lunes, 28 de marzo de 2022

EL ÚLTIMO POEMA DE MIGUEL HERNÁNDEZ


Hoy se cumplen ochenta años de la muerte de Miguel Hernández en la cárcel de Alicante a los treinta y un años de edad. Como recuerdo de su obra traigo al blog el último poema que escribió según la crítica. Se trata de «Eterna sombra», un poema que compuso en marzo o en junio de 1941 en la prisión de Ocaña. Miguel Hernández es por entonces un hombre que ha perdido una guerra en la que se involucró activamente, un hombre encarcelado, un hombre enfermo, un hombre separado de su mujer y de su hijo. A pesar de todo ello, de la decepción, del abatimiento del hombre en la adversidad, del odio y del rencor sufridos, el poeta canta esperanzado al final del poema la victoria del rayo de luz contra la sombra del terror. El poema es fruto de un poeta ya maduro, que se expresa con un lenguaje rico y sugeridor. Es, como comentan Miguel Díez R. y Pilar Díez Taboada, «una poesía de grave acento humano, de entrañable autenticidad».

  ETERNA SOMBRA

Yo que creí que la luz era mía
precipitado en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría
ígnea de espuma, de luz, de deseo.

Sangre ligera, redonda, granada:
raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera, la luz en la luz sepultada.
Siento que sólo la sombra me alumbra.

Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro del árbol de los imposibles.

Cárdenos ceños, pasiones de luto.
Dientes sedientos de ser colorados.
Oscuridad del rencor absoluto.
Cuerpos lo mismo que pozos cegados.

Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
Ya no es posible lanzarse a la altura.
El corazón quiere ser más de prisa
fuerza que ensancha la estrecha negrura.

Carne sin norte que va en oleada
hacia la noche siniestra, baldía.
¿Quién es el rayo de sol que la invada?
Busco. No encuentro ni rastro del día.

Sólo el fulgor de los puños cerrados,
el resplandor de los dientes que acechan.
Dientes y puños de todos los lados.
Más que las manos, los montes se estrechan.

Turbia es la lucha sin sed de mañana.
¡Qué lejanía de opacos latidos!
Soy una cárcel con una ventana
ante una gran soledad de rugidos.

Soy una abierta ventana que escucha,
por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.

domingo, 27 de marzo de 2022

27 M: LA VERDAD DEL TEATRO

 El teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana.

Federico García Lorca

Celebramos el Día del Teatro con el comienzo de la Comedia sin título de Federico García Lorca, una obra que no pudo terminar y que tiene como tema central el propio teatro, en la magistral voz de José Sacristán (en un video preparado por la empresa Pentación Espectáculos). Al principio de la obra el Autor se dirige a su público para reclamar un teatro que escape de las fórmulas convencionales y que apele directamente al espectador.

AUTOR: Señoras y señores: No voy a abrir el telón para alegrar al público con un juego de palabras, ni con un panorama donde se vea una casa en la que nada ocurre y a donde dirige el teatro sus luces para entretener y haceros creer que la vida es eso. No. El poeta, con todos sus cinco sentidos en perfecto estado de salud, va a tener, no el gusto, sino el sentimiento de enseñaros esta noche un pequeño rincón de realidad. Ángeles, sombras, voces, liras de nieve y sueños existen y vuelan entre vosotros, tan reales como la lujuria, las monedas que lleváis en el bolsillo, o el cáncer latente en el hermoso seno de la mujer, o el labio cansado del comerciante. Venís al teatro con el afán único de divertiros y tenéis autores a los que pagáis, y es muy justo, pero hoy el poeta os hace una encerrona porque quiere y aspira a conmover vuestros corazones enseñando las cosas que no queréis ver, gritando las simplísimas verdades que no queréis oír.

jueves, 24 de marzo de 2022

EL ESTUDIANTE BAROJA

Rescato del jugoso libro Juventud, egolatría,  de Pío Baroja, autor al que empezamos a conocer en 4º de ESO, unas palabras sobre sus recuerdos como estudiante. Su experiencia biográfica seguro que nos suscita recuerdos de nuestra vida escolar para los mayores o comentarios divertidos para los más jóvenes. Las anécdotas que cuenta también espolearán la reflexión sobre la labor de los docentes en la actualidad.

Como estudiante, yo he sido siempre medianillo, más bien tirando a malo que a otra cosa. No tenía gran afición a estudiar, verdad que no comprendía bien lo que estudiaba.

Yo, por ejemplo, no he sabido lo que quería decir pretérito hasta años después de acabar la carrera; así he repetido varias veces que el pretérito perfecto era así, y el imperfecto de este otro modo, sin comprender que aquella palabra pretérito quería decir pasado, muy pasado en un caso y menos pasado en otros.   

Atravesar por dos años de gramática latina, dos de francesa y uno de alemana, sin enterarse de lo que significa pretérito, tiene que indicar dos cosas: o una gran estupidez o un sistema de instrucción deplorable. Claro que yo me inclino a esta segunda solución. 

En el Doctorado, estudiando Análisis químico, oí a un alumno, ya médico, decir que el cinc era un metal que contenía mucho hidrógeno. Cuando el profesor quiso sacarlo del aprieto, se vio que el futuro doctor no tenía idea de lo que es un cuerpo simple. Este compañero, que sin duda sentía tan poca afición por la química como yo por la gramática, no había podido coger en su carrera el concepto de un cuerpo simple, como yo no había llegado a saber lo que era pretérito. 

Respecto a mí, y creo que a todos les pasará lo mismo, nunca he podido aprender aquellas cosas por las cuales no he tenido afición. 

Es probable también que yo haya sido hombre de un desarrollo espiritual lento.

Como memoria, he tenido siempre poca. Afición al estudio, ninguna; la Historia Sagrada y las demás historias, el latín, el francés, la retórica y la Historia natural, no me gustaron nada. Únicamente me gustó un poco la geometría y la física. 

El bachillerato me dejó dos o tres ideas en la cabeza, y me lancé a estudiar una carrera como quien toma una pócima amarga.

En mi novela El Árbol de la Ciencia, he pintado una contrafigura mía, dejando la parte psicológica y cambiando el medio ambiente del protagonista, la familia y alguna que otra cosa.

Además de los defectos que he pintado en mi tipo, tenía yo un instinto de pigricia y de haraganería que no me cabía en el cuerpo.

Algunos me decían: Ahora es el momento de estudiar; luego será el de divertirse, y después vendrá el de ganar dinero.

Yo necesitaba estos tres tiempos y otros trescientos que hubiera tenido para no hacer nada.