viernes, 16 de febrero de 2018

LA LENGUA DEL ESPERPENTO EN «LUCES DE BOHEMIA»

MAX: Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.

En manos de Valle-Inclán la lengua es el instrumento más eficaz para cumplir con el propósito de recrear y criticar la sociedad española en su totalidad, empeño fundamental de sus esperpentos y de Luces de bohemia en concreto.
La lengua del esperpento es rica, compleja, variada. Superpone registros lingüísticos muy diferentes entre sí. Busca el habla total que abarca desde el habla más culta de personas refinadas al habla vulgar de las personas desheredadas de dinero y de espíritu. Los niveles culto y popular no siempre se dan de modo indiferenciado, sino que a menudo se produce el cruce de ambos, en busca del chispazo grotesco («yo también chanelo el sermo vulgaris» dice Max al Capitán Pitito). Este cruce provoca un desgarro lingüístico que será una de las señas de identidad de todos los esperpentos.
La mezcla de diferentes niveles lingüísticos sirve a Valle, además de para sus fines esperpénticos («deformemos la expresión»), para recrear el habla de los bohemios, el propio Valle-Inclán entre ellos, que gustaban de hablar «en cínico y en golfo».
El nivel culto está presente a lo largo de toda la obra y es de extracción predominantemente modernista. Puede servir tanto para homenajear palabras de Rubén Darío («Padre y maestro mágico», «¡Juventud, divino tesoro!») como para ridiculizar sutilmente al propio Modernismo (el «¡admirable!» del propio Rubén). Además de las numerosísimas citas literarias que aparecen en las palabras de los personajes (Calderón, Góngora, San Juan de la Cruz,…) el lenguaje culto se enriquece con la selección léxica cultista («¿Qué rumbo consagramos?»), la sentenciosidad de muchas expresiones («La revolución es aquí tan fatal como en Rusia») o el empleo de la hipérbole («he sido […] inquisitorialmente torturado»). Este lenguaje enfático y grandilocuente sirve en muchas ocasiones para ridiculizar a los personajes.
En la obra destaca la prodigiosa recreación artística del habla popular madrileña, la del arrabal. Esta forma de hablar era la característica del teatro paródico de aquellos años. Con Valle-Inclán todo este caudal lingüístico se hace reflejo vivo de la vida real, la que escapa a la hipocresía de la norma. Es así como aparece la voz callejera de la pobreza y el dolor, entremezclada con las jergas de la delincuencia y de la taberna.
El léxico del habla madrileña se caracteriza por distintos recursos lingüísticos:
  • Abreviatura de nombres comunes o propios («Delega», «La Corres»).
  • Deformación de palabras con sufijos que no corresponden («vivales», «naturaca»).
  • Empleo de prefijos intensificadores («requetebién», «releche»).
  • Uso de cultismos estridentes («no introduzcas tú la pata», «un café de recuelo te integra»).
  • Aparición de numerosas ironías (llamar «palacio» a la buhardilla; «capitalista» al mendigo,…).
El habla popular está salpicada de vulgarismos («hablar muy dilustrado», «sus lo entrego«), coloquialismos («curda», «golfa») y frases hechas («dar para el pelo», «tomar la coleta»). Además se nutre de gitanismos («mulé», «mangue», «pirante»,…) y de las jergas del mundo marginal («dar el pan de higos» por conceder a alguien favores amorosos; «ser visitada por el nuncio» por tener la menstruación,…).
Los personajes de Luces de bohemia además de estar descritos magistralmente en las acotaciones aparecen caracterizados por su forma de hablar. Los personajes extranjeros (como Madama Collet y Basilio Soulinake) presentan errores sintácticos y léxicos en sus intervenciones. Otros personajes están caracterizados por las muletillas lingüísticas que emplean (el «no te pongas estupendo» de Latino cuando Max le acosa con su ironía, el «¡cráneo privilegiado!» del borracho Zacarías,…). La intención humorística de las palabras del Rey de Portugal o la intención provocadora de Max o la intención irónica de Latino caracterizan igualmente diferentes facetas de los personajes en la obra.
Toda la obra destaca por el prodigioso empleo del idioma que hace Valle-Inclán. Tanto en las acotaciones como en los diálogos el autor manifiesta una clara voluntad de estilo que hace que su obra alcance un valor literario excepcional. Las acotaciones son un prodigio literario. Además de su valor funcional destacan por el estético. No sólo describen sino que tienen una gran capacidad de evocación y sugerencia. Con una técnica impresionista, con el empleo de la enumeración, con un estilo nominal y con una sorprendente adjetivación, Valle-Inclán logra caracterizar con intensidad tanto personajes como ambientes. Los diálogos se caracterizan por su brevedad, su concentración expresiva y por la rapidez en el juego de réplicas y contrarréplicas. El ingenio, la ironía, la chanza, la crítica o el sarcasmo salpican las intervenciones de los personajes, confiriendo a la obra una gran variedad de tonos y registros, característica de los esperpentos de Valle-Inclán.

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