lunes, 15 de febrero de 2016

VAMOS AL TEATRO: LOS «ENTREMESES» DE MIGUEL DE CERVANTES

Ilustración de El retablo
 de las maravillas
Mañana los alumnos de 3º de ESO, en el año en que se conmemora el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, van a asistir a la representación de dos de sus entremeses: El retablo de las maravillas y La cueva de Salamanca. Las dos obras cómicas tratan el barroco tema de la realidad y la apariencia: la realidad es mera apariencia, las cosas no son lo que parecen, todo está lleno de trampas y mentiras, las ficciones pueden suplantar a la realidad.
La cueva de Salamanca presenta a un personaje, el estudiante salmantino, que dice poder engañar al marido de la protagonista gracias a la «ciencia que aprendí en la Cueva de Salamanca», lugar en que, según la tradición popular, se aprendían las artes de la magia negra.
El retablo de las maravillas, que tiene su origen en uno de los cuentos de El conde Lucanor, plantea el engaño de unos pícaros, Chanfalla y la Chirinos, que representan una obra en su retablo (pequeño escenario para títeres) que solo podrá ser vista por aquellos que sean hijos legítimos y cristianos viejos. Todos los asistentes a la representación (incluidas las autoridades) afirmarán estar viendo la inexistente obra, lo que provocará múltiples situaciones cómicas.
A continuación os dejo un fragmento del principio de esta obra.

CHANFALLA.- Yo, señores míos, soy Montiel, el que trae el Retablo de las maravillas. Hanme enviado a llamar de la Corte los señores cofrades de los hospitales, porque no hay autor de comedias en ella, y perecen los hospitales, y con mi ida se remediará todo.
GOBERNADOR.- Y ¿qué quiere decir Retablo de las maravillas?
CHANFALLA.-  Por las maravillosas cosas que en él se enseñan y muestran, viene a ser llamado Retablo de las maravillas; el cual fabricó y compuso el sabio Tontonelo debajo de tales paralelos, rumbos, astros y estrellas, con tales puntos, caracteres y observaciones, que ninguno puede ver las cosas que en él se muestran, que tenga alguna raza de confeso, o no sea habido y procreado de sus padres de legítimo matrimonio; y el que fuere contagiado destas dos tan usadas enfermedades, despídase de ver las cosas, jamás vistas ni oídas, de mi retablo.
BENITO.- Ahora echo de ver que cada día se ven en el mundo cosas nuevas. Y ¿que se llamaba Tontonelo el sabio que el retablo compuso?
CHIRINOS.-  Tontonelo se llamaba, nacido en la ciudad de Tontonela; hombre de quien hay fama que le llegaba la barba a la cintura.
BENITO.-  Por la mayor parte, los hombres de grandes barbas son sabiondos.
GOBERNADOR.-  Señor regidor Juan Castrado, yo determino, debajo de su buen parecer, que esta noche se despose la señora Teresa Castrada, su hija, de quien yo soy padrino, y, en regocijo de la fiesta, quiero que el señor Montiel muestre en vuestra casa su Retablo.
JUAN.-  Eso tengo yo por servir al señor Gobernador, con cuyo parecer me convengo, entablo y arrimo, aunque haya otra cosa en contrario.
CHIRINOS.-  La cosa que hay en contrario es que, si no se nos paga primero nuestro trabajo, así verán las figuras como por el cerro de Úbeda. ¿Y vuesas mercedes, señores justicias, tienen conciencia y alma en esos cuerpos? ¡Bueno sería que entrase esta noche todo el pueblo en casa del señor Juan Castrado, o como es su gracia, y viese lo contenido en el tal Retablo, y mañana, cuando quisiésemos mostralle al pueblo, no hubiese ánima que le viese! No, señores; no, señores: ante omnia nos han de pagar lo que fuere justo.
BENITO.- Señora autora, aquí no os ha de pagar ninguna Antona, ni ningún Antoño; el señor regidor Juan Castrado os pagará más que honradamente, y si no, el Concejo. ¡Bien conocéis el lugar, por cierto! Aquí, hermana, no aguardamos a que ninguna Antona pague por nosotros.
CAPACHO.- ¡Pecador de mí, señor Benito Repollo, y qué lejos da del blanco! No dice la señora autora que pague ninguna Antona, sino que le paguen adelantado y ante todas cosas, que eso quiere decir ante omnia.
BENITO.-  Mirad, escribano Pedro Capacho, haced vos que me hablen a derechas, que yo entenderé a pie llano; vos, que sois leído y escribido, podéis entender esas algarabías de allende, que yo no.

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