jueves, 9 de enero de 2014

EL ESTÍMULO SURREALISTA

Óscar Domínguez, La Fiute de Toureau (1939)
En 1969 Jorge Guillén, uno de los poetas de la generación del 27, profesor de literatura y crítico literario, escribió un artículo titulado "El estímulo superrealista", recogido en una publicación realizada en homenaje a Dámaso Alonso, otro de los poetas de esa generación. En este artículo valoraba la recepción que tuvo en España el movimiento surrealista, "una invitación al riesgo -al gallardo riesgo- de la libertad imaginativa". Entresaco de ese mismo estudio estas palabras suyas que nos ayudarán a entender mejor, desde nuestro presente, la influencia del Surrealismo en la literatura española de los años veinte y treinta, en especial el empleo de la imagen visionaria de raíz irracional, la heterodoxia con la que se siguieron los postulados surrealistas entre los poetas españoles, alejados de la la "escritura automática", y el enriquecimiento que supuso en las trayectorias poéticas de los autores del 27.

Por una o por otra senda, aquel cultivo de la imagen, profunda hasta sus raíces irracionales, iba más allá del juego arbitrario y podía revelar al hombre, libre en su vraie vie, -como quería Rimbaud-. Los ojos de hoy, miopes acaso, perciben mal aquellos poemas y los creen ejercicios formales. Si el lector se acerca, descubre lo que son: irrupciones de vitalidad. De ahí la eficacia surrealista, su valor de estímulo. Y como todo en nuestro siglo se propaga con alcance internacional y tiende a la sencillez de los carteles, el surrealismo cobró fuerza imperativa, y alguien ajeno a ese influjo pareció -sobre todo a posteriori, ante el crítico- no cumplir con su deber: el incontaminado era culpable. Pero la vida, más compleja que la abstracción, no se desarrolla simplemente. En aquellos años, tan jugosos de experiencia literaria, los españoles, sensibles al incentivo superrealista, compusieron sin vacilación prudente obras donde intervenían, como es natural, subconciencia y conciencia. A la intuición acompaña la razón en la gran poesía. El brote irracional no constituye por sí solo el poema, y muy pocas veces campa por sus respetos. Aquel estilo se redujo, pues, a una transición parcial. Bretón habría excomulgado, en fin de cuentas, a los tránsfugas, nunca "regulares", nunca atraídos por la idea-límite de aquella teoría. Precisamente porque no llegaron en forme extreme de l'aspiration surréaliste, á sa plus forte "idee limite" lograron su propia madurez y compusieron sus propios poemas originales Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Emilio Prados, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre. Cierto, ninguno de ellos ignoró aquel surrealismo casi inevitable.

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