martes, 5 de junio de 2012

LA LITERATURA ESPAÑOLA DURANTE LA DICTADURA FRANQUISTA


Durante la larga y ominosa dictadura franquista se aprecian distintas épocas en la literatura española. Los cambios se van produciendo por un agotamiento temático y formal, por las nuevas necesidades expresivas que surgen y por los cambios en el entorno cultural y social (ligera relajación de la censura, apertura política en los años sesenta,…). Las tendencias estéticas predominantes, aunque no exclusivas, de estos años son:
  • la literatura existencial de los años cuarenta,
  •  la literatura social de los cincuenta,
  • la literatura experimental de los sesenta y primeros años de los setenta.


En los años cuarenta los autores reflexionan principalmente sobre la conducta humana y sobre el sentido de la vida. Se manifiesta una honda preocupación por el hombre (“el horror de ser hombre”), por el malestar vital y por las angustias personales. En las obras se recogen estas constantes temáticas: frustración, soledad, muerte, incomunicación, incertidumbre, desarraigo, hastío, vacío existencial. Para ello se emplea un lenguaje desgarrado, agrio, dramático, sometido a una extrema tensión, para lograr una fuerte violencia expresiva que se corresponda con sus preocupaciones.
Las obras más representativas de esta tendencia son:
  • En novela: La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela y Nada (1945) de Carmen Laforet.
  • En poesía: Hijos de la ira (1944) de Dámaso Alonso y las primeras obras de Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro, ejemplos de “poesía desarraigada”.
  • En teatro: Historia de una escalera (1949) de Antonio Buero Vallejo y Escuadra hacia la muerte (1953) de Alfonso Sastre.
Durante los años cincuenta los autores dan testimonio y denuncian la realidad social concreta: miseria, injusticias, dureza de la vida del campo, inoperancia de la burguesía. Se abandona la expresión de los problemas íntimos para hacerse solidaria de los demás hombres que sufren. Esta literatura comprometida considera que el arte debe transformar el mundo, para lo cual buscará un público lo más amplio posible. El autor adopta diferentes enfoques ante la realidad: unas veces aparece como espectador (realismo objetivista), otras como rebelde y contestatario (realismo crítico).

En estas obras de literatura social se rechaza el esteticismo, se busca un lenguaje claro y sencillo (al menos aparentemente), a veces con un tono coloquial. Los autores confían en el poder de la palabra para cambiar el mundo o transformar la vida ("la poesía es un arma cargada de futuro").
Las obras más destacadas de esta tendencia son:
  • En novela: La colmena (1951) de Camilo José Cela, Juego de manos (1954) de Juan Goytisolo, Los bravos (1954) de Jesús Fernández-Santos y El Jarama (1955) de Rafael Sánchez Ferlosio.
  • En poesía: Historia del corazón (1954) de Vicente Aleixandre, Pido la paz y la palabra (1955) de Blas de Otero y Cantos iberos (1955) de Gabriel Celaya.
  • En teatro: La mordaza (1955) de Alfonso Sastre y Hoy es fiesta (1956) de Antonio Buero Vallejo.
En los años sesenta no se abandonan la denuncia ni la crítica, pero los propósitos son bien diferentes a los del realismo social. Ya no se pretende transformar el mundo, se pretende cambiar la literatura. Se aprecia una ampliación temática. En las nuevas obras cabe todo tipo de temas y asuntos.
La profunda renovación del lenguaje y los cambios en los distintos géneros literarios revelan una profunda influencia en los textos de esta época de los movimientos vanguardistas y de la literatura extranjera.
Las obras más representativas de esta tendencia son:
  • En novela: Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín-Santos, Volverás a Región de Juan Benet, Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé y Señas de identidad de Juan Goytisolo. Cela, Delibes y Torrente-Ballester también cultivarán estas nuevas formas narrativas.
  • En poesía: destacan las obras de dos grupos poéticos, las obras del “grupo poético de los cincuenta” (Ángel González, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez) y las de los “novísimos” (Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero, Félix de Azúa, Manuel Vázquez Montalbán,…).
  • En teatro las obras de Francisco Nieva y Fernando Arrabal y las innovaciones de los grupos de teatro independiente marcan nuevas líneas en la dramaturgia de los años sesenta y setenta.