El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli |
El tópico siguió vivo durante el Renacimiento y el Barroco (en especial en los sonetos de Góngora y de sor Juana Inés de la Cruz) y ha llegado hasta los poetas de la segunda mitad del siglo XX y del XXI. Valgan como ejemplos estos dos poemas de Francisco Brines y Luis Alberto de Cuenca que se titulan precisamente «Collige, virgo, rosas». Recrean el tópico con estilos completamente distintos: el primero, de Francisco Brines, de una forma tierna y delicada; y el segundo, el soneto en alejandrinos de Luis Alberto de Cuenca, con un tono más coloquial y directo.
«COLLIGE, VIRGO, ROSAS»
[Francisco Brines]
Estás
ya con quien quieres. Ríete y goza. Ama.
Y enciéndete en la noche que ahora empieza,
y entre tantos amigos (y conmigo)
abre los grandes ojos a la vida
con la avidez preciosa de tus años.
La noche, larga, ha de acabar al alba,
y vendrán escuadrones de espías con la luz,
se borrarán los astros, y también el recuerdo,
y la alegría acabará en su nada.
Más, aunque así suceda, enciéndete en la
noche,
pues detrás del olvido puede que ella renazca,
y la recobres pura, y aumentada en belleza,
si en ella, por azar, que ya será elección,
sellas la vida en lo mejor que tuvo,
cuando la noche humana se acabe ya del todo,
y venga esa otra luz, rencorosa y extraña,
que antes que tú conozcas, yo ya habré conocido.
«COLLIGE, VIRGO, ROSAS»
[Luis Alberto de Cuenca]
Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana.
Córtalas a destajo, desaforadamente,
sin pararte a pensar si son malas o buenas.
Que no quede ni una. Púlete los rosales
que encuentres a tu paso y deja las espinas
para tus compañeras de colegio. Disfruta
de la luz y del oro mientras puedas y rinde
tu belleza a ese dios rechoncho y melancólico
que va por los jardines instilando veneno.
Goza labios y lengua, machácate de gusto
con quien se deje y no permitas que el otoño
te pille con la piel reseca y sin un hombre
(por lo menos) comiéndote las hechuras del alma.
Y que la negra muerte te quite lo bailado.