Hoy en día en España continúan vivos los rescoldos del drama de la Guerra Civil y de la represión franquista. La ocultación, la negación y la falsificación del pasado reciente revelan que en la España del siglo XXI todavía no han cicatrizado las heridas del siglo anterior. Frente a ello, las rigurosas investigaciones de los estudiosos, las exhumaciones de las fosas comunes o la recuperación de personajes olvidados demuestran que muchos españoles no están dispuestos a cerrar en falso ese capítulo de su historia, en aras de recuperar la dignidad robada.
A través de las voces de algunos de los poetas españoles trataré humildemente de, parafraseando a García Márquez, “recomponer con tantas astillas dispersas el espejo de la memoria”. En la cabeza se agolpan, se confunden, se pierden las palabras que hieren, las palabras de quienes mayor sensibilidad manifiestan, las palabras de los poetas. Palabras que ayudan a dar forma a esos pensamientos y sentimientos tan difíciles de concretar para todos nosotros y que configuran un territorio moral al que estamos abocados a volver para conocernos en plenitud.
De la España partida, de “las dos Españas” de las que habló Antonio Machado, hemos de llegar a proferir juntos ese grito desgarrado de Blas de Otero: “en el nombre de España, paz”. No una paz de vencedores y vencidos, sólo la paz. El “espíritu de la Transición” de los años setenta y ochenta avanzó en este camino pero no lo concluyó. La Ley de la Memoria Histórica puede ser el último episodio de esta completa recuperación del pasado, del reconocimiento de todas las víctimas del conflicto, de la reparación moral de las víctimas, de la desaparición completa de los símbolos del franquismo.