miércoles, 17 de junio de 2020

FALSAS ATRIBUCIONES LITERARIAS, ENTRE LA IMPOSTURA Y EL JUEGO


Se acerca el final de curso, un curso extraño y singular, sin duda, e inevitablemente en las revistas escolares o en los blogs o en las páginas webs de colegios e institutos o en los actos de clausura (virtuales) se volverán a repetir los acostumbrados tópicos sobre la enseñanza y el aprendizaje y los textos sobre educación o motivación que tanto gustan en estos momentos en que se termina una etapa educativa o un curso escolar. 
Un falso Modigliani. Por Elmyr de Hory
Y ciertamente entre estos últimos textos se advierte, desde hace ya un tiempo, un especial regusto por citar tres o cuatro con especial reiteración. Y curiosamente en cuanto uno se pone a rastrear la autoría de esos textos pronto se da cuenta de que han sido atribuidos falsamente a autores de gran prestigio en nuestra literatura como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Mario Benedetti o Gabriel Celaya. Y calamitosamente caemos en alguno de los principales errores que deberíamos evitar, al menos, en el campo educativo, el de no ejercer la crítica y la lectura competente, por ejemplo. Y eso que en el estudio de la literatura ya estamos prevenidos y conocemos las historias de autores apócrifos como Mateo Luján de Sayavedra y Alonso Fernández de Avellaneda o casos como los de Lope de Vega (a quien se atribuyen más de mil obras, pero solo son suyas unas trescientas, según los estudios filológicos) o Calderón de la Barca que en 1677 se quejaba en el prólogo a una edición de sus autos sacramentales de la publicación de textos que «sin ser míos andan con mi nombre».

En los últimos días, por otras razones, los medios de comunicación han hablado de este asunto que tanto revuelo levanta siempre en las redes. Valgan estos dos ejemplos: el artículo de Verne en El País Este poema no es de Neruda: hablamos con los autores apócrifos clásicos de internet y el programa Por fin no es lunes de Onda Cero en esta entrevista con la profesora Susana Gil-Albarellos.

Aunque en la mayoría de los casos la falsa atribución esté desautorizada, paradójicamente sigue triunfando. Hagamos un repaso por algunos de esos textos que todavía se siguen leyendo y citando recurrentemente en Internet.
El primero es un poema atribuido a Gabriel Celaya que en varios institutos he visto repetir como homenaje a los profesores que se iban a jubilar o como exaltación de la profesión:
Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca…
Hay que medir, pensar, equilibrar…
y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino…
un poco de pirata…
un poco de poeta…
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.
El profesor Antonio Chicharro nos reveló en su blog la verdadera autoría del poema: el hermano de La Salle Fermín Gainza. A pesar de ello, la falsa atribución sigue teniendo éxito.
Otro poema de carácter motivante, en la línea de la literatura de autoayuda, muy frecuente en estas fechas, es el atribuido a Mario Benedetti, No te rindas. A pesar de las búsquedas de su autoría nadie ha logrado revelar el nombre del poeta.
El poema Instantes, otras veces titulado Momentos, ha sido atribuido erróneamente a Jorge Luis Borges.
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

En Wikipedia se hace un análisis exhaustivo del origen del equívoco y de la verdadera autoría que recaería en Don Herold, contradiciendo a su vez a María Kodama, la esposa de Borges, quien lo atribuyó a la escritora estadounidense Nadine Stair, autora de la que incluso se duda de su existencia, como avala Ivan Almeida en un artículo que puede leerse también en internet. Este estudio termina con estas palabras que aportan una nueva e irónica valoración de las falsas atribuciones: «No hay que olvidar que, a pesar de todo […] hay personas a quienes la lectura de Instantes ha llevado a descubrir Ficciones. Quizá la historia de la literatura sea la historia de algunos grandes errores de lectura. Por suerte, Borges escribió un texto célebre, llamado Borges y yo. Nunca sabremos a cuál de los dos le está sucediendo esta historia. Pero podemos estar seguros de que el otro se divierte jubilosamente».
Otro de los autores a los que se le han atribuido erróneamente numerosos poemas es Pablo Neruda. La Fundación dedicada al poeta ya sentenció que Muere lentamente quien no viaja, Nunca te quejes o Queda prohibido no son obra del poeta chileno. Según Adriana Valenzuela, bibliotecaria de la Fundación Pablo Neruda, Muere lentamente quien no viaja es de la autora brasileña Martha Medeiros, Queda prohibido es del escritor español Alfredo Cuervo, como atestigua el artículo citado antes de Verne, y Nunca te quejes es de autor desconocido. A pesar de todo ello, cuando buscamos en la red cualquiera de estos versos muchas páginas siguen atribuyendo a Neruda su autoría.
Nunca te quejes de nadie, ni de nada,
porque fundamentalmente tú has hecho
lo que querías en tu vida.

Acepta la dificultad de edificarte a ti
mismo y el valor de empezar corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre surge de
las cenizas de su error.

Nunca te quejes de tu soledad o de tu
suerte, enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de
tus actos y prueba que tú siempre
has de ganar.[…]

Termino este pequeño repaso por algunas de las falsas atribuciones que triunfan en Internet con un par de breves reflexiones. Los lectores debemos estar alerta siempre en el acto de la lectura pues somos piezas esenciales de él junto al autor y la obra, por lo que la mejora de nuestra competencia lectora nunca tenemos que darla por concluida. Y en nuestro acceso a la información a través de las redes, no debemos creer todo lo que vemos escrito sin más, aun en páginas reputadas.
Para otro momento dejo el apasionante juego de las metafalsificaciones, cimentado en la ironía, como el que demostró Max Aub en su ingeniosa Antología traducida o el que llevó a cabo en la prestigiosa revista Quimera Vicente Luis Mora, quien suplantó brillantemente a diferentes críticos y estudiosos, en un número dedicado a Literatura y falsificación, siguiendo la estela de otros autores como Clarín que ya había practicado estos juegos en sus Folletos literarios. Todo ello sin perder de vista el excelente cuento de Jorge Luis Borges Pierre Menard, autor del Quijote, que termina con estas sugerentes palabras: Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas. Esa técnica de aplicación infinita nos insta a recorrer la Odisea como si fuera posterior a la Eneida y el libro Le jardin du Centaure de madame Henri Bachelier como si fuera de madame Henri Bachelier. Esa técnica puebla de aventura los libros más calmosos. Atribuir a Louis Ferdinand Céline o a James Joyce la Imitación de Cristo ¿no es una suficiente renovación de esos tenues avisos espirituales?
Las falsas atribuciones ya no son una impostura, sino que se convierten en todo un estupendo juego literario en el que se reflexiona sobre la autoría de la obra y se abre el camino a géneros como la autoficción o la metaficción.

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