lunes, 14 de enero de 2013

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA Y EL HUMOR DE LAS VANGUARDIAS

 «Escribir es que le dejen a uno llorar y reír a solas»
Ramón Gómez de la Serna
La creatividad de los vanguardistas fue desbordante. Su constante búsqueda de nuevos temas y nuevas formas expresivas hizo que se adelantaran a su tiempo, proponiendo creaciones que solo mucho más adelante han cuajado. Todo ello fue realizado siempre con un instrumento demoledor, con una afilada arma: el humor.
Ya José Ortega y Gasset había explicado en La deshumanización del arte que el arte nuevo de principios del siglo XX se caracterizaba por la burla, por la ironía, por el humor, que se hacía incluso hasta del propio arte: «ser artista es no tomar en serio al hombre tan serio que somos cuando no somos artistas». El nuevo arte aspiraba así a ser considerado como un juego con lo que se perdía todo propósito de trascendencia. Ortega remataba así el mencionado ensayo: «al vaciarse el arte de patetismo humano queda sin trascendencia alguna -como sólo arte, sin más pretensión».
Entre los vanguardistas españoles, Ramón Gómez de la Serna fue uno de los más originales y atrevidos y el que explotó al máximo las posibilidades del humor. El humor recorre toda su obra, no solo las greguerías, e impregna toda su vida. Sus extravagantes conferencias (a lomos de un elefante en París, sobre el trapecio en un circo de Madrid o disfrazado de torero) son solo un ejemplo de su actitud irreverente ante el mundo.
Entre sus greguerías selecciono estas seis, verdaderos prodigios de humor negro (término acuñado por el padre del Surrealismo, André Breton, en su famosa Antología del humor negro y que «se ejerce a propósito de cosas que suscitarían, contempladas desde otra perspectiva, piedad, terror, lástima o emociones parecidas» según la Real Academia Española ):

 El verdugo es igual al antropófago: los dos matan para comer.
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 En los sueños del calvo no hay sombra.
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 Un cementerio es una gran botica fracasada.
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 Los sordos ven doble.
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 Las criadas se exceden en el esmero de encerar los pisos para ver si así se resbalan y se matan sus señores.
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 El manco de los dos brazos se quedó en chaleco para toda la vida.

Ramón Gómez de la Serna llegó a incluso a filmar un monólogo humorístico que podemos ver y escuchar más abajo, verdadero precedente de los populares monólogos humorísticos que viven estos años una gran popularidad tanto en la televisión como en los teatros y otras salas de entretenimiento. En la película, dirigida por Feliciano M. Vitores en 1928, el escritor Ramón Gómez de la Serna hilvana un monólogo humorístico sobre el monóculo sin cristal, los ruidos del corral y la importancia de la mano en el arte de la oratoria. Todo un alarde de ingenio y originalidad.
 

Por todo ello Ramón fue en su época uno de los tres extranjeros que perteneció a la Academia Francesa del Humor, junto al actor y director de cine Charles Chaplin y el escritor italiano Pitigrilli.

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