Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
Blas de Otero, Pido la paz y la palabra
Hoy se conmemora el centenario del nacimiento de Blas de Otero, quizás el poeta español más representantivo de la evolución de la poesía en los duros años del franquismo. Cultivó la poesía existencial en Ángel fieramente humano y en Redoble de conciencia, la poesía social (en la que destacó especialmente) en Pido la paz y la palabra o En castellano y la poesía experimental en Hojas de Madrid con La galerna.
Os dejo, como aperitivo a su obra, un poema representativo de cada una de esas tendencias y que el propio Blas de Otero ya seleccionó en su edición de Verso y prosa: el desgarrador soneto "Hombre" de Ángel fieramente humano, el reivindicativo "A la inmensa mayoría" de Pido la paz y la palabra y el sorprendente "Túmulos de gasoil" de Hojas de Madrid con La galerna.
Y al final, dos canciones de Paco Ibáñez que dan música a los poemas "En el principio" y "Me llamarán" y que están recogidas en su imprescindible álbum Paco Ibáñez en el Olympia.
Os dejo, como aperitivo a su obra, un poema representativo de cada una de esas tendencias y que el propio Blas de Otero ya seleccionó en su edición de Verso y prosa: el desgarrador soneto "Hombre" de Ángel fieramente humano, el reivindicativo "A la inmensa mayoría" de Pido la paz y la palabra y el sorprendente "Túmulos de gasoil" de Hojas de Madrid con La galerna.
Y al final, dos canciones de Paco Ibáñez que dan música a los poemas "En el principio" y "Me llamarán" y que están recogidas en su imprescindible álbum Paco Ibáñez en el Olympia.
HOMBRE
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando a Dios. Y su silencio, retumbando, ahoga mi voz en el vacío inerte. Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando solo. Arañando sombras para verte. Alzo la mano, y tú me la cercenas. Abro los ojos: me los sajas vivos. Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas. Esto es ser hombre: horror a manos llenas. Ser y no ser eternos, fugitivos. ¡Ángel con grandes alas de cadenas! |
A LA INMENSA MAYORÍA
Aquí tenéis, en canto y alma, al
hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro y un buen día bajó a la calle: entonces comprendió: y rompió todos su versos. Así es, así fue. Salió una noche echando espuma por los ojos, ebrio de amor, huyendo sin saber adónde: a donde el aire no apestase a muerto. Tiendas de paz, brizados pabellones, eran sus brazos, como llama al viento; olas de sangre contra el pecho, enormes olas de odio, ved, por todo el cuerpo. ¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces en vuelo horizontal cruzan el cielo; horribles peces de metal recorren las espaldas del mar, de puerto a puerto. Yo doy todos mis versos por un hombre en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso, mi última voluntad. Bilbao, a once de abril, cincuenta y uno.
BLAS DE OTERO
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TÚMULO DE GASOIL
Hojas sueltas, decidme, qué se hicieron los Infantes de Aragón, Manuel Granero, la pavana para una infanta, si está Madrid iluminado como una diapositiva y sólo en este barrio saltan, ríen, berrean sesenta o setenta y cinco niños y sus mamás ostentan senos de Honolulú, y pasan muchachas con sus ropas chapadas, faldas en microsurco, y manillas brillantes y sandalias de purpurina, hojas sueltas, caídas como cristo contra el empedrado, decidme, quién empezó eso de cesar, pasar, morir, quién inventó tal juego, ese espantoso solitario sin trampa, que le deja a uno acartonado, si la plaza de Oriente es una rosa de Alejandría, ah Madrid de Mesonero, de Lope, de Galdós y de Quevedo, inefable Madrid infestado por el gasoil, los yanquis y la sociedad de consumo, ciudad donde Jorge Manrique acabaría por jodernos a todos, a no ser porque la vida está cosida con grapas de plástico y sus hojas perduran inarrancablemente bajo el rocío de los prados y los graves estrofas que nos quiebran los huesos y los esparcen bajo este cielo de Madrid ahumado por cuántos años de quietismo, tan parecidos a don Rodrigo en su túmulo de terciopelo y rimas cuadriculadas. |
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