llano para desmoralizar
al enemigo. Después, en la posguerra había que tapar el aparato con dos mantas
para que los vecinos no se enteraran de que se estaba sintonizando la
Pirenaica. El control de la radio por el poder fue constante hasta que 30 años
después la voz fue sustituida por la imagen. Este cambio se produjo en el
debate cara a cara en televisión entre Richard Nixon y John F. Kennedy el 26 de
septiembre de 1960. Era la primera vez que la política hubo de someterse al lenguaje
y a los códigos de la pantalla. En ese encuentro no fueron lo más importante
las ideas, sino la telegenia de los candidatos.
Kennedy y Nixon
Nixon fue derrotado porque
apareció con el rostro sudoroso lleno de sombras frente a Kennedy, recién
afeitado y con un bronceado de yate. A partir de entonces, los asesores de
imagen elevaron la corbata del candidato al mismo nivel de su inteligencia.
Tres décadas después, el poder de la imagen ha sido suplantado por la fuerza de
Internet, que ha introducido la política en una charca llena de infinitas
ranas, que se dedican a llenar las redes de impulsos irracionales, tóxicos sin
control. Los discursos de Churchill y de De Gaulle han sido reducidos a simples
y frenéticos tuits salidos de los dedos de Donald Trump, y en esa fétida charca
chapotean los políticos todavía en chancletas sin saber el peligro que corren.
Este es el panorama.
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