García Lorca fue un autor que entregó al teatro, su «vocación» como él decía, muchas horas de su vida: como espectador, como estudioso, como autor, como director de «La Barraca» y como productor. Fruto de su amor al teatro y de su preocupación por el alcance social del género dramático, nos dejó muchos comentarios y declaraciones. Basten estas palabras que dirigió a los actores madrileños en la madrugada del 1 de febrero de 1935 en el Teatro Español, después del segundo acto de una representación especial de Yerma, realizada solo para ellos por petición expresa de este colectivo que compartía las inquietudes renovadoras de García Lorca y valoraba su titánica dedicación a la dignificación del oficio teatral.
«El teatro es uno
de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país y el
barómetro que marca su grandeza o su descenso. Un teatro sensible y bien
orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en
pocos años la sensibilidad del pueblo; y un teatro destrozado, donde las
pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación
entera.
El teatro es una
escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner
en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos vivos normas
eternas del corazón y del sentimiento del hombre.
Un pueblo que no
ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro
que no recoge el latido social, el latido, histórico, el drama de sus gentes y
el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no
tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa
horrible cosa que se llama "matar el tiempo".
Yo oigo todos los
días, queridos amigos, hablar de la crisis del teatro, y siempre pienso que el
mal no está delante de nuestros ojos, sino en lo más oscuro de su esencia; no
es un mal de flor actual, o sea de obra, sino de profunda raíz, que es, en
suma, un mal de organización. Mientras que actores y autores estén en manos de
empresas absolutamente comerciales, libres y sin control literario ni estatal
de ninguna especie, empresas ayunas de todo criterio y sin garantía de ninguna
clase, actores, autores y el teatro entero se hundirá cada día más, sin
salvación posible.
El delicioso
teatro ligero de revistas, vodevil y comedia bufa, géneros de los que soy
aficionado espectador, podría defenderse y aun salvarse; pero el teatro en
verso, el género histórico y la llamada zarzuela hispánica sufrirán cada día
más reveses, porque son géneros que exigen mucho y donde caben las innovaciones
verdaderas, y no hay autoridad ni espíritu de sacrificio para imponerlas a un
público al que hay que domar con altura y contradecirlo y atacarlo en muchas
ocasiones. El teatro se debe imponer al público y no el público al teatro. Para
eso, autores y actores deben revestirse, a costa de sangre, de gran autoridad,
porque el público de teatro es como los niños en las escuelas: adora al maestro
grave y austero que exige y hace justicia, y llena de crueles agujas las sillas
donde se sientan los maestros tímidos y adulones, que ni enseñan ni dejan
enseñar».
- Puede leerse íntegro este discurso a los actores madrileños en el siguiente enlace: «Charla sobre teatro».
- Sería interesante contrastar estas palabras de García Lorca con las ya comentadas de Valle-Inclán sobre el teatro de esos mismos años. Si bien sus propuestas dramáticas son diferentes, en ambos observamos el deseo de renovación con relación al teatro tradicional y comercial y la importancia que conceden al teatro como vehículo para educar al pueblo.
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