Fue cerca del camposanto cuando sentí removerse dentro de la caja al pobre Bieito. (De los cuatro portadores del ataúd yo era uno). ¿Lo sentí o fue aprensión mía? Entonces no podría asegurarlo. ¡Fue un rebullir tan suave!…. Como la tenaz carcoma que roe, roe en la noche, roe desde entonces en mi magín enfervorizado aquel suave rebullir.
Rafael Dieste, Acerca de la muerte de Bieito
Pintura de Antoine Wiertz, tomada de Wikipedia |
Otras
vísperas de la Noche de Difuntos y del Día de Todos los Santos he recogido en
el blog cuentos de terror (por ejemplo, de Edgard Allan Poe, de Ambrose Bierce, de William Jacobs, de Horacio
Quiroga, o los aparecidos en la entrada «Cuentos y microcuentos de fantasmas»), leyendas (como las de Gustavo Bécquer, que
nos acompañan todos los cursos en 4º de ESO, como El Monte de las Ánimas, La cruz del diablo o El miserere) o microcuentos de terror (de Alfonso Sastre, de Fernando Iwasaki o los recogidos en la entrada «Pequeñas dosis de terror»), que tanto gusta leer siempre porque erizan la piel y perturban y espantan con el exclusivo recurso de la palabra. Como recordaba Gustavo
Adolfo Bécquer en El Monte de las Ánimas,
en estas fechas siempre se contaban estos «cuentos temerosos» en los que los
protagonistas eran siempre espectros, aparecidos, fantasmas y almas en pena. Y fieles a la cita, seguiremos invitando a la lectura de este tipo de literatura.
En alguno de estos y otros relatos de difuntos y de terror no dejan de aparecer el humor o la ironía, siempre tan reconfortantes. Valga como ejemplo este microcuento del siempre admirado Max Aub.
La uña El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de Pedro Pérez, enterrado ayer, empezó a crecer tan pronto como colocaron la losa. Como el féretro era de mala calidad (pidieron el ataúd más barato) la garfa no tuvo dificultad para despuntar deslizándose hacia la pared de la casa. Allí serpenteó hasta la ventana del dormitorio, se metió entre el montante y la peana, resbaló por el suelo escondiéndose tras la cómoda hasta el recodo de la pared para seguir tras la mesilla de noche y subir por la orilla del cabecero de la cama. Casi de un salto atravesó la garganta de Lucía, que ni ¡ay! dijo, para tirarse hacia la de Miguel, traspasándola. Fue lo menos que pudo hacer el difunto: también es cuerno la uña. |