viernes, 15 de febrero de 2019

DOS APUNTES MÁS SOBRE EL TEATRO DE BUERO VALLEJO

Recojo en esta entrada otros dos documentos sobre el teatro de Buero Vallejo que vienen a complementar otros artículos aparecidos en el blog: un documental y un extracto de un libro de Ricardo Doménech, uno de los expertos en la obra de nuestro autor. 
  • El documental del Centro Dramático Nacional sobre Buero Vallejo es una excelente introducción al autor al que vamos a leer y estudiar en los próximos días.

  • Este fragmento de El teatro de Buero Vallejo: una meditación española de Ricardo Doménech perfila con exactitud en qué consiste el efecto de inmersión, una de las grandes aportaciones estéticas de la dramaturgia de Buero Vallejo.
Sobre el efecto de inmersión
Estos “efectos de inmersión”, cuya influencia difícilmente cabe predecir, constituyen, desde luego, la aportación técnica —artística— más original del teatro de Buero, y una de las más originales de todo el teatro español del siglo XX. Con respecto a los problemas que el teatro de hoy tiene planteados en lo referente al espacio escénico, es una respuesta de naturaleza similar a las que pudieron dar en su día un Pirandello o un Brecht; es decir, una respuesta que parte de una implícita aceptación de la separación escenario-sala, pero que busca por encima de esa separación un modo de relación más viva y fecunda entre el escenario y el espectador. [...] Buscando, asimismo, una relación más fecunda con el espectador, Buero propone con estos “efectos de inmersión” algo enteramente distinto [a Brecht] (en vez de alejar al espectador, introducirle completamente en el mundo de los personajes) pero análogamente orientado a este fin: romper los reflejos condicionados del espectador, resultado de tantas representaciones teatrales siempre iguales en sus procedimientos técnicos; sorprender a ese espectador, sacarle de sus casillas, justamente para que mejor pueda tomar conciencia del mensaje trágico que se le pretende transmitir [p. 60].
En el pensamiento del autor, los “efectos de inmersión”, al sumergir al espectador en la conciencia individual de un personaje, hacen que ese espectador pueda recobrar finalmente la conciencia de su propia intimidad, de su propia interioridad. Y bien, ¿no es esto último, sin más, la katharsis de que nos habla Aristóteles? Los “efectos de inmersión” son, a la postre, un vehículo, un medio para que el espectador llegue a esa verdad, a esa conciencia clara de sí. Por ello, resultaría equivocado interpretarlos —o imitarlos— como una pirueta formal carente de contenido, como un puro virtuosismo. Insistiendo todavía en el nombre de este recurso técnico, añadiré que sigo prefiriendo la palabra inmersión a identificación (o a interiorización, que también se ha propuesto alguna vez), porque es más expresiva de lo que se intenta comunicar. Tienen la ventaja [...] de que se apoya, de modo indirecto, en una espléndida metáfora unamuniana. La acción imaginaria de meternos en la conciencia de un personaje sólo puede tener la forma de una inmersión (hemos de sumergirnos), pues todos sabemos, desde Unamuno, que una conciencia es un “pozo sin fondo”. Por otra parte, no cabe duda de que la palabra suscita cierta ambigüedad, con el recuerdo de un rito religioso: el bautismo por inmersión. Pero esa ambigüedad no debe molestarnos demasiado: es muy remota; y, de otro lado, no olvidemos que el contacto con lo mágico y lo ritual siempre ha enriquecido el fenómeno dramático. En este caso, el hombre nuevo que busca la ceremonia iniciática del bautismo podría ofrecer una analogía —y “un contraste diferenciador”— con la conciencia nueva o catarsis que busca la tragedia [pp. 64-65]

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