Delibes (en el centro), en el rodaje de la versión cinematográfica de Los santos inocentes, acompañado por Juan Diego y Alfredo Landa |
Miguel Delibes siempre consideró Los santos inocentes como su mejor novela en conjunto, la que mejor se ceñía a su concepto ideal del género. En una ocasión la describió como "mitad poética, mitad tremenda". En diferentes declaraciones desarrolló estos dos calificativos más profundamente.
En una entrevista, preguntado sobre la peculiar puntuación del texto, afirmó: "la novela la concebí de una manera poemática y creo que de esta forma, al no emplear puntos, cumple mejor la misión que me propuse". La novela adopta la forma de poema que fluye ininterrumpidamente en cada una de las secciones que lo forman, como un rezo o una salmodia, con el rumor de una larga confidencia, "como una cantata", como dijo el propio Delibes. Domingo Ródenas señala todos los recursos de los que se vale el novelista para crear lo que el crítico literario llama contextura lírico-poemática: la labor estilística, la concentración y contención en los medios expresivos, la capacidad de alusión o de elusión según los casos, la preponderancia de la descripción sobre la narración y de la emoción sobre la acción, la continua aparición de sentimientos, desde los más delicados y tiernos hasta los más exaltados y violentos; el empleo de recursos propios del lenguaje poético (en especial, las repeticiones en sus diferentes formas); y la música de las palabras y el ritmo marcado por una sintaxis y un fraseo coloquiales, aderezados de giros y expresiones propias de la lengua oral, y remarcado por el empleo caprichoso de signos de puntuación en el texto.
En una nota que sirvió de prólogo a una edición de Los santos inocentes, Delibes habla sobre la versión cinematográfica que hizo de la novela Mario Camus y apuntilla acerca del contenido tremendo y la intención de su obra: "Aunque mi novela Los santos inocentes se ha vendido por cientos de miles de ejemplares, ha sido la película de Mario Camus del mismo título, la que hecho llegar esta triste historia a los últimos rincones del país. La
situación de sumisión e injusticia que el libro plantea, propia de los años 60,
y la subsiguiente “rebelión del inocente” ha inducido a algunos a atribuir a la
novela una motivación política, cosa que no es cierta. No hay política en este
libro. Sucede, simplemente, que este problema de vasallaje y entrega resignada
de los humildes subleva tanto –por no decir más– a una conciencia cristiana
como a un militante marxista. Afortunadamente, creo, estas reminiscencias
feudales van poco a poco quedando atrás en nuestra historia".
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