domingo, 31 de diciembre de 2017

AÑO 2018

Para felicitar el nuevo año os dejo esta columna de Manuel Vicent, aparecida hoy en El País,  en la que de manera aguda y sugestiva reflexiona acerca de la vida. Ojalá se cumplan en este año que va a empezar todas vuestras ilusiones. Feliz 2018.
Getty Images


La historia no tiene nada que ver con anales del calendario. La deciden las hecatombes, las guerras, los descubrimientos, las hazañas de los héroes. El siglo XX terminó el 9 de noviembre de 1989 con la caída del muro de Berlín y el siglo XXI se inició con el 11 de septiembre de 2001 con el atentado de las Torres Gemelas. Sucede lo mismo con la vida. Los años no empiezan el 1 de enero, sino a mitad de septiembre con el curso escolar, que viene a coincidir con el inicio del ciclo agrario de la naturaleza. Mientras los niños van a la escuela en otoño se produce la sementera. La semilla del trigo se pudre y germina bajo tierra, como los sueños, y en junio se realizan los exámenes y la siega. La vida tiene una estructura dramática, con planteamiento, nudo y desenlace, cuyos éxitos, fracasos, felicidad o desdicha, los decide el azar, al margen del almanaque. La infancia termina cuando con la llegada del uso de razón el niño percibe que sus padres no son inmortales. Esa es la verdadera expulsión del paraíso, el final de la inocencia, el presentimiento de la muerte. El adolescente se convierte en adulto cuando comprende que sus maestros, lejos de tener siempre la razón, pueden ser contestados. La inocencia y la rebeldía constituyen el planteamiento de la vida; el sexo, el amor, la ambición, el mando y la sumisión forman el nudo; el desencanto y las ilusiones perdidas son siempre el desenlace. Estos son días de hacerse preguntas esenciales, por ejemplo, qué tiene para uno más interés, un análisis político y económico o un análisis de orina; qué va a suceder de terrible, de placentero, de orgiástico, de tenebroso, de insólito en este año de 2018, que pueda alterar el curso de la historia; o si todo seguirá igual de rudo y pedregoso, consabido, rutinario. Nunca se cumplen años. Se cumplen salud o enfermedad, ilusión o desengaño.

sábado, 16 de diciembre de 2017

#POEMA27: «LOS PLACERES PROHIBIDOS» DE LUIS CERNUDA

Retrato de Luis Cernuda
por Gregorio Prieto
Porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe
No decía palabras» de Luis Cernuda)

Un año más nos sumamos a la iniciativa del profesor Toni Solano en homenaje a los poetas del 27. En esta ocasión vuelvo con Luis Cernuda y una invitación a leer sus poemas amorosos y eróticos de Los placeres prohibidos. Como  aperitivo os dejo el poema que abre el libro, en el que seguramente quedaréis atrapados con poemas de gran poder subversivo y expresivo como «Qué ruido tan triste», «No decía palabras», «Si el hombre pudiera decir», «Unos cuerpos son como flores» o «Te quiero».




DIRÉ CÓMO NACISTÉIS
Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos,
Como nace un deseo sobre torres de espanto,
Amenazadores barrotes, hiel descolorida,
Noche petrificada a fuerza de puños,
Ante todos, incluso el más rebelde,
Apto solamente en la vida sin muros.

Corazas infranqueables, lanzas o puñales,
Todo es bueno si deforma un cuerpo;
Tu deseo es beber esas hojas lascivas
O dormir en esa agua acariciadora.
No importa;
Ya declaran tu espíritu impuro.

No importa la pureza, los dones que un destino
Levantó hacia las aves con manos imperecederas;
No importa la juventud, sueño más que hombre,
La sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad
De un régimen caído.

Placeres prohibidos, planetas terrenales,
Miembros de mármol con sabor de estío,
Jugo de esponjas abandonadas por el mar,
Flores de hierro, resonantes como el pecho de un hombre.

Soledades altivas, coronas derribadas,
Libertades memorables, manto de juventudes;
Quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua,
Es vil como un rey, como sombra de rey
Arrastrándose a los pies de la tierra
Para conseguir un trozo de vida.

No sabía los límites impuestos,
Límites de metal o papel,
Ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta,
Adonde no llegan realidades vacías,
Leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos.

Extender entonces una mano
Es hallar una montaña que prohíbe,
Un bosque impenetrable que niega,
Un mar que traga adolescentes rebeldes.

Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,
Ávidos dientes sin carne todavía,
Amenazan abriendo sus torrentes,
De otro lado vosotros, placeres prohibidos,
Bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita,
Tendéis en una mano el misterio.
Sabor que ninguna amargura corrompe,
Cielos, cielos relampagueantes que aniquilan.

Abajo, estatuas anónimas,
Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla;
Una chispa de aquellos placeres
Brilla en la hora vengativa.
Su fulgor puede destruir vuestro mundo.

viernes, 15 de diciembre de 2017

POR OTRO 27

Os dejo otra reflexión sobre los poetas del grupo del 27 en su nonagésimo aniversario. Estos días se cumplen noventa años del homenaje que los escritores de esta generación hicieron a Luis de Góngora, autor por entonces ninguneado por la cultura oficial representada en la Real Academia Española, y algunos medios nos lo han recordado. Este artículo del escritor Sergio del Molino, aparecido en el diario digital ctxt,  reivindica el significado del grupo en la cultura española por haber sabido ensamblar perfectamente lo tradicional y lo vanguardista, aspecto que ya comentamos en clase varias veces, por haber superado los límites de lo nacional y por haber abierto nuevos caminos de expresión artística.


Por otro 27

16 de Diciembre de 2017

Se va el año sin que hayamos hablado de otro año, hace noventa, que duele como espejo del actual. En 1927, un grupo de poetas aún pipiolos se reunió en Sevilla para celebrar a Góngora en el tercer centenario de su muerte. Aunque hubo quien se lo tomó en serio (como Dámaso Alonso, que fue el traductor del verso gongorino a un castellano comprensible), el acto tenía mucho de jarana y burla, como casi todo lo que hacían. En realidad, quería ser un mandoble a los putrefactos académicos que preferían la ramplonería de un Lope o la zafiedad de un Quevedo antes que el genio esteticista e hiperbólico de don Luis de Góngora. La foto que se hicieron sirvió de póster propagandístico de lo que pronto se llamaría “generación del 27”, opuesta a la hasta entonces dominante “del 98”, ya reumática, un pelín casposa y, a decir de los más osados, chocha.

Fue un grupo de contornos aún no definidos, de autores muy distintos, ideológica y estéticamente, pero que compartían una actitud jovial y traviesa y, sobre todo, una combinación de cosmopolitismo y de pasión localista representado muy bien por García Lorca, que un día cantaba a los rascacielos de Nueva York y al siguiente contaba un crimen rural en Almería, que lo mismo le daba al jazz que al flamenco. Nunca ha vuelto a darse en la cultura española esta mezcla de patriotismo literario y de apertura al mundo. Salvo casos aislados, los escritores nunca han vindicado tanto la tradición del propio país, elevándola para llevarla al frenesí de la vanguardia universal.

A los del 27 les gustaban los toros, el flamenco, las jotas, los tambores de Calanda, las paellas, las romerías con aguardiente y los romances de ciego tanto como París, viajar en automóvil, montar en avión, los buenos trajes, los campus de las universidades americanas y traducir a Proust. Desde la vanguardia más febril, con un sentido de la modernidad a veces ridículo de puro impostado, hablaban de cosas viejas, tradicionales y, sobre todo, populares. Porque sentían pasión por lo popular, entendido como la expresión ancestral y eterna del país en el que vivían. Eran, le pese a quien le pese, pasionalmente españoles, y su discurso y sus obras se levantaban sobre un legado que siempre contemplaron con admiración y orgullo, sintiéndose parte de él, sus herederos legítimos.

Todo eso terminó a cañonazos, es bien sabido. Lo español quedó en manos de unos generales fascistas que lo redujeron a una caricatura violenta y cuartelera, y ya no fue posible jugar con ello sin toparte con los bigotitos de Franco. ¿Qué habrían sido capaces de hacer los alegres chicos (y chicas) del 27 de no haber mediado la guerra de 1936 y nadie supiera hoy quien fue el tal caudillo? Lorca tenía 38 años cuando fue asesinado, apenas había empezado a levantar su obra. Había puesto los cimientos, quién sabe adónde nos habría llevado su sentido de la tragedia andaluza. Las misiones pedagógicas llevaban cinco años en marcha: quién sabe qué frutos habrían dado veinte o treinta años después, con su forma lúdica de propiciar el mestizaje de la alta cultura y la cultura popular.

Nunca lo sabremos, todo se lo llevó la dictadura. Se lo llevó de una forma tan torrencial y definitiva que a muchos (no solo en Cataluña, pero últimamente parece que sobre todo en Cataluña) les resulta inconcebible que cuando algunos pensamos en España no lo hacemos en tercios de la legión, fusilados en cunetas, hostias consagradas, desfiles bajo arcos de la victoria y floridos pensiles. España es para nosotros esa insolencia del 27, esa mar de Alberti, ese sarcasmo baturro de Buñuel, esa sensualidad de Salinas y ese descaro griego de Lorca. Esa forma desinhibida, desvergonzada y radicalmente libre de heredar un legado cultural de siglos y hacer con él lo que apetezca, con la confianza que da manipular lo que se sabe propio por derecho, como quien retapiza una butaca de su padre o como quien reforma la casa del pueblo.

Se han cumplido noventa años de aquellas jaranas. Tal vez sea momento de recuperar esa otra España universal que representaban y en la que es difícil que nadie se sienta extranjero.