En 2016 se cumplen cuatrocientos años de la muerte de Miguel de Cervantes. Ante el alarmante inmovilismo de la administración en la conmemoración de este centenario, bienvenidas sean las iniciativas que parten de profesores de centros escolares como los del querido IES Río Arba de Tauste y su MitizaporCervantes. Desde aquí mi reconocimiento y cariño a los compañeros del Departamento de Lengua castellana y Literatura, con alguno de los cuales  he tenido además el honor y el placer de trabajar: Susana, Reyes, Patricia, Eva, Miriam y Enrique.
Como primera contribución os dejo una pequeña selección de microcuentos que tienen como personajes a Cervantes y a los protagonistas de su Don Quijote de la Mancha. Todos, menos el de Franz Kafka, están recogidos en la excelente antología de microrrelatos españoles e hispanoamericanos que compiló Juan Armando Epple en MicroQuijotes y que deja bien patente la vigencia y vitalidad de la obra cervantina en nuestros días, pues sigue alimentando sin cesar nuevas creaciones que, a su vez, como en el caso de Pierre Menard, autor del Quijote de Jorge Luis Borges, generan nuevas composiciones.
PARÁBOLA DE   CERVANTES Y DE QUIJOTE 
Jorge Luis Borges 
Harto de su tierra de España, un viejo soldado del rey buscó solaz en las   vastas geografías de Ariosto, en aquel valle de la luna donde está el tiempo   que malgastan los sueños y en el ídolo de oro de Mahoma que robó Montalbán. 
En mansa burla de sí mismo, ideó un hombre crédulo que, perturbado por la   lectura de maravillas, dio en buscar proezas y encantamientos en lugares   prosaicos que se llamaban El Toboso o Montiel. 
Vencido por la realidad, por España, Don Quijote murió en su aldea natal   hacia 1614. Poco tiempo lo sobrevivió Miguel de Cervantes. 
Para los dos, para el soñador y el soñado, toda esa trama fue la oposición de dos mundos: el mundo irreal de los libros de caballerías, el mundo cotidiano y común del siglo XVII. 
No sospecharon que los años acabarían por limar la discordia, no   sospecharon que la Mancha y Montiel y la magra figura del caballero serían,   para el porvenir, no menos poéticas que las etapas de Simbad o que las vastas   geografías de Ariosto. 
Porque en el principio de la literatura está el mito, y asimismo en el   fin. 
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LA CUARTA SALIDA 
José María Merino 
El profesor Souto, gracias a ciertos documentos procedentes del alcaná de   Toledo, acaba de descubrir que el último capítulo de la Segunda Parte de El   Quijote – “De cómo Don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo y su   muerte”-  es una interpolación con la que un clérigo, por darle   ejemplaridad a la novela, sustituyó buena parte del texto primitivo y su   verdadero final.  
Pues hubo una cuarta salida del ingenioso hidalgo y caballero, en ella   encontró al mago que enredaba sus asuntos, un antiguo soldado manco al que   ayudaba un morisco instruido, y consiguió derrotarlos.  
Así, los molinos volvieron a ser gigantes, las ventas castillos y los   rebaños ejércitos,  y él, tras incontables hazañas, casó con doña   Dulcinea del Toboso y fundó un linaje de caballeros andantes que hasta la   fecha han ayudado a salvar al mundo de los embaidores, follones,   malandrines e hideputas que siguen pretendiendo imponernos su ominoso   despotismo. 
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LA VERDAD SOBRE SANCHO PANZA 
Franz   Kafka 
Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró,   con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas   de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar   a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote,   que este se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales   empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese   debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre   libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la   responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande   y útil esparcimiento hasta su fin. 
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DULCINEA DEL TOBOSO 
Marco Denevi 
Vivía en El Toboso una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo   Corchuelo y de Francisca Nogales. Como hubiese leído novelas de caballería,   porque era muy alfabeta, acabó perdiendo la razón. Se hacía llamar Dulcinea   del Toboso, mandaba que en su presencia las gentes se arrodillasen y le   besaran la mano, se creía joven y hermosa pero tenía treinta años y pozos de   viruelas en la cara. Se inventó un galán a quien dio el nombre de don Quijote   de la Mancha. Decía que don Quijote había partido hacia lejanos reinos en   busca de lances y aventuras, al modo de Amadís de Gaula y de Tirante el   Blanco, para hacer méritos antes de casarse con ella. 
Se   pasaba todo el día asomada a la ventana aguardando el regreso de su   enamorado. Un hidalgo de los alrededores, un tal Alonso Quijano, que a pesar   de las viruelas estaba prendado de Aldonza, ideó hacerse pasar por don   Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en su rocín y salió a los caminos a   repetir las hazañas del imaginario don Quijote. Cuando, confiando en su   ardid, fue al Toboso y se presentó delante de Dulcinea, Aldonza Lorenzo había   muerto. 
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MÁQUINA DEL TIEMPO 
Ana María Shua 
A   través de este instrumento rudimentario, descubierto casi por azar, es   posible entrever ciertas escenas del futuro, como quien espía por una   cerradura. La simplicidad del equipo y ciertos indicios históricos nos   permiten suponer que no hemos sido los primeros en hacer este hallazgo. Así   podría haber conocido Cervantes, antes de componer su Quijote, la obra   completa de nuestro contemporáneo Pierre Menard. 
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