Amilkar Feria Flores |
Los autores siempre han reflexionado acerca de la naturaleza de sus obras y, por tanto, se han preocupado por definir su quehacer creativo.
Los autores disponen de un gran abanico de posibilidades para expresar aquello que desean. Ese abanico se concreta en los diferentes géneros y subgéneros literarios entre los que deben optar. Elegir un tipo de obra u otra condiciona el molde en el que los autores van a trabajar.
Os dejo las definiciones que tres escritores dieron sobre los géneros literarios que les ocuparon, para comprender mejor el alcance y valor de toda obra literaria.
El poeta mexicano Octavio Paz en su poema «Decir, hacer» nos acerca a la poesía, un género siempre tan dificíl de definir con palabras.
Entre lo que veo y digo,
Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y olvido
La poesía.
Se desliza entre el sí y el no:
dice
lo que callo,
calla
lo que digo,
sueña
lo que olvido.
No es un decir:
es un hacer.
Es un hacer
que es un decir.
La poesía
se dice y se oye:
es real.
Y apenas digo
es real,
se disipa.
¿Así es más real?
Idea palpable,
palabra
impalpable:
la poesía
va y viene
entre lo que es
y lo que no es.
Teje reflejos
y los desteje.
La poesía
siembra ojos en las páginas
siembra palabras en los ojos.
Los ojos hablan
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver
lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
Las palabras se abren.
Entre lo que digo y callo,
Entre lo que callo y sueño,
Entre lo que sueño y olvido
La poesía.
Se desliza entre el sí y el no:
dice
lo que callo,
calla
lo que digo,
sueña
lo que olvido.
No es un decir:
es un hacer.
Es un hacer
que es un decir.
La poesía
se dice y se oye:
es real.
Y apenas digo
es real,
se disipa.
¿Así es más real?
Idea palpable,
palabra
impalpable:
la poesía
va y viene
entre lo que es
y lo que no es.
Teje reflejos
y los desteje.
La poesía
siembra ojos en las páginas
siembra palabras en los ojos.
Los ojos hablan
las palabras miran,
las miradas piensan.
Oír
los pensamientos,
ver
lo que decimos
tocar
el cuerpo
de la idea.
Los ojos
se cierran
Las palabras se abren.
El cuentista Augusto Monterroso
también reflexionó sobre el género que le ocupó toda su vida, el
cuento, y nos dejó estas palabras sobre la dificultad de describirlo.
Si a uno le gustan
las novelas, escribe novelas; si le gustan los cuentos, uno escribe
cuentos. Como a mí me ocurre lo último, escribo cuentos. Pero no
tantos: seis en nueve años, ocho en doce. Y así.
Los cuentos que uno escribe no pueden ser
muchos. Existen tres, cuatro o cinco temas; algunos dicen que siete.
Con ésos debe trabajarse.
Las páginas también tienen que ser sólo
unas cuantas, porque pocas cosas hay tan fáciles de echar a perder
como un cuento. Diez líneas de exceso y el cuento se empobrece;
tantas de menos y el cuento se vuelve una anécdota y nada más odioso
que las anécdotas demasiado visibles, escritas o conversadas.
La verdad es que nadie sabe cómo debe ser
un cuento. El escritor que lo sabe es un mal cuentista, y al segundo
cuento se le nota que sabe, y entonces todo suena falso y aburrido y
fullero. Hay que ser muy sabio para no dejarse tentar por el saber y
la seguridad.
Sobre el teatro recordaremos las emotivas palabras del dramaturgo mexicano Víctor Hugo Rascón Banda en el mensaje del «Día mundial del Teatro» de 2006.
El teatro conmueve, ilumina, incomoda,
perturba, exalta, revela, provoca, trasgrede. Es una conversación
compartida con la sociedad. El teatro es la primera de las artes que se
enfrenta con la nada, las sombras y el silencio para que surjan la
palabra, el movimiento, las luces y la vida.
El teatro es un hecho vivo que se consume a sí mismo mientras se
produce, pero siempre renace de las cenizas. Es una comunicación mágica
en la que cada persona da y recibe algo que la transforma.
El teatro refleja la angustia existencial del hombre y desentraña
la condición humana... A través del teatro, no hablan sus creadores, sino
la sociedad de su tiempo.
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