viernes, 19 de febrero de 2016

EL TEATRO «BAJO LA ARENA» DE FEDERICO GARCÍA LORCA

Criado. Señor.
Director. ¿Qué?
Criado. Ahí está el público.
Director. Que pase.
El público de Federico García Lorca

El público de García Lorca, bajo la
 dirección de Lluís Pasqual (1987)
Federico García Lorca plasmó en El público, una de sus «comedias imposibles» escrita bajo el impacto del surrealismo, originalísimas ideas acerca del nuevo teatro que buscaba, tan alejado del teatro convencional de la época. En esta obra el autor alcanza «el mayor nivel de libertad teatral (palabras, situaciones, escenarios) que ha conseguido un dramaturgo occidental en el siglo XX», en palabras de Miguel García Posada.
Además de hablar de homosexualidad, de lo accidental del amor, del principio de identidad -que rechaza y pone en la picota-, del mundo de los muertos, de subversión del orden social, en El público, se habla también (y mucho) de teatro, del teatro convencional y de su destrucción, del público burgués y del nuevo público que busca García Lorca. De boca del director de una nueva versión de Romeo y Julieta, oímos cómo pretende desenmascarar la falsedad del teatro «al aire libre» (el falso teatro burgués de la máscara) y cómo propone un «teatro bajo la arena», un drama auténtico, que lleve una verdad íntima al público que asiste a la función, un público en las antípodas del frívolo y despreocupado público burgués. El «teatro bajo la arena» busca la autenticidad, la «verdad de las sepulturas».
En este pasaje del último cuadro de la obra escuchamos en boca del director (trasunto de García Lorca) estas nuevas ideas del teatro lorquiano. 

DIRECTOR. Era imposible hacer otra cosa; mis amigos y yo abrimos el túnel bajo la arena sin que lo notara la gente de la ciudad. Nos ayudaron muchos obreros y estudiantes que ahora niegan haber trabajado a pesar de tener las manos llenas de heridas. Cuando llegamos al sepulcro levantamos el telón.
PRESTIDIGITADOR. ¿Y qué teatro puede salir de un sepulcro?
DIRECTOR. Todo el teatro sale de las humedades confinadas. Todo el teatro verdadero tiene un profundo hedor de luna pasada. Cuando los trajes hablan, las personas vivas son ya botones de hueso en las paredes del calvario. Yo hice el túnel para apoderarme de los trajes y, a través de ellos, haber enseñado el perfil de una fuerza oculta cuando ya el público no tuviera más remedio que atender, lleno de espíritu y subyugado por la acción.
PRESTIDIGITADOR. Yo convierto sin ningún esfuerzo un frasco de tinta en una mano cortada llena de anillos antiguos.
DIRECTOR. (Irritado.) Pero eso es mentira, ¡eso es teatro! Si yo pasé tres días luchando con las raíces y los golpes de agua fue para destruir el teatro.
PRESTIDIGITADOR. Lo Sabía.
DIRECTOR. Y demostrar que si Romeo y Julieta agonizan y mueren para despertar sonriendo cuando cae el telón, mis personajes, en cambio, queman la corona y mueren de verdad en presencia de los espectadores. Los caballos, el mar; el ejército de las hierbas lo han impedido. Pero algún día, cuando se quemen todos los teatros, se encontrará en los sofás, detrás de los espejos y dentro de las copas de cartón dorado, la reunión de nuestros muertos encerrados allí por el público. ¡Hay que destruir el teatro o vivir en el teatro! No vale silbar desde las ventanas. Y si los perros gimen de modo tierno hay que levantar la cortina sin prevenciones. Yo conocí a un hombre que barría su tejado y limpiaba claraboyas y barandas solamente por galantería con el cielo.
PRESTIDIGITADOR. Si avanzas un escalón más, el hombre te parecerá una brizna de hierba.
DIRECTOR. No una brizna de hierba, pero sí un navegante.
PRESTIDIGITADOR. Yo puedo convertir un navegante en una aguja de coser.
DIRECTOR. Eso es precisamente lo que se hace en el teatro. Por eso yo me atreví a realizar un dificilísimo juego poético en espera de que el amor rompiera con ímpetu y diera nueva forma a los trajes. […]
PRESTIDIGITADOR. Pero, ¿qué se puede esperar de una gente que inaugura el teatro bajo la arena? Si abriera usted esa puerta se llena­ría esto de mastines, de locos, de lluvias, de hojas monstruosas, de ratas de alcantarilla. ¿Quién pensó nunca que se pueden romper todas las puertas de un drama?
DIRECTOR. Es rompiendo todas las puertas el único modo que tiene el drama de justificarse, viendo por sus propios ojos que la ley es un muro que se disuelve en la más pequeña gota de sangre. Me repugna el moribundo que dibuja con el dedo una puerta sobre la pared y se duerme tranquilo. El verdadero drama es un circo de arcos donde el aire y la luna y las criaturas entran y salen sin tener un sitio donde descansar. Aquí está usted pisando un teatro donde se han dado dramas auténticos y donde se ha sostenido un verdadero combate que ha costado la vida a todos los intérpretes. (Llora.)

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