Alma del Ebro de Jaume Plensa i Suñé |
En el artículo se trata de un tema sobre el que muchas veces hemos hablado en clase y sobre el que en el blog hemos recogido interesantes y enriquecedores testimonios como los de Mario Vargas Llosa o Emilio Lledó, o como los de Jorge Luis Borges o José Luis Sampedro.
Espero que no olvidéis las sabias palabras de estos hombres sabios.
Tengo
la sensación de que nos vamos adentrando en una de esas épocas en las que se
tiende a juzgar superfluo cuanto no trae provecho inmediato y tangible. Una
época de elementalidad, en la que toda complejidad, toda indagación y toda
agudeza del espíritu les parecen, a los políticos, de sobra o aun que estorban.
Y como los políticos, incomprensiblemente, poseen mucho más peso del que
debieran, detrás suele seguirlos la sociedad casi entera. Son tiempos en los
que todo lo artístico y especulativo se considera prescindible, y no son raras
las frases del tipo: “Miren, no estamos para refinamientos”, o “Hay cosas más
importantes que el teatro, el cine y la música, que acostumbran a necesitar
subvenciones”, o “Déjense de los recovecos del alma, que los cuerpos pasan
hambre”. Quienes dicen estas cosas olvidan que la literatura y las artes
ofrecen también,
entre otras riquezas, lecciones para sobrellevar las adversidades, para no
perder de vista a los semejantes, para saber cómo relacionarse con ellos en
periodos de dificultades, a veces para vencer éstas. Que, cuanto más refinado y
complejo el espíritu, cuanto más experimentado (y nada nos surte de
experiencias, concentradas y bien explicadas, como las ficciones), de más
recursos dispone para afrontar las desgracias y también las penurias. Que no es
desdeñable verse reflejado y acompañado –verse “interpretado”– por quienes nos
precedieron, aunque sean seres imaginarios, nacidos de las mentes más preclaras
y expresivas que por el mundo han pasado. Casi todos los avatares posibles de
una existencia están contenidos en las novelas; casi todos los sentimientos en
las poesías; casi todos los pensamientos en la filosofía. Nuestros
primitivistas políticos tachan de inútiles estos saberes, y hasta los
destierran de la enseñanza. Y sin embargo constituyen el mejor aprendizaje de
la vida, lo que nos permite “reconocer” a cada instante lo que nos está
sucediendo y aquello por lo que atravesamos. Aunque sea no tener qué llevar a
casa para alimentar a los hijos. También esa desesperación se entiende mejor si
unos versos o un relato nos la han dado ya a conocer, y nos han preparado para
ella. Sí, no se desprecie: sólo imaginativamente. O nada menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario