Valle-Inclán |
En los años veinte y treinta del siglo pasado varias de las obras de Valle-Inclán fueron consideradas irrepresentables por su concepción teatral revolucionaria. Apostaba por un "teatro en libertad total": mulltitud de personajes, múltiples escenarios y cambios rápidos de escena, largas y frecuentes acotaciones plenamente literarias, grandes libertades escénicas, escenas en las que reinaba la crueldad más aterradora, lenguaje desgarrado con frecuencia brutal,... Un teatro muy alejado de lo que se estilaba entonces y que en España iba a tardar cuarenta años en ser representado.
«Yo soy siempre un joven revolucionario, y poniéndome a decir la verdad, quisiera que toda reforma en el teatro comenzara por el fusilamiento de los Quintero. Seriamente, creo que la vergüenza del teatro es una consecuencia del desastre total de un pueblo [...]. El sentimiento de los espectadores crea la comedia, y aborta al autor dramático. ¿Quiénes son los espectadores de las comedias? Padres honrados y tenderos, niñas idiotas, viejas con postizos, algún pollo majadero, y un forastero. Los mismos que juegan a la lotería en las tertulias de la clase media. Por eso los autores de comedias -desde Moratín hasta Benavente-, parecen nacidos bajo una mesa-camilla. Son fetos abortados en una tertulia casera. En sus comedias están todas las lágrimas de la baja y burguesa sensibilidad madrileña».
Esta carta completa la lista de lecturas de textos de Valle-Inclán sobre el teatro y el esperpento. Tras la lectura de esta carta bien podríamos también hacer una misma reflexión acerca del espectáculo que más seguidores tiene hoy, la televisión. ¿Quién es el responsable de los contenidos tan zafios y vulgares que pueblan nuestras pantallas?
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